Capitulo 28

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Recuerdo la primera vez que me dí cuenta que Daniela tendía a morderse el interior de la mejilla, fue algo desesperante y extraño, porque no dejaba de hacerlo, por más que se lo pedía no paraba. Despúes de un tiempo me confesó que se trataba de un Tic nervioso y que era instintivo, por lo que no podía evítarlo. La ventaja, era que sólo le sucedia cuando estaba apunto de sufrir un ataque de pánico. Así que, cuando la vi morderse la mejilla, supe que algo no estaba bien.

-¿A dónde planeas llevarme?.- le pregunté confundido.- No luces bien.

Daniela me miro de reojo y siguió conduciendo como si no hubiera hablado. Su mejilla se hundió más cuando volvió a morderla con fuerza, apesar de que estaba poniéndome nervioso, no volví a hablar. Estaba demasiado concentrada, al punto que llegue a dudar de si estaba respirando bien. No se detuvo hasta que llegamos a Cross Bay Boulevard. Se estacionó al comienzo de la cuadra y soltó un suspiro mientras apagaba el auto. Observo todo con mucha atención, no suelo frecuentar ésta parte de la ciudad, o no que lo recuerde.

-Ven.- sale del auto y da un portazo.

La sigo enseguida, sin entender que se supone que está pasando. Camino a su lado hasta que se vuelve a detener frente a una enorme casa color amarilla. Toda la parte delantera está cubierta por una reja color negra, que permite ver todo lo que está dentro. Tienen un gran jardín lleno de flores, arbustos y árboles pequeños. Un Doberman corre de un sitio a otro, con una pelota pequeña en el hocico, haciéndola rechinar. Miró a Daniela y me quedo sorprendido al ver su rostro abatido. Era como si estuviera recordando algo muy triste, pero a la vez agradable. Era una mirada que jamás le había visto. Levanta sus ojos hacía a mí y se pasa la lengua por los labios, otra señal de su nervíosismo. Me sujeta de la mano con fuerza y puedo sentír como su cuerpo entero está temblando. Intenta sonreír, pero lo que le sale es una mueca desagradable.

-Quería hacer esto contigo.- susurra mirando hacía la casa.- Mira, justo ahí.- señala con la barbilla.

Sigo su mirada y me quedo perplejo al ver como un niñito pequeño sale de la casa, corriendo con todas sus fuerzas, apesar que a mi parecer, sólo camina rápido. Lleva unos pantaloncitos de deporte y una camisa pequeña con el rostro de Sherk. El perro le entrega la pelota y el pequeño la lanza en aire, cayendo a solo unos pasos de él. Su cabello claro revolotea en el aire cuando el niño comienza a brincar emocionado. Me acerco a la reja como una avispa a la miel y me quedo embobado, viendo al niño. Sé quién es, porque luce igual a una fotográfia que guardo en una caja especial de mis recuerdos de infancia. Es el bebé.
Un gran ladrido me despierta de la ensoñación y doy un paso para atrás, sujetando más fuerte a Daniela. El Doberman nos ladra furioso hasta que una pareja sale de la casa, corriendo como desquiciados.

-¡¿Y Seth?!.- grita la mujer de enormes ojos mirando hacía todos lados.

-¡Aquí!.- contesta el hombre de traje mientras levanta al bebé del piso y lo abraza con fuerza, dándole un beso en la cabeza.- Está bien.

-¡Oh, gracias mi Dios!.- suspira la mujer sonriendo, mientras se acerca a ellos.

Daniela me da un jalón en el brazo para llamar mi atención.

-Si quieres podemos írnos...- pude ver como le salían unas cuantas lágrimas.

Le paso el pulgar por la mejilla y trato de sonreírle, pero sé que debo tener la misma pinta que ella. Cuando déjamos de escuchar al perro, miramos de nuevo hacía la casa.
La mujer se acerca lentamente y nos observa con cuidado, demorándose más en mí. Sus ojos se vuelven aún más grandes de lo que ya son al reconocernos. Le da una mirada a su esposo y le pide que se acerque. Él lo hace, pero deja al niño cerca de la casa.

Al Amor Que Dejé Atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora