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Le daban el nombre norteño de berserker con toda razón. Katniss estaba acostumbrada a los juegos de combate, a las innumerables justas y torneos a los que había asistido, para celebrar distintos acontecimientos, desde bodas hasta la llegada de legaciones extranjeras. Una plaisance, unos juegos corteses, como le había prometido Lancaster. Pero con sus armas de combate romas, el Caballero Verde luchaba como si su intención fuese matar.

Katniss lo había acompañado al último lugar en las lizas y había esperado hasta que se formaron dos hileras enfrentadas de corceles y caballeros, con sus gallardetes ondeando sobre las crestas fantásticas de los yelmos, adornados con cornamentas de ciervos, grifos y demás bestias fabulosas, como si cada uno de aquellos hombres buscase exhibir sobre su cabeza un ser de pesadilla más terrorífico que el de su vecino. Por el espacio vacío entre las dos hileras condujo a su Caballero Verde; cuando llegó al centro se detuvo para recibir unos tibios aplausos dispersos. En el momento en el que soltó las riendas del caballo, un par de pajes con libreas de la casa de Lancaster se apresuraron a acercarse a ella, la tomaron de la mano y la acompañaron hasta su asiento en el échafaud, debajo de donde se encontraba el príncipe Eduardo en un diván cubierto de rojas colgaduras en lo alto de las gradas. Katniss dedicó una profunda reverencia al príncipe y a la princesa, y a continuación tomó asiento junto a la silla vacía del duque.

No iba a ser una refriega a la antigua. Junto al grueso portón que daba paso al inclinado campo, sobre un monumento de piedra rojiza, estaban las enseñas de los participantes. Al entrar, cada uno de los caballeros había golpeado el escudo elegido para dejar así constar su desafío; el escudo verde blasonado con un halcón plateado mostraba tantos golpes de espadas y lanzas, que la madera era visible a través de la pintura. No todos los caballeros habían tocado aquel escudo; muchos habían alzado las armas para golpear el halcón, pero en el último instante se habían refrenado, se habían inclinado lentamente ante Lancaster y habían acabado golpeando las armas de otro caballero.

Pero incluso así, había al menos una veintena de rivales, aparte del propio duque, quien también había dejado señal de su deseo de pelear para lograr el favor de Katniss. Las trompetas sonaron, y las lizas quedaron vacías, con la excepción del enjambre de sirvientes de Lancaster y del paladín de la princesa con su único acompañante. Cuando el Caballero Verde llevó el caballo hasta su posición, comenzaron los gritos. Tal vez no se atrevían a burlarse abiertamente de Katniss, pero, por lo que parecía, su paladín resultaba una presa fácil.

La multitud, sin excepciones, estalló en frenéticos vítores cuando el duque pasó a caballo para colocarse en posición, rodeado de pajes y escuderos. El Caballero Verde no dio señal alguna de percibir ni los aplausos ni las mofas; apoyó la lanza en tierra y deslizó las pihuelas de Gryngolet de la punta. El mariscal de campo aceptó la responsabilidad de la prenda de Katniss y volvió cabalgando al échafaud. Cuando le entregó las pihuelas a la dama, los dos caballeros levantaron las lanzas en saludo.

Katniss obsequió a su paladín con una inclinación, e hizo caso omiso de Lancaster.

Sonaron las fanfarrias. Las lanzas apuntaron a tierra. Ambos caballos entraron en movimiento; el del Caballero Verde se echó un poco hacia atrás para volver a plantar las patas con fuerza sobre el terreno cuando el de Lancaster se acercaba ya al trote. El caballo levantó la grupa y salió al galope. El corcel zaino de Lancaster igualó sus zancadas y el sonido de los cascos se elevó sobre las gradas y la multitud.

Un instante antes de producirse el impacto, el Caballero Verde se deshizo de su escudo. El rugido de la muchedumbre apagó el sonido de las lanzas al entrechocar. La de Lancaster rebotó y salió por el aire, junto con las astillas rotas de la de su oponente. El Caballero Verde se detuvo al final de las lizas con una lanza de torneo medio destrozada en la mano.

Por ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora