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     —No era necesario esto.

     Después de lo sucedido ayer, Katherine y Thomas decidieron tenerme más vigilada. Agregaron otras cosas a la lista tales como: reducir mis salidas a tres por mes, llevarme a la escuela todos los días y trabajar en labores del hogar si necesito dinero. ¿Muy exagerado para que no haya sido culpable? En realidad no. Descubrieron que faltaba un galón de gasolina. Eso nos delató. Pero aprendimos una lección: idear nuestros planes criminales con varios días de anticipación.

     Algo que mi madre y Thom no saben es que he ahorrado durante once años. Tengo el dinero necesario para no trabajar durante cinco años.

     —Después de clases ya sabes que hacer.

     —Directo a casa, lo sé.

     Cierro la puerta y me encuentro con Salma en la entrada.

     —¿No se retractaron? —pregunta al ver mi cara de tristeza y fastidio.

     –No, por desgracia.

     Todos nos aplauden al entrar. Una chica con una energía inigualable se acerca a nosotras. Su sonrisa de oreja a oreja da un poco de miedo.

     —Ustedes se atrevieron a hacer lo que ninguno de nosotros hubiera hecho.

     —Pero no fuimos nosotras —me apresuro a dejar en claro.

     —Sí, seguro. ¡Fue genial!

     Se va mientras celebra.

     —Nos aman Clea.

     —¡Lo sé!

     Días antes, la sensación era Trisha y su grupo de chicas descerebradas. Ahora todos veneran nuestro error.

     Veo a Noah cruzando uno de los pasillos y decido ir con él para agradecerle. Salma se queda hablando con un chico. Nunca pierde las oportunidades.

     —Hola Noah. Necesito agradecerte  por lo de ayer.

     —Lo haría mil veces de nuevo.

     Sé que me he sonrojado así que decido bajar la cabeza para así esconderlo.

     —¿Tendrás un castigo?

     —No, mis padres y los suyos saben que se lo merecería. Es muy consentida. Como una niña de diez años en el cuerpo de una de diecisiete.

     Rio. Toma mi mano y la frota con su dedo pulgar. Es un acto muy tierno.

     —Clea, no vuelvan a hacerlo.

     —No prometemos nada.

     Salma aparece rompiendo el tierno momento.

     —Por cierto, recuperé esto.

     Me entrega el collar.

     —Vi cuando te lo quitó. Tuve que correr cuatro calles pero logré alcanzarla.

     En esos momentos sólo estoy segura de algo: Me he enamorado de Noah.

     —Gracias. Ahora solo necesito terminar con eso.

     —Sé a lo que te refieres. ¿Qué estás esperando? —pregunta Salma.

     —Vuelvo en un minuto.

     Camino en busca de Bruno y lo encuentro apunto de abrir su casillero.

     —¿Sabes? Aveces piensas que algo durará por un largo tiempo y en realidad el fin está tocando la puerta.

Deseo a BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora