Capitulo 3

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Y aquí estaba de nuevo, sentada en la banca que se encontraba frente al enorme ventanal de cristal con una taza de cafe caliente entre las manos para brindarme un poco de calor. Con mucho cuidado recorro mis costillas por encima de la bata y reprimo una mueca de dolor cuando rozo la zona afectada, necesitaré más medicamento si quiero que el dolor sea soportable.
Saco mi celular para distraerme un poco antes de que mi hora de descanso termine. Fotos, chistes, y una que otra información sobre la situación del país es lo único interesante que encuentro en internet por lo que decido volver a guardar el celular.

-¿Puedes creer que a la mayoría de chicas les derrite el acento inglés? ¡Dios Santo!.- se acerca Rose quejandose.- A mi no me parece para nada atractivo, incluso me da pereza.

Suelto una risita divertida cuando Rose hace una mueca exagerada de sueño y se sienta a mi lado pasandome una revista.

-He comprado esta revista para leerla en la madrugada, si leo durante la noche el sueño no se aparecerá.- sonríe victoriosa

Comienzo a darle un vistazo a la revista mientras sonrío burlona por sus cambios de conversación tan drásticos.

-¿No pensaste nunca en leer un libro de neurocirugia o algo así?.- elevo mi ceja con diversión

-Una revista de chismes de ves en cuando no hace daño.- me guiña un ojo.- Además, los libros pesados serán para el turno de mañana.

Me quedo paralizada al escucharla y comienzo a tomar con demasiada fuerza la revista.

-¿Te quedarás con el turno de noche de mañana también?.- pregunto aterrada

Rose parpadea confundida y asiente sin comprender.

-Me toca esta semana, ¿Porque?.- me mira atenta

Trato de respirar profundamente y finjo una sonrisa tan tensa que las mejillas me duelen. ¡Basta!.

-Sólo era una duda.- miro la revista

-¡Vamos, Dani!.- me da un golpecito en el hombro.- Al menos podrás estár más tiempo con Trevor, ¿No te pone eso feliz?

Me tenso enseguida y dejo la revista a un lado antes de levantarme.

-Si, claro. Debo seguir trabajando... te veo después.- me despido y entro corriendo al hospital antes de que Rose me pregunte otra cosa.

Camino y camino por los pasillos hasta llegar al dormitorio de la paciente Krugger, una mujer de sesenta años que se cayó de las escaleras hace dos días. Al verme sonríe y me hace un gesto para que me acerque a ella.

-Bonita Daniela, ¿Porque no has venido a verme? La chica que me ha cambiado la sonda ha sido muy brusca.- se queja

-Perdone, es que salí a comer.- me disculpo mientras reviso el monitor

-Estás muy pálida, ¿Seguro que comiste?.- me mira preocupada

Me remuevo incómoda y le sonrío tratando de calmarla.

-¿Daniela?

Me relajo un poco cuando el doctor Anderson entra a la habitación.

-Creí que ya habías salido.- me mira confundido y después le sonríe amable a la señora Krugge.

Bajo la mirada y siento como mis mejillas comienzan a arder.

-Estoy cubriendo a Grettel.- miento

Anderson frunce el ceño, todos sabemos que Grettel está de vacaciones, pero decide no preguntarme nada más y se acerca al monitor para revisarlo.

-Debo irme, pero después me pasaré.- me despido de la señora Krugger

-Adiós, bonita Daniela.- me sonríe

Salgo disparada de la habitación y decido ir a asistir a la doctora Shay, la jefa de residentes. Necesito mantenerme ocupada, muy ocupada. Como siempre.

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-Te veo mañana.- me despido de Rose en la puerta del hospital

-Cuidate.- me da un abrazo fuerte, haciendo que ahogue un grito de dolor.

Me suelta sonriente y yo camino lentamente hasta el estacionamiento. Me abrazo más a mi abrigo y me acómodo el gorro. Camino tan despacio hasta el punto de que parezca que en realidad estoy quieta en un solo lugar. Estoy cansada, fisícamente y mentalente, el hospital es desgastante, pero me encanta mi trabajo y no lo dejaría por nada. Además de que es el único lugar donde me siento segura, y me ayuda a mantenerme ocupada; ocupada para no pensar ni sentir.
Entro a mi auto y me tomo mi tiempo antes de arrancar y salir del estacionamiento.
Las calles de Manhattan son tranquilas a esta hora de la noche, tal vez porque es entre semana y no hay mucho que hacer.

-O tal vez sea yo la que ve tranquila la ciudad.- susurro abrumada

Definitivamente soy yo. Desde que volví a Nueva York todo ha sido tranquilidad, pero una falsa tranquilidad. Ya no es como antes, nada lo es. La presión en mi pecho me recuerda lo que he perdido, lo que he pasado y lo que jamás se irá. Sin darme cuenta las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas y trato de parar, pero no puedo. Acelero y la desesperación por llegar a casa se vuelve insoportable, sólo necesito llegar. El llanto no se detiene y solo logra que el vacío que siento en la boca del estómago sea más profundo, nada se ha ído. Han pasado tres años y nada se ha ído.
Estaciono el auto en la entrada de mi casa, al lado de la camioneta de Trevor y me bajo rápido para entrar a la casa.

-¿Daniela?

Trevor aparece en el pie de las escaleras, lleva sólo los pantalones de pijama y su cabello negro está alborotado. Sin dudarlo lo abrazo con fuerza, tomandólo por sorpresa.

-Sé que lo sientes, todo estará bien.- lloro desconsolada

Trevor me envuelve en sus brazos con fuerza y me da un beso tierno en la frente.

-Todo estará bien, pequeña.- me susurra al oido

Dejo que sus brazos me estrujen con fuerza apesar de todo. Porque no quiero sentir la soledad, no importa nada, nisiquiera que él sea el culpable del dolor; fisico y mental.

Al Amor Que Dejé Atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora