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     Compramos algunas cosas en el supermercado. Antes de regresar a casa, decide llevarme a la suya y contarle todo a Joe. No lo he visto desde la noticia del embarazo y si no fuera por esto, no pensaría en hacerlo.

     —¡Llegué cariño! —grita y abre la puerta.

     Entra primero y yo lo hago después cargando casi todas las bolsas de las compras.

     Joe esta sentado en el sillón más grande la sala. Tiene una cerveza en la mano y el control en la otra.

     —¡No lo creerás! Clea fue la primera en ver el ultrasonido.

     —¿Enserio? —pregunta con disgusto.

     —Fue decisión de Grace —explico antes de que comience con su destructora crítica.

     —¿Sabes como será nuestro hijo por culpa de eso?

     Lo miro sorprendida. Joe se dedicó a hacerme la vida imposible durante mi infancia. Solo criticaba la manera en que vestía y lo que hacía. Mis inseguridades son a causa de su poco amor paterno. Su ignorancia provocó que mi vida junto a él fuera un calvario. Aún no se sabe la razón exacta por la que mamá decidió la opción del divorcio, pero estoy casi segura que fue por la relación padre-hija que teníamos.

     —Será una persona con un buen ejemplo —dice Grace. Sus ojos manifiestan el enojo que siente por dentro.

     —Tengo que irme. Recuerda lo que dijo el doctor. Llámame si necesitas algo —digo ya con una mano en la puerta.

     No pienso quedarme y alegar ante las abruptas palabras de Joe. Terminará teniendo la razón y yo perderé lo poco que me queda de dignidad.

     Grace me da un abrazo muy fuerte y me agradece. Creo que mi padre no se merece a una mujer como ella. Lo que sí merece es la comida cruda que prepara.

     Salgo de la casa y camino hacia la mía. Es un recorrido largo así que estoy atenta por si veo un taxi en el camino. Mi teléfono vibra desesperadamente. El brillo de la pantalla en la oscuridad de la noche provoca que cierre los ojos, al enfocar la mirada de nuevo, me percato de la  llamada de Bruno.

     —Te veo en tu parque favorito en quince minutos —avisa y cuelga.

     Mi parque favorito queda a varios minutos caminando y diez en coche. Allí fue en donde conocí a Salma y voy cuando me siento triste. Richard dice que Bruno puede sentir lo que yo siento. Comienzo a creer que tiene razón. Estoy realmente triste ahora.

     Camino lo más rápido que puedo, incluso corro en algunos tramos pero me detengo al sentir el aire frío en mi garganta lo que me provoca el querer toser. Aún con todos los impedimentos del clima y la distancia, llego. Bruno está sentado en uno de los columpios. El parque está vacío por lo que me resulta fácil identificar el coche de mi madre.

     —Hola —saluda al verme.

     Me siento en el otro columpio y tomo un poco de impulso.

     —¿Es el coche de Kathe?

     —Sí. Salió con Thomas a comprar las cosas para la cena.

     Rio. Bruno es tan diferente a mí. Tiene ese toque especial de aventura y rudeza que yo nunca tendré.

     —Supuse que estabas triste —dice en forma de explicación.

     —Esta es la segunda vez.

     Realmente me impresiona nuestra conexión. Nunca me he percatado en si siento lo que Bruno. Tal vez porque mis sentimientos cambian radicalmente y no sé cuáles son los míos y cuáles son los de él.

     —¿Necesitas un abrazo?

     Niego con la cabeza y me concentro en columpiarme menos.

     —Lamento lo del sábado. No sé que me pasó.

     —No importa.

     Quedamos en silencio algunos minutos. Disfruto del clima y la compañía. Aunque me da miedo que alguien venga y nos asesine. El lugar y el ambiente es una combinación de «Si tuviera 30» con «Halloween».

     —Ivan no deja de pensar en ti.

     —Lo sé.

     Me mira confundido.

     —Escuché lo que hablabas con Salma. Bueno, no todo.

     —¿Nos espías?

     —¡No! —miento—. Ustedes hablan muy fuerte.

     Estalla en risas. Sus ojos se vuelven mas pequeños cuando ríe, haciendo que se vea tierno.

     —No tiene una obsesión por ti, solo le gustas como a mí me gusta la soda de uva.

     —Amas la soda de uva, Bruno.

     —Entonces como me gusta la pizza.

     —No es mucho.

     —Lo sé.

     Decidimos divertirnos un poco en el parque. Todo va bien hasta que a Bruno se le rompe el pantalón en uno de los juegos. Agradezco no ser yo. Nos subimos al coche antes de que alguien pueda verlo.

     —¡Nunca habia pasado esto!

     Rio. Mi sonrisa se desvanece cuando razono lo que dijo. Lo dejo pasar, tal vez se refiere a las veces que ha venido a este parque en este tiempo.

    —Lo arreglaré cuando lleguemos a casa —digo en forma de consuelo.

     —Gracias. Es mi pantalón favorito.

     Regresamos a casa justo a tiempo. Katherine y Thomas llegan dos minutos después que nosotros.






    


Deseo a BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora