Decisiones

12 5 0
                                    

Esa mañana se levantó con la mente despejada, las ideas le rondaban por la mente sin vacilar un instante, parecía como si el reparar el cuerpo durante la noche, le hubiese cambiado la vida. Abrió la puerta del baño y detectó que no olía a nada, la colocó a la entrada de la puerta, mientras tanto se aseo y disfrutó de una larga ducha, mirándose al espejo, le pareció estar frente a otra persona, eso le gustó bastante. Todas las preocupaciones de la noche anterior habían desaparecido.
Se dirigió al camión portando la pesada mochila, se cercioró de llevar los guantes de piel puestos, también se había colocado una gorra de su equipo favorito, que su hija le había regalado por su cuadragésimo cumpleaños.
Llegó a la zona Del Río CORS en la parte donde corría más veloz la corriente, al abrir la bolsa, si emanó un olor nauseabundo, pero soportable, colgó en la mochila varias bolsas con piedras. La arrojó y vio como corría corriente abajo, miró a todos lados y el paraje se encontraba totalmente desierto. Llevó el camión de nuevo a la carretera principal, lo dejó en un estacionamiento, reservado para el descanso de los viajeros y volvió al lugar anterior, para deshacerse de todas las pruebas.
Borró todas y cada una de las pisadas de los neumáticos, volvió a echar un vistazo al agua, donde no quedaba restos de la bolsa de deporte. Orgulloso se puso en marcha.

–Larry te veo bien —lo recibió su compañero Ralf a su llegada al almacén de la empresa.
—Realmente lo estoy amigo mío. Estaba pensando que hace tiempo que no quedamos para pasar el día en la bolera —dijo estrechando su mano.
—Esta tarde no tengo pensado hacer nada, podíamos quedar alrededor de las seis —dijo Ralf mientras lo acompañaba a la oficina de Gordon.
A la hora salió de allí, con un sobre que contenía el adelanto, se guardó la mitad del dinero en el bolsillo y la otra mitad en su cartera.
Una vez en casa su mujer lo estaba esperando .

–¡Menos mal que has llegado!, he cogido cita para arreglarme las uñas –dijo Linda mirándolas.
—Sólo me ha adelantado un poco, luego me voy a la bolera con Ralf, ¿donde está Tiffany?.
—Espera ¿que te ha dado qué? —preguntó indignado, —¡maldito rácano!, cualquier día se irá al otro mundo y su dinero se pudrirá aquí.
—Por cierto hace poco me enteré que sale con una chica que podría ser su hija, le ha regalado un deportivo y la tiene nadando en oro —suspiró imaginando esa situación.
—¿Por qué has comprado una mochila nueva? —siguió preguntando Linda cuando esté se disponía para ir a la habitación.
—El viernes pasado salí a dar una vuelta mientras la chica de la limpieza limpiaba mi habitación, cuando regrese no estaba, me queje a la recepcionista y todavía no me han dado respuesta. En fin qué importancia tiene ,estaba vacía, y algo deteriorada —dijo inventando la historia al momento que la iba relatando.
—¿Quién querría robar una mochila?, supongo que lo harían por fastidiar —fumó una calada y prosiguió —conociéndote habrías dejado la habitación echa un desastre y se vengó de ti, para que llevases la ropa en las manos —la idea empezó a hacerle gracia y soltó una carcajada, Larry también se empezó a reír.
—Hola papá, ¿Puedo coger hoy tu coche necesito ir al centro comercial? —preguntó Tiffany que acababa de entrar en la casa.
—Claro, yo le diré a Ralf que venga a recogerme. No vengas tarde ya sabes, la gente tan rara que se mueve a esas horas —advirtió mientras depositaba un beso en su frente.
—¡Eres el mejor!, vendré a las once —dijo y corrió hacia su habitación dando saltos.

En los bolos se gastó la mitad de el dinero que le había pedido a su jefe, invitó a amigos que se encontró y bebió hasta hartarse. Luego él y Ralf pasaron por el centro comercial, se compró algo de ropa y se cortó el pelo. Se encontraba eufórico y no quería que ese día acabase nunca.
A la mañana siguiente el matrimonio estaba desnudo en la cama, los dos miraban hacia el techo.
—Larry te noto diferente —decía su mujer cuando se encendía un cigarrillo.
—Sólo me he cortado el pelo y te he hecho el amor después de dos semanas —dijo incorporándose de la cama.
—Será eso —contestó y luego suspiró, contemplando los círculos de humo que salían del cigarrillo.

Ya preparado para coger el itinerario, vio que le tocaba en la zona norte, y se le vino a la cabeza de volver a ver a Priscila. Creía que no tendría que volver allí, hasta el mes de septiembre, pero por algún motivo se había adelantado. De camino ensayó que le diría cuando descolgara el teléfono.
—Ejem.. Soy Larry¿ te acuerdas de mi?. No —se dijo —seguro que se acuerda, a pasado muy poco tiempo.
—Buenas, Soy Larry, pasaba por aquí, y he decidido llamarte, a ver como te encontrabas —demasiado formal a ese tipo de chicas, no le gusta que le hablen así.
—Hola, soy Larry, el cerdo que te zarandeo,¿ dónde podemos vernos? —esa le pareció más acertada, directo al grano.

Primero dejaría la mercancía, luego la llamaría. —Tendrían así  todo el día para pasarlo juntos, sin interrupciones —pensó, luego tiró del asa de la mochila y se la puso más a su alcance, sacó un frasco de perfume, que había comprado el día anterior y se echó una buena dosis del líquido. Desabrochó los primeros botones de la camisa, dejando al descubierto su pecho velludo. Se acercó a una gasolinera, echó unas cuantas monedas en una cabina situada en la fachada de ésta y marcó el número de la casa de la tía de Priscila:

—Sí, ¿quién es? —preguntó una mujer al otro lado del teléfono.

Espero unos segundo, trago saliva y aclaró su voz antes de continuar hablando, no contó con el hecho de que pudiera atender otra persona.

—¿Puede ponerse Priscila? —preguntó.
—¿De parte de quién ? —volvió a preguntar insistente.
—Larry,  soy un amigo que está de vacaciones en el pueblo —logró decir al final.
—Ahora mismo no está, le daré el recado cuando venga por aquí, aunque a decir verdad, no sé cuándo aparecerá, trabaja mucho, ¿sabe usted? —contestó la señora amablemente.
—Gracias de todos modos, ha sido usted muy amable —respondió él.
—No hay por qué darlas, lo haré con mucho gusto, adiós —dijo colgando el teléfono.

LA CARRETERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora