Más mentiras.

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Los golpes sonaron en los cristales, Priscila se asomó a ver, allí estaba Larry esperando que le abriese la ventana para entrar. El edificio sólo tenía dos pisos, aunque le costó subir al final lo consiguió.

–No vuelvas a hacerme esto –dijo rompiéndole la camiseta que llevaba puesta.

El choque del cabecero se escuchaba por todo el edificio, la camarera de pisos, clavó la oreja en la puerta al pasar, avisó al recepcionista que se presentó en la habitación.

–¡Abra!, los clientes se han quejado del ruido –ordenó el recepcionista.

–Ya va –dijo colocándose la camisa de Larry.

–A que se debe tanto escándalo, no tengo ni idea, yo ahora mismo iba a ducharme –dijo abriendo la camisa y dejando su cuerpo al descubierto.

El hombre se quedó boquiabierto y ella cerró la puerta, Larry y ella se murieron de la risa.
Tumbados en la cama él empezó a decir;

–¿Cómo has averiguado dónde vivía? –preguntó inquieto.

–Soy una chica lista –dijo ella acariciando los vellos de su pecho.

–Contesta de una vez –dijo en tono autoritario.

–Está bien, a veces me das miedo –prosiguió

–La última vez que estuvimos juntos, busqué en tu cartera –confesó un poco temerosa.

–¡Maldita niñata! –dijo apartándose.

–Ahora me iré y no nos veremos más, si no quieres –dijo ella enfadada.

La cogió por el cuello y la levantó unos centímetros en el aire, cuando la soltó la chica se tocaba la garganta asustada.

–Ni se te ocurra dejarme –dijo en tono melancólico agarrándose a la joven.

Ella le acarició el cabello mitad conmovida mitad acobardada.
Horas más tarde la llevó en su coche a la estación de autobús y le compró el billete de regreso.

Entró en su casa con pisadas sigilosas, hasta llegar al dormitorio. En este, Larry tenía una caja, que guardaba cosas personales y guardó junto a ellas su cartera.

–¿Larry? –preguntó la mujer abriendo la puerta del dormitorio.
–¿Cuándo has llegado?, no te oído entrar.

–No vas a creer lo que ha pasado, he ido a comprar semillas como te dije y no encontraba mi cartera, me la han debido de extraer del bolsillo, mientras cogía las cosas –relató totalmente convencido.

–¿Cuánto dinero llevabas? –preguntó.

–Todo lo que tenía, no se que vamos a hacer –dijo sentándose en la cama y llorando.

–No te pongas así Larry, ya buscaremos la manera de arreglarlo, le pediré dinero a mi hermana, limpiaré la casa de Denisse, yo que se –dijo pensando.

–Con lo felices que estamos pasa esto, no puedo creerlo.

–¿Has ido a la policía? –siguió preguntando

–Para que, son unos completos imbéciles –dijo pensándolo francamente.

–Puede que alguien encuentre la cartera y te la devuelva, normalmente la tiran después de coger el dinero, hay que cancelar la tarjeta.

–Eso ya lo he hecho y el dueño de la tienda también sabe lo ocurrido, si la encuentra me llamará –dijo Larry contento con su convincente relato.

LA CARRETERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora