Capítulo 22. Una desafortunada confesión

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Día 28 de abril de 2018.

Ian Grant había vuelto a la comisaría. Después del descubrimiento de Reidar Dever, el inspector necesitaba centrarse. Frente a la pizarra del caso se quitó las gafas, se frotó los ojos y respiró profundamente tres veces. Una... dos... tres. El inspector volvió a colocarse las gafas y miró la pizarra.

Al principio el caso parecía "sencillo": un muerto asesinado con una pistola por venganza. Eso era lo que la situación del caso revelaba hacía apenas 3 días. Sin embargo, ahora todo se había vuelto mucho más complicado. Lo que parecía ser un sentimiento vengativo arremetido contra una única persona, había derivado en el asesinato de dos hombres, de la misma familia, de la misma forma y por un asesino que, si no se le paraba, probablemente seguiría matando.

El forense Dever le había comunicado que los dos muertos habían sido envenenados con lo que parecía ser adelfa. ¿Qué razón tendría el asesino para envenenarlos si luego iba a matarlos de un balazo?

Algo se había encendido en la cabeza del inspector Ian Grant. Se giró rápidamente y se sentó en su mesa. Empezó a revisar todas las carpetas y encontró lo que buscaba en uno de los testimonios de los familiares de Edgar Fitzgerald. Todo parecía encajar. Ahora solo necesitaba llamar a aquella persona a comisaría. El caso podría estar definitivamente resuelto. Pero antes debía cerciorarse de la posibilidad que rondaba su cabeza.

-Señora Fitzgerald.

-¿Inspector? ¿Qué necesita?

-Primero permítame darle mi más sincero pésame y segundo disculparme por no poder ir a verla en estos duros momentos pero mi prioridad ahora es encontrar al asesino de su marido y de su hijo.

-No se preocupe, inspector. Lo entiendo.

-¿Recuerda cuando la entrevisté aquella fatídica noche?

-Claro.

-Me comentó que su marido pasaba muchas horas en ese nuevo jardín que le gustaba cuidar y me dijo que estaba preocupada porque cultivaba una planta en particular. ¿Recuerda el nombre? Dijo que era venenosa.

-Eh, sí claro. La planta era la adelfa. Hace dos días ordené a mis empleados que llamaran a una empresa de jardinería para que vinieran a quitarla. Ahora que Edgar ya no iba a poder plantarla, no quería tenerla aquí.

-¿Y recuerda quién le dio la idea de esa nueva planta? ¿Cómo la descubrió?

-Sí, claro. Me acuerdo perfectamente.

***

-William Morris. Volvemos a vernos.

-¿Qué hago aquí inspector?

-Contarnos la verdad de una vez. Dime cómo mató a su suegro.

-Inspector, se lo repito mil veces. Yo no fui. Pensaba que había quedado claro. ¡Habían detenido a Agatha y a Nathan Jenkins!

-¿Sabe que esta noche han asesinado a John Fitzgerald?

-Sí, me he enterado por las noticias.

-Pues déjeme que lo dude. ¿Dónde estuvo anoche?

-En casa, solo. No quería ver a nadie después de todo lo que me había pasado. Había sido muy duro para mí.

-Bien. No tiene coartada.

-No tengo coartada pero tampoco la necesito. ¡Yo no he matado a nadie!

-Y los dos detenidos que teníamos en calabozos tampoco.

-¿Perdone?

-Como lo escucha. Agatha y Nathan pudieron matar al señor Edgar, pero no a John.

-Pues acúseles de un asesinato ¡pero no intenten colgarme a mí a dos muertos!

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora