Ancient Lost Place

CAPÍTULO IV

No sabia donde estaba, todo el desierto me parecía igual. Estuve andando por bastante tiempo, pero no veía nada. Solo arena a mi alrededor. Como te puedes perder en un desierto, las pirámides se ven desde kilómetros. Me senté en una piedra que encontré y empece a reflexionar.

No podía ser cierto todo lo que Atenea había dicho sobre Horus. El era amable con todos, quitando a pulpito, y había sido muy comprensivo conmigo. El no era el típico chico que solo se fija en el cuerpo, y luego te deja tirada. O de los que hacen como que quieren algo pero solo juegan con tus sentimientos, y eso lo se muy bien. Tendré 18 años pero ya me he topado con algunos de esos.

Además él tampoco se había quedado corto con su hermana. Comentó que ella era como él, pero que ella lo hacía por dinero y que a algunos les drogaba. Eso no cuadraba en mi cabeza. Ella era muy guapa y podía tener a cualquiera. Aunque tampoco me había parecido muy maja.

Por otro lado Horus también era como Atenea. Era guapo y el si que era amable. Podría tener a cualquiera chica comiendo de su mano en segundos, sin ni quiera mover un dedo. Ahh, no entiendo nada.

Estaba tan metida en mi reflexión que no me di cuenta de que se había hecho de noche. No hacía mucho frío, y el atardecer era precioso. Y de repente oí un ruido que provenía de mi espalda. Me levanté de la piedra y grite:

—¿Quien anda ahí? —Anubis apareció detrás de las piedras con las manos en alto. —Que susto me has dado Anubis.

—Perdona, no era mi intención. Por cierto ¿qué haces aquí tan tarde y sola? —Enrojecí. Me puse la mano en la nuca y sonreí incómoda.

—Me he perdido. —Se le dibujó una sonrisa.

—Veo que tus dotes de orientación no han mejorado mucho. —Notó mis dudas porque añadió: —Cuando estabas aquí nos gustaba ir de paseo. Te encantaba las cosas antiguas así que salimos en busca de tesoros. Siempre te acababas perdiendo, y no sé porqué, pero siempre terminabas en esta piedra. He venido todos los días desde entonces por dos razones: una, para ver si volvías algún día y la segunda, para ver el precioso atardecer.

—Pues al final he vuelto, te ha salido bien la jugada —dije con una sonrisa.

—Por cierto ¿a pasado algo en la ceremonia? Te veo distraida.

Le conté sobre lo de que el mismísimo Ra me había seleccionado como unas de sus favoritas. También le hablé sobre la discusión que habían tenido Atenea y Horus y, sobre cómo había acabado esos dos después de la explicación del entrenador.

—Ahora entiendo porque estas tan distraída. Si te soy sincero no soy el indicado para hablarte de esto. Pero si que puedo contarte porque se llevan tan mal.

—Pensaba que se llevaban mal por lo que han discutido.

—Sí, esa es una de las razones. Pero hay otra más que probablemente sea la que tiene más peso en su odio. Bueno, más que una, bastantes. Una de ella es la muerte de su madre. La madre de Horus era una guerrera nata, y Atenea se parecía mucho a su madre. Una noche, por error, los ladrones que entraron a raptar a la madre de Horus, se llevaron a Atenea. La madre se sentía tan culpable que fue a donde los ladrones expresamente para hacer un intercambio. Lo que ella no sabía era que los ladrones la querían muerta. Horus había seguido a su madre, por su seguridad, y justo cuando oyó un grito se dirijo a la habitación donde estaba su madre y vio como la mataban con un tiro en la cabeza. Atenea no hizo nada, y por eso le culpa a Atenea. Luego hay pequeñas rencillas entre ellos dos, pero esa creo que es la causa de su odio. No sé si te será de ayuda, porque como Horus se entere de esto me mata. Es solo que quería que supieras un trozo de la verdad, de porque Horus se comportaba así en el pasado. Si me permites el atrevimiento, creo que Horus ha cambiado. Nunca le ha importado nadie. Te lo digo en serio, yo era el que le sacaba de sus mierdas. Así que lo sé de primera mano. Ahora es tu oportunidad de que el se abra a ti.