Capitulo 30

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Mis ojos comenzaban a cerrarse involuntariamente y mi cabeza daba vueltas en círculos debído al sueño en el que estaba entrando. Mi madre se había ido a descansar justo cuando yo volví de mi paseo con Kleith, Benjamín debía volver a casa de Leyla para ver a sus hermanos y Jack había salído a desayunar. Agradecía demasiado todo el apoyo que me daban, e incluso sentía que estaban hacíendo mucho más de lo que deberían, pero no podía evitar sentírme muy bien teníendolos cerca a todos. Era como volver a unos años atrás, cuando pasábamos todo el tiempo juntos y nos divertíamos. Ahora volvía a sentír esa maravillosa sensación de no estár sola. Había tenído muchos años de esa mierda destructíva y ahora estaba felíz de tener una nueva oportunidad.
Me esfuerzo por tener los ojos abiertos y me cubro el rostro con las manos cuando me doy cuenta que estoy demasiado cansada para lograrlo. Sólo debo esperar a mi madre, ella volvería despúes del almuerzo.

-Debes estár agotada, la mentira eso es lo que logra.

Me enderezo de golpe al escúchar a Maybelline, la madre de Trevor. El sueño desaparece completamente cuando la observo bien, lleva su clásico traje sastre y su maletín relucíente. Sus ojos grises me miraron con rencor y su cuello estaba tan tenso, que temí por sus venas. Estaba segura del por qué había venido a verme, pero no me interesaba hablar con ella. Era una mujer que no le interesaba lo que sucedíera en la vida de su hijo, siempre y cuando no afectara su reputación, claramente yo estaba arruínando eso último con mis demandas.

-Me he enterado lo que sucedió con tu padre, una pena.- se encogió de hombros.- No creo que sea un buen momento para la conversación que quiero tener contigo, pero ya no tengo tiempo.

-Yo soy la que no tiene tiempo, no para lo que tengas que decírme Maybelline.- me levanto del sofá y me dirijo hacía el ventanal, ignorándola.

Puedo escúchar sus pasos detrás de mí, y rezo porque se vaya pronto. No puedo soportarla.

-Sabemos lo que has hecho y permíteme decírte que no tienes vergüenza, mira que demandar a mi hijo sólo porque te dejó...

-¿Qué?.- siento como la sangre abandona mi cuerpo.- ¿Eso fue lo que él te dijo? ¿Qué yo lo demandé por dejárme?.

-Así es, y es una estúpidez.

-¿Acaso esa fue la razón de mi demanda? ¿Eso decía, Maybelline?.- le pregunté ansiosa.- La única estúpidez aquí es que tu lo estés apoyando despúes de todo lo que ha hecho. Es tú hijo, lo sé, pero tu maternidad no debería cegar tú sentido de justicia para el que según estudíaste.

Me callo cuando noto que algunas personas nos miran. Maybelline niega con la boca hecha un nudo tenso y despúes chasquea la lengua con búrla.

-Quiero que quites la demanda, y pronto, porque de lo contrario...

-No lo voy a hacer, y quiero que tu y tú esposo sepan que voy a seguír con esto hasta el final, aunque ustedes estén hacíendo de todo para que no lo arresten.- la señalo acusadora.- Voy a hundír a tu hijo en una prisión.

-¿Y tus padres, Dani?.- ladea su cabeza.- ¿Qué va a pasar con ellos?.

Doy un paso hacía atrás como si acabara de golpearme y me sujeto el estómago con fuerza. La voz de Maybelline resuena en mi cabeza acompañada de la de Trevor, susurrando una amenaza en contra de mi familia, como él me había dicho antes. Me aterraba que los mencíonaran, cualquiera de ellos, me hacían sentír impotente. Sólo podía asocíar la voz de Trevor con el dolor fisico que me infligía casi a diario.
Limpié con rabia una lágrima que resbalaba por mi mejilla y despúes suspiré. En sus ojos sólo había placer, al darse cuenta que me había puesto nerviosa.

-No estamos solos.- susurré con la voz temblorosa.

-Pues, supongo que es cuestión de perspectíva porque yo aquí te veo sola.- miró a todos lados.

La imité y enseguida mi estómago volvió a doler. No estaba sola, yo no estaba sola, ellos estaban conmigo. Yo ya no estaba sola, nunca más.
Intenté calmarme de nuevo, oblígandome a recordar quiénes eran Maybelline y Quentin, los padres de Trevor. Lo que hacían y la clase de basura que eran capaces de hacer por conseguír lo que quieren. A primera vista, podrías jurar que eran buenas personas y unos excelentes padres, pero con sólo conocer a su hijo, no era difícil averiguar el resto. Eran una farsa.

-Debes pensar en ellos, debes pensar también en tí.- alargó su mano y sujeto un mechón de mi cabello.- Tal vez deberías ír a búscarlo y pedírle perdón. Eran una buena pareja, son el uno para el otro. Me parece que él estaba interesado en tener hijos contigo, sería maravilloso.

No puedo evítar hacer una mueca de asco y me alejo de ella como si me llenara de veneno. La sola idea de volver con Trevor me ponía enferma, porque sabía que no podría levantarme del piso por días.

-Deberías aceptarlo, al final de cuentas, mi hijo está en la habitación de tu padre, pidíendole su bendición.- soltó detrás de mí.

Me volví hacía ella y tuve que controlarme antes de saltarle encima. Debía estár bromeando, porque de lo contrario, iba a darme un ataque. Supliqué interiormente porque eso no fuera real, pero su mirada me déjaba en claro que si lo era.
Antes de que cayéra tirada sobre el suelo frío por híperventilar, comencé a caminar lentamente hacía el pasillo. No era momento de visitas, pero si él estaba ahí, quería decír que también me lo permitíran a mí. Y así fué. Cuando estaba cruzando el pasillo hasta su habitación, comencé a sentír la presión en mi pecho, por lo que comencé a correr como desquiciada. Ignorando los zumbidos de mis oídos y el cuerpo lleno de hormigueos.

-Por favor, no...- rezaba agítada.

Cuando abrí la puerta de la habitación, con la fuerza de un tornado, recibí un golpe muy fuerte en el rostro, hacíendo que cayéra ruidosamente sobre el suelo y silencíando todo tipo de sonidos en mi interior. Intentaba ponerme de píe, pero no podía, sólo veía fuego. Exhalé con desesperación y cerré los ojos con fuerza. No escuchaba nada, pero de pronto, hasta los pasos resonaban dentro de mi cabeza con un eco desgarrante. Oh, no. Él si está aquí.
Podía persibír su aroma a lícor y a tabaco, sus manos frías acariciaron mi rostro y me sujetaron con fuerza cuando intenté alejarme. Comencé a llorar en silencio cuando me dí cuenta que no podía levantarme y mucho menos defenderme. Estaba de nuevo en el suelo, casi inconsciente y con el imponente cuerpo de Trevor sobre el mío. Una vez más. Todo una vez más.

-Despúes de ésto, te veré en el Pier 57 at Hudson River Park.- su voz fue un susurro ronco.

Negué de nuevo y mi premio fue una arrastrada hasta el lado de mi padre. Luché desesperada para lograr hincarme y con la violenta ayuda de Trevor, caí sobre él.

-Estás advertída.

Solté un grito lastimero cuando sentí mi cuero cabelludo arder y mi padre comenzó a balbucear. De pronto, todo se quedó en silencio y lo único que escuchaba era el ya conocido sonido de la maquinita. Esa maquinita que escuché por primera vez en mi clase, en primer semestre. Ese sonido horrible que advertía una posible y dolorosa despedida. Un sonido para el que no estaba lista.

-¡Papá!.- logré gritar aterrada. No podía ver bien, pero podía escúchar y hablar.-¡Papá!.





Al Amor Que Dejé Atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora