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     Las últimas clases transcurren normal. Si digo que aprendí nuevas cosas hoy, mentiría. Todo gira en una sola persona: Bruno, Bruno, Bruno y Bruno. En estos momentos no existe otro nombre más importante que ese.

    Bruno nos esperó tal y como lo dijo. Pregunta acerca de nuestro día y nuestros profesores. Nos dirigimos al coche de Salma y él me abre la puerta del lado del copiloto. A lo lejos puedo notar la diabólica mirada de Trisha al ver esto. Un color rojo invade el azul de sus ojos haciéndola ver como un pequeño demonio de cabello rubio. Es claro que no es así, pero mi imaginación es grande (tal vez más grande que su cerebro).

     Ya adentro Salma comenta— Podría quemarla viva—. Refiriéndose a ella.

     —Yo quedé cautivado.

     Rápidamente lo volteamos a ver. Me giro, suspiro y cierro los ojos.

     A lo largo del camino me limito a responder con un «sí, no y no sé». Comienzo a creer que la idea de la aparición de Bruno me traerá dolores de cabeza: como ahora.

     —Pasaré por ustedes todos los días de escuela a la misma hora.

     —Gracias Salma.

     —¡Ah! Clea, no olvides hacer la cita con...ya sabes.

     —Lo haré.

     Bruno se despide y ella se va. Al instante me mira esperando que dé una explicación como si me correspondiera hacerlo.

     —¿Una cita? —se anima a preguntar.

     —Es algo personal.

     —Solías contarme todo y ahora me ocultas cosas.

     —Bueno. No sabía como eras.

      Se para justo enfrente de mí y da un paso haciendo que quede más cerca.— ¿Crees que no soy el mismo?—. Está molesto, y yo nerviosa. No es una buena combinación.

     —Nos verán aquí afuera —comento nerviosa.

     Mi madre sale de la casa. Al parecer se le hace un poco fuera de lo normal.

     —¿Está todo bien, Clea? —pregunta mientras limpia la pintura de sus manos.

     —No voltees y solo vete, regresa en un minuto. Ya sabes por dónde entrar.

     Él no dice palabra alguna y se va aparentemente enojado.

     —¿Quién era?

     —Un amigo.

     —Es un amigo grosero.

     Mamá solo conoce a Chard y a Salma. Los adora tanto como yo. Aunque conoce los aires de grandeza que tiene Richard y los ataques bipolares de Salma, soporta una que otra grosería y tema de conversación obseno. Lo justifica diciendo que así son los jóvenes.

     —¿Trabajo? —pregunto señalando sus manos las cuales todavía tienen pintura.

     —La galería tendrá una nueva presentación dentro de dos semanas. Necesitamos nuevo material.

     Mi madre tiene una galería de arte, hace colaboraciones con artistas sin experiencia o recién graduados de la Universidad de Artes Wonster. Ella trabaja en casa lo cual le gusta ya que pasa más tiempo conmigo. Por otro lado, Thomas es dentista. Tiene su propio consultorio, aunque su prioridad es mi madre. Nosotros no tenemos la relación que ella quiere. Es un buen hombre, odio admitirlo, solo que no puedo acostumbrarme a verlo todos los días. Su presencia tiene mucha importancia en esta casa, sin él las peleas con Katherine durarían días sin una reconciliación favorable y mutua. Mi padre biológico sólo me ve cuando él quiere. Nunca hay fecha u hora acordada.

Deseo a BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora