Capítulo 10 {4 parte}

201 17 1
                                    



—Con una amiga —contesto, abriendo el refrigerador.

Obviamente encontrando gracioso mi comentario, ella solo se ríe.

—De repente tienes un novio y amigos. ¿Qué paso?

—No pasó nada —suspiro—. Solo hice algunos amigos. —Agarro un yogurt y algo de fruta y digo:— Me voy arriba.

—Adiós —. Mi mama se ríe.

Rozándola al pasar, corro a mi habitación. Cielos, a veces la odio. Ella simplemente tiene que presumir frente a los chicos. A quien le importa si soy su hija. Lo que sea, cierro la puerta de mi habitación de un golpe.
Gruñendo me siento en la cama y saco mi libro de texto.

Por lo menos trabajar en mi ensayo me mantiene distraída. Un rato más tarde me levanto para ir a mi escritorio. Estoy tratando de encontrar algunas tarjetas para tomar notas. Empiezo buscando en el cajón de mi escritorio cuando oigo la puerta abrirse.

—Vete mamá —gruño.

—No soy tu madre.

Me doy la vuelta par a ver a Howard de pie delante de mi puerta y mi corazón se detiene.

—¿Qué estás haciendo?

—Estaba tratando de encontrar el baño —responde lentamente, con su mirada fija en mí.

—Bueno, este no es —chasqueo—. Está al otro lado del pasillo. Hay uno en la planta baja, también. Ahora por favor, sal de mi habitación.

Él solo sonríe y se adentra en mi habitación. Mi mundo entero se detiene en este momento. Es uno de esos momentos en que sabes que algo malo va a suceder, algo muy, pero muy mal. Howard se da la vuelta y mira mi pared.

—Bonitas pinturas, ¿Tú las hiciste?

—¡Sal de mi habitación! —gruño.

Obviamente ignorándome, sigue caminando por la pared. Poco a poco me abro paso en la dirección opuesta. Mi teléfono está en mi cama. Solo tengo que llegar a él. Howard llega a mi armario y baja la mirada a mis bolsas.

—¿Lencería? ¿Qué hace una chica como tú en una tienda de lencería?

—¡Sal de mi habitación! —grito, ahora aterrorizada.

Mis manos están sudando y mi cuerpo se queda congelado sin moverme. Sigo avanzado hacia mi cama. Probablemente no es la mejor idea, pero la puerta está demasiado cerca de él. Si simplemente puedo llamar, puedo pedir ayuda.

—¿Dónde está mi mamá? —pregunto finalmente.

—Ella fue a la tienda de licores.... así que estamos aquí solos.

Esto no puede estar pasando. Esto no puede estar pasando. Por favor, Dios.

—¡SAL... DE... Mi... HABITACIÓN! —grito.

Y en un segundo una mirada diabólica para por los ojos de Howard y sé que estoy en problemas. Salto a mi cama y agarro mi teléfono. Apenas lo tengo mis manos, antes de que sea enviado lejos de un golpe. Grito con toda la fuerza de mis pulmones. Siento a Howard dándome vuelta presionándome en la cama.

—No te muevas —susurra él.

Uno nunca entiende en realidad como va a ser ese momento, el momento en que todo va acabar. Apenas puedo respirar. Todo lo que me viene a la mente es Kent diciéndome que tengo que aprender a defenderme. Ese recuerdo de mí tomándolo en broma grita en mi cabeza.
Howard pone su mano en mi garganta y me sujeta en la cama. Hago mi mejor esfuerzo para quitármelo, pero él es más fuerte, pero cuando más lucho más me aprieta.

—¡¡Quédate quieta pequeña perra! —gruñe él.

Con la otra mano, empieza a halar mis pantalones. Ni siquiera sé que hacer. No puedo gritar, no puedo luchar y no quiero morir. Por favor Dios, ayúdame.

Él logra desabrochar mis pantalones y empieza a halar para abajo. No puedo respirar. Trato y no puedo. El mundo comienza a oscurecerse por segundos. Puedo sentir mis pantalones un poco más abajo. Solo pido que no me vaya a desmayar antes que suceda algo.

De repente, escucho:

—¿¡Qué diablos está pasando aquí!?

Girando para apartarse de mí, Howard dice:

—Nada.

Trato de quitar las manos que ya no están en mi garganta y jadeo. Mi madre entra en la habitación.

—¿¡Quiero saber que estabas haciendo!?

—Tu hija se me ofreció. Ella es un poco ofrecida.

—¡Lárgate! —grita mi mamá.

Ese cabrón me da una última mirada malvada y resopla:

—Como sea, no necesito a ninguna de ustedes. —Avanza y roza a mi madre.

—Mamá —por fin puedo respirar después de unos segundos—. Mamá.

Con una mirada venenosa, ella dice—: Nada de mamá. ¿Por qué tenías que ir y hacer eso?

Mi corazón se rompe.

—¿Qué? —apenas susurro.

—Tú piensas que eres tan caliente ahora —escupe ella—. Mírame. Mira lo joven que soy. Tengo un nuevo corte y ropa nueva. Soy tan perfecta. ¡No podías dejarme tener algo para mí! Simplemente tenías que venir y hacer alarde de todo lo tuyo. —Mi mamá baja la mirada— ¿Y qué es esto? Te preguntas por qué él piensa que eres fácil. Dejando bolsas de lencería por cualquier lado.

—Yo no hice nada —grito. Las lágrimas finalmente comienzan a caer por mis mejillas—. Mamá, no hice nada. Él simplemente vino aquí.

—Sí, claro —gruñe ella—. Apuesto a que lamentas que haya entrado aquí. ¿Qué diría tu novio, si supiera que te estabas lanzando hacia un hombre mayor? ¿Quién te querría ahora? ¿Quién querría tocarte después de que te lanzaste a un tipo como ese? ¡Nadie!

Enderezándome, me niego a llorar.

—No he hecho nada.

—Cállate Alex. Me voy al bar. Vete a la cama. No quiero verte la cara. —Ella se da la vuelta y cierra la puerta tras de sí.

Me deslizo de la cama y me agacho en el suelo. Mi cabeza cae en mis manos y quiero desaparecer. Mi mundo se ha ido. Todo se ha ido. Ella tiene razón. He sido muy estúpida. Arreglé mi cabello, me vestí de manera diferente y mira a donde ha traído.

Todo el mundo me verá diferente ahora. Ellos sabrán. Tengo que irme. Necesito alejarme de todo.

Gateando por el piso, agarro mi teléfono. Apenas levantándome, mis piernas se sienten tambaleantes. Me abrocho el pantalón y lloro. Lanzo mi teléfono, mi cuaderno de bocetos y la billetera en mi mochila. Mi cuerpo está temblando por los duros sollozos. Casi me caigo mientras trato de ponerme los zapatos. Agarro mi sudadera, me dirijo hacia la puerta, salgo de mi casa, de mi vida y de mi mundo.

The Art Of The Life - NiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora