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[Villa Azucena, 23/7/2021, 23:45]

- Escalón, escalón, escalón, otro escalón - Hugo guiaba a Anaju por las escaleras de su villa hasta el jardín.

- Quédate quieta donde estás - pidió Hugo cuando dejo a la morena en el lugar que creía idóneo para que pudiera contemplar la vista de todo el jardín. Se acercó a la cubitera a coger la botella de champán que Mai había dejado preparada. Volvió donde estaba la chica, la rodeó con sus brazos y abrió el champán, el ruido que hizo la botella al ser descorchada fue la señal para que Anaju abriese los ojos.

- Ahora puedes abrir los ojos - susurró Hugo al oído de Anaju.

La alcañizana se quedó maravillada ante lo que estaban viendo sus ojos. El jardín estaba iluminado tan solo por las decenas de velas que flotaban en la piscina, creando el clima íntimo perfecto. En el borde de la piscina, en una de las esquinas había una pequeña mesa con dos copas de cava y una bandeja con fresas y una fondue de chocolate.

- Eres increíble, Hugo. No sé ni cómo ni cuando has preparado todo esto pero eres increíble - mencionó Anaju antes de unir sus labios a los de Hugo en un beso tierno.

- Ven, vamos - dijo el rubio contra los labios de Anaju mientras entrelazaba la mano que le quedaba libre para guiarla hasta la pequeña mesa.

- Por qué brindamos? - preguntó la morena a la par que el chico rellenaba las dos copas.

- Por ti, - el cordobés le entregó la copa a la alcañizana - por mi y por nuestro amor de verano - y brindaron.

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Estaban los dos tumbados en el césped acabando el poco chocolate que quedaba en la fondue. Hugo mojo su dedo índice en el chocolate e inmediatamente lo llevo a los labios de Anaju, dejando un rastro de chocolate en la sonrisa de la morena. La otra mano del rubio fue a buscar la barbilla de Anaju para atraerla hacia él y tomar entre sus labios los de ella y limpiar el chocolate que él había dejado ahí a propósito. Las lenguas no pidieron permiso para ser ellas las protagonistas y empezaron una batalla a la que ya estaban acostumbradas. Sin separarse el uno del otro lograron ponerse de pie. El beso iba subiendo de intensidad a la par que sus manos buscaban algo que hacer. Las de Anaju fueron al pelo color sol de Hugo y las de él batallaban por conseguir deshacerse de la cremallera del vestido sin conseguirlo.

Anaju rio contra los labios de Hugo ante su incapacidad por desabrochar la cremallera. Mordió el labio inferior de Hugo antes de separarse a buscar aire causando el gruñido del chico.

- Antes de seguir, donde están los demás? - inquirió Anaju con la respiración aún agitada.

- En la otra villa viendo Dirty Dancing, yo alquilé el coche y ellos la película.

- Me asombra que un chico de 18 años lo tenga todo tan controlado.

- Es tu culpa - Hugo la recogió en brazos como a una princesa y abandonaron el jardín.

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Hugo tenía la intención de llevar a la chica hasta la habitación, pero al pasar por la cocina pidió que la bajase.

- No te lo voy a poner fácil Huguito - Anaju le guiñó un ojo mientras se dirigía hacia la encimera.

- Hago cualquier cosa por tenerte esta noche, soy tuyo - desesperó Hugo.

- Quiero que me quites el vestido - la alcañizana se impulso con sus manos y se sentó en la encimera - aquí.

Hugo voló hasta la encimera, sus ojos en llamas, ardían de deseo, haría cualquier cosa por deshacerse de ese vestido. El chico volvió a besarla mientras sus manos subían por la espalda de Anaju buscando el agarre de esa cremallera, esta vez con más fortuna. El vestido descendió rápidamente al suelo y así lo hicieron los besos de Hugo, que llegaron al cuello de alcañizana, provocando que se erizará toda su piel.

- Hugo... vamos - jadeó Anaju, olvidando que era ella quién había decidido sentarse en la encimera.

Sus miradas llenas de deseo se encontraron antes que Hugo regresara a los labios de Anaju. Ella enredó sus piernas en la cintura de él que la levantó del mueble de la cocina y sin dejar de besarse la llevó hasta la habitación. Anaju cayó en su cama atrapada entre la anatomía de Hugo, pero tardó poco en volver a tomar el control, como a ella le gustaba. Sus labios fueron directos a ese búho que tanto la excitaba y sus manos empezaron a desabrochar los botones de la camisa. Hugo se incorporó para poder deshacerse de su camisa y así facilitar el trabajo a Anaju, que empezó una senda de besos por los tatuajes que adornaban el pecho del rubio hasta llegar al borde de los pantalones, que desparecieron rápidamente, en el mismo instante en que Hugo aprovecho para volver a cambiar posiciones.

- No sabes la de veces que he soñado con esto - dijo el rubio mirándola fijamente a los ojos antes de continuar con la senda de besos que había empezado en la cocina.

Sus labios, que ya tenían la lección aprendida, volvieron al cuello de Anaju, uno de sus puntos más sensibles. Continuaron bajando hasta su pecho mientras Hugo usaba sus manos para deshacer la hebilla del sujetador. Le dedicó el tiempo que merecía a una de las partes íntimas de Anaju para después ir dejando pequeñas mordidas en su estómago hasta llegar a el borde de sus braguitas, provocando que Anaju alzara sus caderas impaciente. Hugo separó sus labios del cuerpo de ella para volver a establecer contacto visual.

- Dime que quieres Julieta?

- Te quiero a ti, por favor - rogó desesperada Anaju.

- A sus órdenes.

Hugo deslizó las braguitas de Anaju con delicadeza para después adentrarse a la parte más íntima de ella. Anaju arqueó su espalda cuando Hugo empezó a estimular su clítoris con besos. El agarre de Anaju a las sábanas se intensificó al momento en que Hugo se adentró con uno de los dedos a su interior mientras con los labios seguía estimulando su punto más débil. Anaju fue incapaz de contener los gemidos cuando Hugo introdujo el segundo dedo en ella.

- Más... Hugo. Necesito más - logró articular Anaju.

Hugo apartó su cabeza del sexo de Anaju para poder rebuscar en el bolsillo de su pantalón y sacar el preservativo que había estado esperando toda la noche. Sus ojos establecieron contacto visual antes que Hugo dirigiese su sexo hacia la entrada de la morena, provocando otro gemido de la chica al notar el contacto. Con cada embestida el ritmo aumentaba y con cada una de ellas Hugo le pedía a Anaju que no se olvidase de él, que aunque se casase y tuviese hijos con otros hombres siempre se acordase de esas dos semanas. Sus cuerpos se compenetraron para llegar juntos al orgasmo y Hugo dejo caer su cuerpo sobre el de Anaju, que, con la respiración todavía agitada, respondió a todas las peticiones de Hugo.

- No me olvidaré de ti Hugo, ya es imposible que lo haga.

Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora