Obsesión.

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Linda estaba limpiando el salón cuando llegó su marido, se había puesto guantes y llevaba un spray que rociaba por todas partes, Larry no recordaba haber visto a su mujer limpiando tanto nunca, siempre se la pasaba sentada viendo la televisión y comiendo. Los muebles siempre estaban llenos de polvo, y las paredes amarillentas y manchadas del humo del tabaco.
—¿Tenemos visita? —preguntó la escena le hizo gracia.
—Dentro de dos días es el cumpleaños de Tiffany y quiere celebrarlo aquí con sus amigos —dijo pasando un trapo verde por el sillón.
—Creí que celebrarlo le parecía de niña pequeña.
—Pues ahora quiere hacer una barbacoa —dijo mientras paraba para dar una calada. —mañana tendré que ir a comprar carne y demás, así que dame cien dólares.
—Luego, ahora me voy a la ducha, que no te imaginas como he sudado —dijo quitándose la sudadera.

Se puso delante del espejo a mirarse, metía la tripa para verse más sexy,  buscó en el armario ropa que le hiciese más juvenil. Después de mucho probarse prendas, cogió un vaquero y una camiseta de rayas, junto con unas deportivas blancas que hacía tiempo que no usaba.

–¿Dónde vas a estas horas y sin cenar? — Preguntó haciendo la cena.
—Ralf y yo hemos quedado para tomar algo —dijo apresurándose a salir.

Llegó a la casa de Sara y vio una luz encendida en la parte de arriba, supuso que era su dormitorio, toda la parte de abajo de la casa pertenecía a oscuras, y en el porche no había ningún coche aparcado. No se atrevía a llamar, por si estuviera la madre, pero se moría de ganas por verla. Así que optó por lo que hacen en las películas, de tirar piedras a la ventana, le pareció cursi y se sintió como un estúpido adolescente, al cabo de diez minutos, estaba desilusionado, y vio que la puntería no era lo suyo. La chica abrió la ventana y se asomó, había funcionado pensó:
—¿Qué haces aquí, Larry? es tarde — preguntó la chica susurrando.
—Tenía que verte, tienes que ayudarme estoy muy confundido con mis sentimientos —dijo este inquieto.

En cinco minutos la chica abrió la puerta, y le hizo pasar, la casa estaba silenciosa y oscura, la chica lo condujo a la parte de su dormitorio sin apenas encender las luces, Larry solo llegó a ver lo que la iluminación de la calle le permitía a través de las ventanas. Su dormitorio estaba lleno de póster con fotos de chicos famosos, en la pared de la entrada estaba colocada una estantería de madera de pino con diversos libros y fotografías, todo el mobiliario estaba conjuntado, las puertas de los armarios tenían espejos y Larry se miró un instante para ver que seguía igual de bien. En el escritorio había un libro abierto, bolígrafos y una libreta escrita al lado, la chica fue hasta allí y cerró el libro, se sentó en la cama y le hizo un gesto a Larry para que la imitase.
—¿Dónde está tu madre? — preguntó Larry sentándose a su lado.
—Ya te comenté, que sale con alguien, no llegará hasta tarde, o puede que duerma fuera, no lo sé —
El rostro de sorpresa de Larry delató sus intenciones.
—No sé como decirlo, pero me gustas mucho —dijo cogiendo su mano.
—Yo también siento algo por ti, pero.... —dijo parando de hablar, pensando con detenimiento lo que diría.
—Pero eres amiga de mi hija, soy muy mayor... — hizo una pausa y prosiguió sin dejarla expresarse — Todo eso lo sé, pero desde el otro día no he dejado de pensar en ti, iremos al ritmo que tú decidas, no hay prisas.
—Nunca he tenido novio —dijo la joven avergonzada.

El rostro de Larry se iluminó, y sus ojos se abrieron expectantes, pensaba que era una chica tímida y algo cohibida, pero nunca imaginó que fuese casta. Cosa que le gustó enormemente, su cara irradiaba felicidad.

–Debo irme mañana tienes que madrugar, te espero en la biblioteca, así nadie sospechará nada —dijo Larry besando su mano.

La chica se quedó encantada de que un hombre le diese tanto afecto y le prestara tanta atención. Se tumbó en la cama escuchando cómo Larry se marchaba. Luego se durmió pensando en él.
Larry se colocó el pijama y se metió en la cama, Linda lo esperaba en ropa interior, él la miró y sintió asco, pero tuvo que poner cara de entusiasmo. Le hizo el amor con los ojos cerrados pensando en Sara. Terminó lo más rápido que pudo y se quedó dormido en el apto, soñando con volverla a ver.

LA CARRETERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora