LA CARRETERA

Día de biblioteca.

Como un colegial, entró en la biblioteca y se sacó el carnet, le preguntó a la dependiente dónde se encontraban los libros de mecánica, para hacerse el interesante, puso dirección al departamento que le indicó el hombre, que lo seguía con la mirada, oculto detrás de sus grandes lentes.
Larry cogió un libro, sin ni siquiera mirar la portada, se sentó y lo abrió disimulando, sin quitarle atención a la entrada.

—Papá — dijo una voz de detrás de él.
—Cariño qué alegría de verte —contestó este enormemente sorprendido.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó la hija, ojeando el libro que se encontraba encima de la mesa. —No tenía ni idea de que te gustase leer.
—Me ha entrado curiosidad por arreglar mi coche —dijo improvisando.
—Pues con el libro que has cogido no vas a poder —dijo la chica riendo.

En ese momento entró Sara por la biblioteca, cargada con libros que tenía que devolver, se dirigió a recepción y el dependiente la atendió, Larry deseo que su hija se fuera, pero se sentó con unas amigas, no muy lejos de él.
Se levantó inquieto, sin saber qué hacer, dando vueltas para ver donde se sentaba Sara. La chica buscó con la mirada, por si lo veía, pero al no verlo, se puso a estudiar.
Larry como pudo, empezó a irse del lugar donde estaba Tiffany, moviéndose por las diferentes estanterías,

—¿Ha encontrado lo que buscaba? — preguntó el hombre al verlo en otra sección. Larry se volvió asustado.
—Si, muchas gracias, ahora estoy mirando uno de plantas para mi mujer —contestó cogiendo uno que ponía jardinería para principiantes en la portada.
Luego se sentó y desde allí observó a Sara, otra vez sus ojos se desviaron hacia sus piernas, embobado perdió la noción del tiempo.

—¡Papá...papá! —gritó la chica, toda la sala incluido el bibliotecario pidieron silencio. Sara al escuchar la voz de Tiffany, se dio la vuelta y vio a Larry , al cual saludó con una gran sonrisa.
—Lo siento, estaba pensando —dijo este aturdido.
—Nos vamos, luego nos vemos en casa —contestó la chica en voz baja, para no ser regañada de nuevo.

Larry aprovechó y le hizo un gesto a Sara de que lo siguiese, los dos se encontraron lo más lejos que pudieron de las miradas de los demás.
—Creía que no vendrías —dijo la chica dándole la mano, a través de una estantería.
—Yo nunca falto a mi palabra —contestó.
—Por poco nos pilla tu hija, aquí no podemos quedar —contestó acercándose más a él.

Larry no pudo contenerse y le dio un beso en los labios, la chica no opuso resistencia.
Un chico pasó entre ellos, buscando un libro, lo que hizo que los dos se separaran de inmediato.
—Ven mañana a mi casa a las seis, estaré sola —dijo la chica marchándose a su mesa y recogiendo los libros.

Larry asintió con la cabeza, no lograba articular palabra, estaba entusiasmado viviendo una segunda adolescencia.