5. Jugando al despiste

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26 de abril de 2018.

¡Hola! Ya estoy aquí otra vez. ¿Cómo os va la investigación? Si te sirve un poco de consuelo, la policía va muy mal; como pollo sin cabeza. Pero tengo que confesar que la culpa es mía... Me encanta confundirlos, que les cueste llegar al final.

Te voy a hacer un resumen de todo lo que ha pasado en este último día para que veas todo lo que ha descubierto la policía. Bueno, más bien lo que creen haber descubierto.

Para empezar, la policía descubrió el cuerpo de Edgar Fitzgerald en una zona exterior de su casa con un tiro en la frente y una pieza de ajedrez junto con una carta que, si sabías qué buscar, te revelaba que el asesino buscaba venganza. Ups, mea culpa. Pero claro, si fui yo... entonces ¿cómo puede ser que apareciera la pistola en el coche de William Morris? Ups, mea culpa también. Obviamente fui yo quien dejó ahí la pistola.

Ahora te estarás preguntando por qué quise inculpar al pobre William Morris... bueno, daño colateral. Era necesario implicarlo a él directamente para poder seguir con esta venganza. No soy tan mala persona como para inculpar a alguien que se ha visto implicada, un poco de rebote, en esta familia. Para que veáis que en el fondo tengo buen corazón, tenía varios planes a los que recurrir para sacar a William Morris de toda esta historia.

Bueno, volviendo con lo que estaba, inculpé a William Morris para poder inculpar después a otra persona. Sí, a Agatha Fitzgerald, la hija menor del difunto. La verdad es que el factor de la llamada de teléfono que William escuchó no entraba en mis planes, y me ha ayudado a que todo fuera más sencillo. Al final, yo no he tenido que hacer nada para que la policía detuviese a Agatha. De todas formas no te lo voy a contar, por si en algún momento lo necesito.

Como iba diciendo, que William le contara a la policía que escuchó una llamada entre Agatha y un tal Nathan Jenkins me quito un peso bastante pesado de encima. La policía tiene en sus calabozos a dos inocentes en lo relativo al caso, claro está, porque tan inocentes no son. ¿Quién iba a decir que la joven Agatha Fitagerlad llevaba tanto tiempo siéndole infiel a su futuro y sencillo marido con un joven rico de su mismo círculo económico? ¡Qué sorpresa! A mi no me ha sorprendido nada, en absoluto. Esa chica nunca me ha caído bien, bueno nadie de su familia, pero ella todavía menos. Va de mosquita muerta y esconde un ser siniestro y maligno en su interior que ya se ha dejado ver. Ahora mismo, tanto ella como su amante siguen en comisaría, encerraditos cada uno en una celda diferente. Pobres, tienen que estar pasándolo fatal teniendo en cuenta que viven bañados en lujo.

Una lástima que vayan a tener que sacarlos tan pronto como descubran que ellos al final no han tenido que ver.

Por otro lado, como ya te dije la otra vez que hablamos, el robo de la moto tiene que ver conmigo. Te voy a contar por qué lo hice, ¿te parece? Verás, mi planteamiento inicial era seguir en la mansión hasta que descubrieran el cuerpo y luego, una vez estallara la bomba, salir de allí sin que nadie se diera cuenta. Pero una vez estuve en esa mansión, mi mente empezó a replantearse un poco ese plan. ¿Y si me veían? Por eso decidí huir nada más asesiné a Edgar Fitzgerald. Pero claro, no tenía nada con lo que escapar... hasta que recordé que yendo a la mansión había visto a un hombre guardar una motocicleta en su garaje, y lo mejor de todo era que la casa solo estaba a dos calles. Salí de aquella mansión sin que nadie se diera cuenta y empecé a caminar, no podía correr porque probablemente habría llamado la atención de alguno de los residentes de aquella zona.

Cuando llegué, me dirijí al garaje y conseguí abrir la puerta con una horquilla que llevaba en la mochila. Intenté hacer el menor ruido posible mientras subía la puerta y cogía la moto pero claro, esas puertas tan grandes no son silenciosas. Escuché ruidos dentro de la casa que cada vez se acercaban más a la puerta que conectaba ese garaje con el interior de la casa y todo lo rápido que pude arranqué la moto, justo en el momento en el que el mismo hombre que había visto guardarla hacia unas horas, salía ahora mismo a través de la puerta.

El hombre intentó alcanzarme subiéndose a otra motocicleta que tenía en ese garaje, pero no lo consiguió porque el motor o alguna otra parte de la moto se le debió de romper. Esta huída podría haber sido una catástrofe... ¿y si no se le hubiese roto la moto? ¿me habría alcanzado? ¿y si hubiese sido yo el que cogió la moto rota?

Al final nada de esto pasó. Debo de tener un ángel de la guarda que me está ayudando desde el cielo. Papá, si eres tú, gracias.

Bueno, ahora te estarás preguntando cómo puede ser que no se vea nada de lo que pasó en ninguna de las cámaras que había por aquella zona. Eso no lo vas a saber todavía. ¿No crees que te he dado ya demasiada información?

Me despido de ti hasta la próxima. Creo que viene algo interesante.

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora