El descanso.

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Todo el camino en el autobús hablaron de sus vidas, Larry le explicó sus días de trabajo, de cuando podían quedar, ella le extendió un cuadrante de sus clases particulares y sus días de estudio. Una vez en la puerta la chica llamó al timbre y Larry se alejó para que la madre de Sara no lo viese.
Se dirigió a su casa muy contento, saludando alegremente con cualquier persona que se cruzaba, arrancando florecitas de los patios de las casas que sobresalían por las rejas.

–Me ha sentado genial dar una vuelta —dijo, saludando a su mujer –no sé me siento vivo.
—Menudas tonterías dices, a mi me parece que te ha dado mucho el sol —dijo volviéndose hacia el televisor –¿trajiste el pan? — preguntó mirándolo de nuevo.
—Ni siquiera he entrado al super, he estado tomando algo y dando un paseo por las tiendas —contestó felizmente.
—Tú, como siempre, nunca te acuerdas de nada —dijo confusa con el comportamiento de su marido.

Larry abrió una cerveza y se sentó al lado de su mujer a beberla, puso los pies encima de las rodillas de ella y le pidió que le quitara los calcetines y le hiciera un masaje.

–Estas todo el día ganduleando y ahora me pides que sea tu criada —dijo ella procediendo a hacerlo de mala gana.

El apenas escuchaba su voz, pero no entendía nada de lo que decía, sumido en sus pensamientos, triunfante de el día que había pasado con esa chica, y pensando en lo próximo que haría con ella.

–¿Crees que Tiffany estará por hay con Sara? — preguntó sabiendo la respuesta.
—No creo, Tiffany me comentó, que últimamente, esta que no quiere salir y ella ha tenido que echarse otros amigos —contestó sin prestar mucha atención.
—Sara ¿tenía unos cuantos años más que Tiffany no?.
—Si, esa chica tiene dieciocho, ¿pero eso qué tiene que ver, para que no salga? —preguntó parando de hacer el masaje.
—Pues que supongo que es más responsable que nuestra hija —dijo moviendo los pies para que continuase.

Aproximadamente una semana después Larry no tenía que trabajar por tres días, y fue a la puerta de la casa de Sara, para verla antes de que se fuese al instituto.

—Dios Larry, que susto me has dado —dijo la chica sorprendida, aquella mañana.
—Tenía ganas de saber cómo llevas la semana —por un instante le entraron ganas de besarla pero se retrajo.
—Bien como siempre, hoy tengo una hora libre nos vemos en el French y conversamos, ahora tengo que irme o perderé el autobús —dijo la chica corriendo hacia la carretera, mientras Larry se quedaba embobado con la falda vaquera que llevaba, dejando al descubierto sus bellas piernas.

Larry salió de su casa con la excusa de que a partir de ahora haría deporte, todos los días que estuviese libre, así que cuando la chica desapareció de su vista, se puso a correr, hasta el muelle. Luego utilizó algunas máquinas que había colocadas para uso público e hizo tiempo hasta la hora de ir a verla.
Antes de ir a la cafetería donde había quedado, se paró en una librería y le compró un libro, ella la semana anterior le había comentado que leía novela romántica.

–Tu hija hoy en la clase apenas me ha mirado — se quejó la chica tomando asiento.
—Esta semana apenas he hablado con ella, pero ... —lo interrumpió.
—No lo hagas, prefiero tenerte a ti de amigo, las chicas no me aportan nada, en cambio tú me estás ayudando mucho —contestó cogiendo su mano, la cara de Larry se iluminó.
—Me he atrevido a comprarte esto —dijo mostrando el libro de portada de flores.
—Gracias, estaba loca por leerlo, es mi autora favorita —contestó sonriendo.

La hora terminó, Larry pagó la cuenta, se despidieron en la puerta de la cafetería y cada uno tomó una dirección.

LA CARRETERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora