CAPÍTULO XIV

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Atravesamos todo el desierto y luego entramos a la pirámide. Esta vez me llevaron por un pasillo mas sombrío. Tenía jeroglíficos de los dioses del mal y estaba poco iluminado. No había más que celdas con prisioneros gritando por ayuda o por comida. Que horror. Los guardias me tiraron, sin el más mínimo cuidado, dentro de una celda mugrienta. No tenía ni cama ni ventana.

—Ra vendrá enseguida. No hagas nada estúpido, sino... —Me señaló a uno de los guardias que se encontraba en la puerta. Llevaba una espada a la cintura y tenía cara de pocos amigos. Tragué saliva, más me valía no hacer ningún escándalo. No sabía cómo podía acabar eso.

Los guardias se marcharon y me dejaron a solas con un montón de presos rogando por sus vidas. Todos se veían maltratados y débiles, como si no comieran ni una sola miga de pan. Los guardias no trataban de hablar entre sí, lo que me daba miedo. En las pelis siempre están jugando a cartas o hablando ¿no?

En una de las celdas pude ver a un niño, que no tendría más de 6 años, tirado en el suelo. Parecía estar muerto. No llevaba camiseta y sus pantalones estaban todos hechos añicos. Su espalda tenía muchas cicatrices y moratones, y sus huesos se podían ver a simple vista. ¿Que puede haber hecho ese niño para merecerse tal paliza?

Estuve más de media hora oyendo gritos de súplica cerca de mi celda, lo que me daba escalofríos. Al parar los gritos, una puerta se abrió y salieron dos guardias con un hombre a rastras. Tenía la vista blanca y estaba chorreando sangre. El corazón se me encogió. Tenía heridas por todos lados y sus piernas estaban retorcidas, en un ángulo que no debía ser posible. Lo tiraron a su celda sin ningún remordimiento y se acercaron a la celda del niño. No serán capaces de... Sí que lo fueron. Cogieron al niño y lo metieron en esa sala.

Estuve más de dos horas llorando intentando no oír los gritos del niño, pero me era imposible. No oía más que huesos rotos y gritos de dolor. Pero en ningún momento oí decir al niño que pararan, era como si hubiera perdido las ganas de vivir. No sé cuánto tiempo podía haber estado allí ese niño, pero no podía quedarse por más tiempo aquí. Si seguían así perdería su cordura, por no hablar de su vida.

Al fin los gritos cesaron y sacaron al niño. Eso no es posible, no quiero creerlo. No. Me acerqué a la celda con los ojos llorosos. No tenía ni un solo dedo, sus brazos estaban chorreando sangre y sus piernas...dioses sus piernas...Me dieron ganas de vomitar pero era incapaz de hacerlo. Ahora solo quería salir de allí y sacar a ese niño de allí. Lo tiraron a su celda y fueron a por otra persona. Yo.

—¡Hacedme lo que queráis, pero por favor dejad a ese niño en paz! ¡No se lo que habrá hecho, pero no se lo merece! ¡¡¿Es qué no sentís ni una sola pizca de empatía?!! —Los guardias abrieron mi celda y me cogieron. Miré al niño de la celda, su mirada estaba vacía.

—¡Guardias! Dejad a esa chica en paz, es demasiado ingenua. —La voz de un chico joven interrumpió a los guardias. Me giré para poder ver el rostro de ese chico. Tendría la misma edad que yo, pelo largo marrón, ojos verdes y buena complexión física.

—Si no quieres que te llevemos con ella, Osiris, cállate —dijo uno de los guardias.

—No me seas así, Tántalo. Yo antes os ayudaba con eso, y sé lo que le vais ha hacer. Así que si la señorita me lo concede, me gustaría cambiarme de lugar con ella. Además tengo la sensación de que si le ponéis un dedo encima, algo muy malo va a pasar.

—No, gracias. No voy a dejar que hagan daño a más gente. No sé lo que habéis hecho para estar aquí, pero ese niño no merece ser tratado así. Y tampoco voy a dejar que alguien me cambie el lugar por miedo a que me lastimen. Lo siento, pero no —repliqué.

Ancient Lost PlaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora