Objetos secretos.

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–Por qué has tardado tanto? –preguntó Linda nada más verle entrar.

–Por lo menos podías saludar y agradecer que aparezco por la puerta –dijo soltando la mochila en el suelo de la cocina.
–¿Me puedes decir a quién pertenece estas cosas que tienes en la caja? –preguntó enseñando un llavero y el pintalabios.
–No tienes porqué registrar mis cosas, son cosas de mi familia, las conservo desde hace tiempo –dijo quitando la caja de su mano.
–¿Y por qué las guardas y nunca me lo has dicho? –preguntó cambiando el semblante.
–Ya te conté que mi madre nos abandonó a mi padre y a mi cuando era pequeño, sólo se dejó un pintalabios y poco más, es lo único que me quedó de ella –contó con lágrimas en los ojos.
–Lo siento Larry, no tenía ni idea –dijo abrazándolo.
–Es que primero lo de mi enfermedad, después lo de Alan –siguió diciendo.
–¿Alan?, ¿qué tiene que ver? –preguntó Larry.
–Lo sé todo, no tienes que seguir mintiendo, Ralf le dijo a Claire que no existe nadie con ese nombre –contestó contenta de haber cogido la mentira.
–Si te mentí, perdóname, pero quería pasar unos días sólo y sin trabajar, eso es todo.
–Podías haberlo dicho, ahora me costará creerte –contestó Linda mirándolo seriamente a la cara.

Larry se fue a su habitación, diciendo que le dolía la cabeza y que no quería cenar que le dijese a Tiffany que se encontraba mal y necesitaba dormir.
Guardó la caja debajo del canapé metida en una bolsa de toallas, para que no volviera a encontrarla.
Mientras estaba tumbado en la cama pensaba que se había librado por los pelos, ahora debería andarse con cuidado de no volver a mentirle.
Esperó a que Linda se acostara para ir al salón, allí con mucho sigilo descolgó el teléfono y marcó el número de Priscila, sin quitarle ojo al pasillo.

–Menos mal eres tú, creí que tendría que hablar otra vez con tu tía –dijo Larry respirando aliviado y en tono de voz muy baja.
–¿Estás aquí?, quiero verte –preguntó impaciente la chica.
–No, te llamo desde mi casa, te echaba de menos.
–Si vinieras el mes que viene, mi tía se va unos días a casa de unos parientes, tendríamos la casa para nosotros solos –dijo con voz sensual.
–Intentaré hacer algo, necesito estar contigo –confesó.

Los dos hablaron durante largo rato. Cuando Larry colgó el teléfono estaba profundamente excitado, esperó en el salón a que se le pasara y luego fue a acostarse.

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