CAPÍTULO II

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Estaba en ALP. Pero parecía que había alguna especie de guerra. Todo estaba en ruinas y había muchos gritos y ruidos de explosiones. Estaba corriendo a alguna dirección con dos tipos cogiéndome de la mano. Me empezaba a arder el pecho y me dolían las piernas. Tenía bastantes heridas por todo el cuerpo.

Al final parecía que habíamos llegado a nuestro destino, menos por una pequeña piedra que se encontraba a nuestro lado. Estábamos en medio del desierto, pero la mujer comenzó a cantar unas palabras en griego. Y de la nada una manada de chicos aparecieron a mi alrededor. Había algunos con heridas graves y otros estaban completamente ilesos.

Podía reconocer a solo dos personas de ese grupo. A Poseidón y a Horus. Los dos estaban gravemente heridos pero intentaban proteger al grupo. La mujer se agachó hacia Poseidon. Le cogió la cara entre las manos.

—Si la dejamos aquí por más tiempo no harán más que atacar ALP. Aquí no está segura. La mandaré a la Tierra con unos conocidos míos. Por favor, cuida de ella —dijo la mujer con una lágrima.

—Cariño, es ahora o nunca. —dijo el hombre. La mujer se levantó y esta vez se dirigió hacia Horus.

—Hasta los 18. Intentar dejarla allí hasta entonces. Quiero que tenga una vida normal. No es culpa de ella. —Una vez dicho esto se acercó a mí y me abrazó cariñosamente.—Tu padre y yo te queremos. Hacemos esto por ti, así que cuando comiences a recordar no te culpes. —Me puso la mano en la cabeza y me sonrió. —Tú serás una persona increíble.

Después de eso mi madre se levantó y se puso al lado de mi padre. Volvieron a recitar un canto en griego y esta vez todo ALP recibió un ataque de rayos y los enemigos se volatilizaron. Todo se quedó en un completo silencio, pero cuando baje la mirada donde mis padres, se me partió el corazón. Estaban desapareciendo completamente.

—¡Papá, mamá! —grité desesperadamente corriendo hacia ellos. Y de repente oí una tenue voz.

—¡Isis, Isis! —Alguien me estaba sacudiendo. Me levanté de la cama rápidamente con una lágrima en la mejilla. —Que susto me has dado ¿estás bien? No hacías más que llorar y gritar.

—S-si estoy bien...—Me puse la mano en la cabeza. Solo a sido un sueño. Pero cuando volví a recordarlo todo una lágrima asomó por mi ojo.

—Ehh...¿que pasa? ¿un mal sueño?—Horus subió a la cama y me rodeo con sus brazos.

—Mis padres he-he soñado con mis padres...—susurré. —Ellos-ellos decían que... —No conseguía entonar palabra.

—Tranquila. Aquí no solemos tener muy buenos sueños. Si no estás lista para hablar, está bien. De momento vamos a desayunar, y en un rato vendrá Sejmet, una de tus amigas de la infancia, con ropa para que te cambies. —Me tendió la mano. —¿Te vienes a desayunar? He hecho tortitas, era tu desayuno preferido.

—Y lo sigue siendo. —Al menos intentó subirme un poco la moral. No puedo estar todo el día deprimida.

Nos fuimos a la cocina y vi un plato con una torre enorme de tortitas. Tenían una pinta genial. Me ofreció un vaso de leche fría, mi favorita, y un bote entero de chocolate con leche, para poder acompañar las tortitas. Se me hizo la boca agua, y tenía los ojos como platos.

—Veo que no han cambiado tus gustos. —comentó Horus entre risas.

—Para nada. —dije chupandome los labios.

Me puse como tres o cuatro tortitas en el plato y le eché más de medio bote de chocolate, y lo enrollé todo. Estaba delicioso. Tenía el espesor justo, y estaban perfectamente hechas. Ni muy duras ni blandas.

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