Capítulo 17. La nueva colección de joyas

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Día 27 de abril de 2018. Una vez acabado el interrogatorio de Agatha Fitzgerald.

Agatha Fitzgerald llevaba las manos esposadas de nuevo. Estaba siendo escoltada hacia la zona de los calabozos. La habían acusado de ser la asesina de su padre. De su propio padre. ¿En qué cabeza cabe? En realidad no solo la habían acusado a ella, sino también a Nathan Jenkins. Su amante.

La relación con él empezó hace varios meses. Agatha y William pasaban por un momento complicado en su relación. Eran muchos años juntos y se querían, pero, en muchas ocasiones, se podía ver como el fuego que siempre habían tenido empezaba a consumirse.

El primer acercamiento entre Agatha y Nathan se produjo en una fiesta. Ella era una de las organizadoras, junto a su grupo de amigas, y él, uno de los invitados. La fiesta se había organizado para promocionar la nueva colección de joyas que una de las amigas de Agatha había diseñado. A la fiesta de presentación habían acudido los hijos de las familias más reconocidas de aquella zona de Oxford.

La primera mirada que se cruzó entre Nathan y Agatha fue al poco de llegar él. Ella estaba hablando con otros invitados cuando Nathan se quedó mirándola. Agatha sintió que la observaban y, al mirar, se encontró con los ojos azules de Nathan. Ella intentó evitar la mirada y continuó con la conversación que debería estar escuchando.

El resto de la noche siguió su curso. Cócteles, aperitivos, conversaciones, risas y más cócteles. Pasaba la noche y los invitados iban desapareciendo de aquel lugar, siendo cada vez más inevitable que Agatha y Nathan volvieran a encontrarse.

Al final, solo quedaron ellos dos y sus respectivos grupos de amigos. No eran más de 9 personas. Sentados en el salón, decidieron seguir con la fiesta. Las escenas de una película se iban sucediendo en la pantalla bajo la atenta mirada de todos los que quedaban en aquel salón.

De vez en cuando, alguien bostezaba o cerraba los ojos. El cansancio y los restos de alcohol empezaban a causar estragos. Otros se levantaban para ir al baño y volvían rápidamente para perderse lo menos posible. La película parecía interesante.

Agatha se masajeaba las sienes con los dedos índices. Le dolía un poco la cabeza. Llevaba varias semanas sin probar gota de alcohol y quizá hoy había tomado más de lo que debía... Y su cabeza se lo estaba cobrando. Apartó la manta que le cubría las piernas y, con cuidado de no despertar a la chica que se había dormido a su lado, se levantó y comenzó a andar a la cocina.

Si hubiera girado la cabeza, se habría vuelto a encontrar con los mismos ojos azules que hace unas horas.

Abrió uno de los armarios de la casa de su amiga, la diseñadora de joyas, y sacó un vaso de cristal. Abrió el grifo del fregadero y llenó el vaso de agua fría.

-Hola. ¿Podrías decirme donde están los vasos? No había venido nunca a esta casa y la verdad es que estoy un poco perdido.

Agatha dejó de beber y se giró hacia la persona que acababa de hablarle. Era él. Al que había visto varias veces mirándola de reojo en aquella noche.

Nathan Jenkins, el hijo menor de la familia Jenkins.

-Claro. -Agatha volvió a abrir la puerta del armario del que había sacado el vaso de cristal y le dio otro a Nathan.

Él fue a la nevera y abrió la puerta.

-Si buscas una botella de agua no la vas a encontrar. -le avisó Agatha.- A Olive le gusta beber del grifo. Dice que el agua envasada no vale nada, que la buena es la que sale de estas tuberías.

-Gracias.

Agatha fue a dejar el vaso de cristal del que había bebido dentro del fregadero, al mismo tiempo que Nathan colocaba el vaso bajo la boca del grifo... Y fue ahí cuando sus manos tuvieron el primer contacto. Un solo roce pero que duró varios segundos. Parecía que ninguno quería quitar la mano.

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora