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     Han pasado dos días y las cosas con Bruno se han complicado. Aunque él no lo note.
Después de su turno se va y regresa a casa tres o cuatro horas después. No tengo problemas con que quiera divertirse y salir con sus nuevos amigos, solo que tiene la manera de avisarme y no lo hace. Mis tardes se resumen a pasar todo el tiempo mirando la ventana esperando a que se abra y lo vea llegar.

     Tocan la puerta del salón, el profesor responde con un: «Adelante».

     Bruno se asoma.

     —Estoy buscando a Clea. —Todos voltean a verme, incluida Trisha, que para mi desgracia, compartimos esta clase.

     Salgo del salón pasando por todas esas miradas asesinas y retadoras por parte de las chicas.

     —Adivina quién va a estudiar ahora.

     —¿Tú?

     —La escuela me brindó una beca al saber que no tenía el último año. Comienzo el lunes y sólo trabajaré en la hora de descanso.

     —¡Felicidades!

     —También vine por otra cosa. Quiero saber si podemos ir a festejar después de tus clases.

     —Tengo planes hoy —respondo al recordar mi cita con la señora Moon.

     —Entiendo. ¿Qué tal el sábado? Podemos ir a comprar los disfraces.

     —Me parece buena idea.

     —Entonces, ¿una cita?

     —¿Cita?

     —Lo siento, yo no...

     ¿Bruno está nervioso? Tuerce los labios y frota su nuca con la mano derecha delatando su nerviosismo.

     —Nos vemos en casa —dice por último y se va corriendo.

     La clase termina, el profesor me llama antes de salir del salón.

     —La pequeña Sophia me hizo sentir las verdaderas emociones que buscaba en esta tarea. Llegué a creer que era tu biografía en vez de un cuento hasta que leí lo del amigo imaginario que se volvía real —comenta alegre.

     Sonrío tímidamente.

     —¿Consumes drogas Clea? —pregunta con confianza.

     —¡¿Qué?!

     —Solo bromeo. Tu calificación fue la más alta—. Me entrega el trabajo y agradezco.

     Salma me trae a casa. Está más nerviosa por mi cita con la señora Moon de lo que estoy yo.

     —¿Segura que no quieres que te lleve?

     —Segura, tomaré prestado el coche de Kathe.

     —Está bien. Llámame si necesitas algo.

     —Gracias Salma.

     Subo rápido a la habitación y comienzo a buscar cosas que le ayuden a la señora Moon a encontrar una explicación. Recuerdo que tengo una lista con los días y las horas anotadas en los que pedí los cien deseos. La busco entre mis más de mil listas guardadas en una caja arriba del ático. Luego de diez minutos la encuentro. Vuelvo a entrar a la habitación y Bruno se encuentra parado viendo el desastre que he hecho.

     —Lo limpiaré cuando llegue.

     —¿Ya te vas?

     —Sí, Kathe y Thom no están, así que tienes la cocina y toda la casa a tu disposición. No puedes invitar a nadie. Recuerda que no saben que vivimos juntos. Yo regreso en dos horas.

Deseo a BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora