Apago la música en mi celular dejando caer gotas de agua encima de la pantalla. Envuelvo una toalla en mi cuerpo y otra más en mi cabeza. Como último acto para poder salir, rocío un poco de perfume en mi cuello. Salgo del baño cruzando el pequeño pasillo en puntas para evitar resbalar. Abro la puerta de mi habitación y...
—¡Ahh! —grito al ver a un chico sentado en el pequeño sofá a un lado de mi cama.
Me percato que la toalla que envolvía mi cuerpo ahora está en el suelo.
—Creo que deberías cubrirte —sugiere entre risas.
Recojo la toalla y me cubro.—
¿Quién eres y qué haces en mi habitación? —Estoy realmente asustada y mi tono de voz me delata.
—¿No me recuerdas? —pregunta ofendido.
Su cabello y sus hermosos ojos azules se me hacen familiares pero mi memoria carece de «cinta» para lograr recordar del todo.
—Hola Clea, soy Bruno.
Mi mundo se viene abajo, veo la escena en mi mente como en las películas cuando enfocan la cara de la persona y luego el camarógrafo tiene que caer dramáticamente para dar ese efecto de dramatismo.
Los recuerdos aparecen como un tornado arrasando con todos los recuerdos actuales. Mamá lo llama: «Lluvia de recuerdos»
—Oh no, tú no puedes estar aquí.T
ocan la puerta con insistencia haciéndome volver a la realidad.
—Clea. Soy Salma. —Se escucha al otro lado. Había olvidado que pasaría la noche aquí.
Corro hacia la puerta y abro. Al salir por completo la cierro detrás de mí.
—¿Nuestra noche será en la sala?
—Salma, necesito tu ayuda. Sé que es difícil de creer pero, ¿recuerdas que te conté de mi amigo imaginario Bruno?—
El chico de ojos azules —responde sonriente.
—Sí, bueno, él está en mi habitación.
Estalla en risas. La tomo de la mano y abro la puerta de nuevo. Como es de esperarse él sigue ahí.
—¡Jesucristo! —exclama al verlo.
~~~
Llevamos diez minutos sentadas observando a Bruno. Mi mente sólo se concentra en pensar una explicación lógica.
—Si dejan de verme de esta forma tal vez pueda explicarles —dice con incomodidad.—
Te escuchamos.
—Bueno —suspira—. Clea, desde que nos conocimos has deseado que yo sea real, y por lo consiguiente llegaste al deseo número cien cuando soplaste aquella vela en tu pastel de cumpleaños. Número quince, si no mal recuerdo.
—Yo he deseado conocer al amor de mi vida desde que tenía tres años —añade Salma.
Bruno sonríe por debajo. Esa sonrisa, es la misma que recordaba.
—¿Y qué haré contigo ahora? —pregunto mientras agarro mi cabello húmedo con frustración.
—Adóptame.
No estoy en condiciones de soportar este tipo de bromas o algún comentario sin seriedad. Debo de admitir que cuando pedí los deseos lo hice por diversión. Aunque había una pizca de esperanza en cada una de esas tres palabras.
—Si no lo adoptas tú, lo haré yo. Mira Clea, viene con todo y maleta, que tierno.
Es cierto, hay una maleta color negra a un lado de sus pies.
—Dormirás en el armario. Tengo que esconderte en lo que veo la forma de conseguirte otro lugar en donde puedas vivir.
—¿Estarás mucho tiempo por aquí Bruno?
—Hasta que Clea se canse de mí.
—Oh no, créeme, no se cansará de ti.
El armario se conforma por cuatro paredes, varios cajones y compartimientos, junto con un espejo para cuerpo completo rodeado de luces. En medio hay un espacio perfecto para que una persona pueda dormir, y ese, será el nuevo hogar temporal de Bruno.
—Gracias Clea.
Le dedico una sonrisa mientras él se acuesta en el saco para dormir. Apago la luz y salgo haciendo lo mismo con la luz de la habitación. Salma me abraza por detrás ya que es de la única forma en que puede dormir conmigo.
—No me cambies por él —pide con voz de niña.
—Jamás lo haré —respondo y cierro los ojos.
Quiero estallar en lágrimas y a la vez quiero saltar arriba de la cama por la felicidad que me provoca tener a Bruno conmigo. No quiero dormir, es lo último que quiero hacer ahora. Tengo miedo de que por la mañana él ya no se encuentre aquí.
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Deseo a Bruno
Teen FictionClea Tryson es adicta a las listas. Es fiel creyente de la organización y goza de una estabilidad emocional casi perfecta. Todo comenzó con su primer lista, hecha desde los seis años, en la cual anotaba todos los deseos que pedía enumerados del uno...