Siguiente víctima.

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Ese mes hacia un calor sofocante, Larry llevaba el aire puesto, pero apenas lo notaba. Paró en un parque desolado donde unos cuantos fresnos le proporcionarían sombra, abrió un refresco y se sentó debajo de estos. Le sobraba mucho tiempo y se quedó un buen rato observando el lugar, le dio mucha tranquilidad, el verlo tan desierto, se le antojó que sería un lugar ideal para enterrar un cuerpo, se paseó, comprobó la tierra y se dio cuenta que era fácil de cavar. Se extrañó de la sensación que le invadió por unos momentos, como un cazador cuando se encontraba preparado para cazar a su víctima.
Hizo el reparto pertinente y le preguntó al dueño del almacén, si por allí cerca había una ferretería. El hombre le indicó el lugar, éste se lo agradeció y siguió su camino.
Compró una pala y varios útiles para jardinería, hizo al dependiente varias preguntas de cómo instalar un grifo en el jardín y cosas por el estilo, luego guardó todas las cosas en el camión y buscó alojamiento.
Empezó a dar vueltas en la cama sin poder dormir, se le ocurrió ir a beber algo y buscar a su próxima víctima.
Fue conduciendo de manera tranquila, observando todas las gasolineras que veía a su paso, vio tres y no encontró a nadie sólo por allí, pensó que no tendría suerte y se paró en un bar, en el que vio gente en la puerta. Al entrar le sorprendió de que hubiese tantas personas. Dentro había una pequeña pista con algunas parejas bailando, se sentó en la barra pidió una cerveza y se quedó mirando como bailaban. A su izquierda había una pareja joven discutiendo, ella se largo y el chico se quedó bebiendo, le pareció que tendrían la edad de su hija.

–Lo siento, soy Alan y no he podido evitar escuchar –dijo  Larry, estrechándole la mano.

–Lo imagino, soy William, encantado –dijo estrechando su mano también.

–A las mujeres no hay quien las entienda –dijo invitándole a una copa.

–Eso mismo decía mi padre –contestó el chico aceptando la invitación.

–Imagínate yo estoy casado, tengo una hija y una amante, no se como no me han vuelto loco, aunque lo intentan, no te creas –dijo sin llegar a entendérsele muy bien.

–Guau, no se como puedes hacerlo –contestó éste fascinado.

–A mi hija le gustarías, tengo una foto en el camión de ella luego si quieres te la enseño.

–Claro, no creo que vuelva con Tina –dijo aceptando otra ronda.

–Tienes cara de buen chico seguro que no le has hecho nada para que te deje.

–La he dejado embarazada y le he dicho que aborte –hizo una pausa y luego continuó –ella ha dicho que ni hablar, que lo tendrá sola.

–¿Cómo has hecho una cosa así?, pobre chica –dijo tomando un chupito, que les invitó el camarero.

–Mis padres me matarían si se enterasen, han pedido dinero para que pueda estudiar –dijo tocando el borde del vaso.

–Bueno ya está hecho, de nada vale lamentarse.

–Tengo que irme es muy tarde –dijo el chico mirando su reloj.

–Te voy a enseñar la foto  de mi hija, seguro que te gusta y luego te vas, espérame en un camión que hay fuera, mientras yo voy al baño –dijo señalando el camión que se veía a través de los cristales.

–¿Cuánto le debo? –preguntó al camarero

–Sesenta dólares con cuarenta y tres –respondió.

Cuando Larry ponía el dinero en la barra el hombre le recomendó que no condujera en ese estado, pero Larry no le contestó. Dejó propina y se marchó.
Le costó un poco llegar al camión, no vio al chico. Miró por todas partes y pensó que se había largado.

–Bah, de todos modos estoy muy borracho –pensó mientras se tambaleaba y por poco se cae.

Cuando subió al camión, William ya estaba sentado.

–Has tardado mucho, por poco me quedo dormido.

–¡Estás aquí, creía que te habías ido! –dijo con grata sorpresa.

–Mi casa está aquí cerca, no hay prisa, ¿dónde está la foto?.

–Creo que la he dejado en casa,  mejor por qué no vienes a conocerla en persona –sugirió Larry.

–Eso estaría mejor, ¿dónde vives?.

–A tres cuadras de aquí –dijo éste poniendo en marcha el vehículo.

Larry se paró en el estacionamiento del hostal, esto al chico le pareció muy extraño, así que intento abrir la puerta del camión para marcharse. Éste le detuvo dándole varios golpes contra el salpicadero, hasta dejarlo inconsciente. Luego se fue a su habitación, descolgó la cortina del baño y volvió a salir.
Las habitaciones daban a la calle, y no estaban conectadas con recepción. Aunque desde la calle, Larry vio al recepcionista de turno dormido.
Colocó la cortina alrededor de la cabeza y la apretó en el cuello haciendo un fuerte nudo, a continuación lo ató de pies, manos y lo colocó en el suelo del camión.
Le costó mucho esfuerzo atarlo, debido a su embriaguez. Entonces optó por irse a dormir. Solo tuvo que tumbarse para que esto sucediera.
A las cuatro de la madrugada dio un salto de la cama, cogió la mochila, entregó la llave y se montó en el camión, miro y respiró aliviado de que aún seguía ahí.
Condujo hasta el parque, se aseguró que no hubiese nadie y agarró la pala, al principio le costó un poco pero una vez que removió la tierra le fue más fácil, estaba agotado y sudando cuando transportó el cuerpo del chico, la zanja no la hizo demasiado profunda, pues sino, no le quedarían fuerzas para taparlo pensó. Las manos le temblaban y la pala cada vez le pesaba más, se tiró en el suelo a descansar un rato. Hasta que por fin lo cubrió del todo.
Con las manos llenas de arena y surcos de sudor por toda la camiseta, se fue a buscar un bar abierto. Encontró una pequeña cafetería, al final de la carretera. Solo había dos personas tomando café, pidió uno y entró en el baño con la mochila para lavarse y cambiarse.

–¡Qué día tan caluroso! –dijo nada más sentarse, a la camarera que le servía el café.

–Y que lo diga, hacía tiempo que no teníamos estas temperaturas, ¿es usted de Fred? –preguntó mientras le daba la cuenta a la otra mesa.

–No, estoy aquí por trabajo simplemente.

–Pues que pase un buen día –dijo la chica retirándose.

–Igualmente –contestó éste.

LA CARRETERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora