27 (Final)

498 40 5
                                    

Bueno hemos terminado otra historia, la verdad a mí me atrapó esta historia desde el principio y a pesar de que no termina como la mayoría de su género me encantó ese lado crudo de la humanidad, tanto en la época medieval como se vive hoy en día. La historia se llama "Por el Corazón de mi Dama" y la autora es Laura Kinsale.

Capítulo 27

El murmullo de numerosas voces apagadas subió hasta ellos por la escalera. Peeta sintió la mano de Katniss en la suya, más fría que los muros de piedra. Se detuvo en la escalera y la tomó entre las suyas para infundirle calor. Apenas podía distinguir su rostro en la penumbra.

Katniss se apoyó en él durante un breve instante y después continuó el descenso. Al llegar al pie de la escalera, se detuvo y dirigió la mirada al gran salón.

Todos los allí reunidos enmudecieron de inmediato. A la luz de las velas, Gian Hawthorne yacía sobre un montón de paja, con tan solo el suelo de piedra bajo él. Tanto su piel como sus ropas eran muy blancas; ya lo habían convertido en una efigie con rasgos dibujados en negro y adornos dorados. Un sacerdote estaba arrodillado a su lado, mientras que los demás habían dejado espacio alrededor del cadáver y estaban agrupados en los rincones y a lo largo de las paredes, a excepción de Gale.

El joven estaba de pie junto al cuerpo de su padre como un lobo blanco que protegiese a su amo. Peeta no se había dado cuenta hasta ese momento del gran parecido que guardaban ambos. Con su fría palidez, Gale era el fiel reflejo de su padre: más joven, más apuesto y de rasgos más perfectos. Todavía llevaba la librea blanca con rastros de humedad, como si a nadie se le hubiese ocurrido que se cambiara.

Bajo las vigas pintadas de rojo y dorado, y contra el oscuro suelo de pizarra, Gale, Hawthorne y el sacerdote parecían salidos de una escena de un auto sacramental, salvo porque la expresión del rostro de Gale no tenía nada de teatral. Sus negros ojos se dirigieron hacia Katniss y la observaron cuando ella dejó a Peeta junto a la celosía y atravesó la estancia.

La princesa se detuvo ante el muerto y lo contempló durante largo rato. El sacerdote musitó sus plegarias. Peeta no podía ver la cara de Katniss.

Un grupo de hombres de Hawthorne aguardaba detrás de Gale. La mayor parte del séquito de Katniss estaba reunido cerca de Peeta, en el otro extremo del salón. Separado de todos ellos había un inglés, acompañado de otro hombre, que sin duda era un escribano por el pergamino y la pluma que llevaba. Muchos lugareños se amontonaban ante la puerta abierta que llevaba al corredor, chismorreaban y se mandaban callar los unos a los otros, al tiempo que sus miradas se posaban más en Peeta que en el difunto.

Peeta les hizo un gesto con la cabeza para que se marcharan. Los de delante trataron de obedecerle, pero los que estaban tras ellos los empujaban y no les dejaban. Katniss se volvió y miró hacia todos aquellos curiosos que murmuraban entre sí.

—Cubridlo con una mortaja —dijo. Dirigió la mirada a sus doncellas y les habló en italiano. Una de ellas hizo una reverencia y salió rápidamente de la estancia, pasando junto a Peeta.

—Mi señora —dijo en un francés educado el caballero inglés; luego dio un paso adelante, hincó una rodilla en tierra y se irguió de nuevo—, os presento mis respetos. Soy John de Langley, juez de paz de su majestad el rey.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Katniss, irguiendo la barbilla—. ¿Cómo murió?

—Señora, yo...

—Cayó de nuestro bote al río —dijo Gale en voz alta y fría, interrumpiendo al juez. A continuación, la desesperación pareció apoderarse de él—: Mi señora, yo traté de salvarlo. ¡Lo intenté!

Por ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora