Capítulo 27. La asociación

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Día 29 de abril de 2018.

-Zoe, yo no quiero que te metas en más problemas por mi culpa. No lo podría soportar.

-William, ya está todo dicho. Te he prometido que encontraré al asesino y pienso cumplirlo.

William resopló a modo de rendición.

-¿No puedo hacer nada para convencerte verdad?

-Bueno, podrías hacer algo... pero ni aun así lo conseguirías. -contestó Zoe con una sonrisa pícara.

-Eres muy testaruda, ¿sabes? Pero creo que puede llegar a gustarme.

Zoe se acercó a él y le dio un dulce beso. A continuación, se levantó del sofá en el que había estado sentada durante una larga y reveladora conversación y se dirigió a la entrada donde había dejado su bolso con su teléfono móvil en el interior.

-Entonces, ¿cuál es el siguiente paso?

-Pedir algo de comer. -comentó Rhodes mientras se sentaba de nuevo en el sofá. -¿Qué te apetece?

***

El inspector había vuelto a la comisaría todo lo rápido que había podido después de salir de la casa de los Fitzgerald. Tenía que seguir esas dos nuevas pistas que tanto tiempo había estado esperando. Por un lado, estaban los documentos en los que se afirmaba que toda la herencia de Rose Marie y Ronald Fitzgerald pertenecería a su hijo Edgar en el momento que ambos falleciesen; y por otra parte estaban los papeles en los que figuraba la puesta en adopción de un niño. Un recién nacido que había llegado al mundo el mismo día que Edgar Fitzgerald.

Grant decidió empezar a investigar por el tema de la adopción. Si descubría quién era ese niño, por qué el matrimonio había decidido darlo en adopción y qué había pasado con él, podría empezar a tirar de los hilos de la segunda pista. La herencia.

Sentado en su mesa, y tras hacerse un café, el inspector decidió volver a revisar los papeles de la adopción. Como había visto en la casa, en esos papeles no figuraba nada más que la fecha del nacimiento, que coincidía con la fecha de la adopción, la firma de Ronald Fitzgerald y el sello de la asociación que había acogido al niño. Sin embargo, este último dato podría revelar muchas cosas. Investigando en internet, descubrió que la asociación había cerrado muchos años atrás, por lo que ya no figuraba ningún teléfono, y mucho menos aún el nombre de las personas que estaban al cargo en el momento del cierre. El inspector sabía que él solo no podría llegar a ningún lado, así que tomó una decisión que, aunque estuviese prohibida, creía que era lo más correcto. Además, lo necesitaba desesperadamente para poder continuar con la investigación.

Decidido, el inspector cogió el teléfono y llamó a la persona que necesitaba en aquel momento.

-¿David? Soy Grant.

-Hola, inspector. ¿Cómo va todo? Me siento como un inútil sin poder hacer nada para resolver este caso.

-Pues es tu día de suerte. Sé que no debería estar haciendo y, si me pillan, me habré ganado una buena sanción, pero necesito tu ayuda. No puedo darte muchos datos, pero necesito que consigas averiguar algo. Creo que podría estar más cerca de descubrir lo que está pasando, pero yo solo no puedo hacerlo.

-Está bien, inspector. Dígame qué es lo que necesita.

-He descubierto la posible implicación de una asociación y necesito que averigües quién estaba al cargo en el momento que cerró. Solo puedo decirte el nombre, pero tienes que prometerme que vas a mantenerte al margen y no vas a investigar nada más allá de esos nombres.

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora