Capítulo 2

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Horace Slughorn

     Harry se veía super incómodo en cuanto comenzamos a andar juntos por Privet Drive. Era la primera vez que mantenía una conversación propiamente dicha con el director de su colegio fuera de Hogwarts, pues por lo general los separaba un escritorio.

     Además, de que si no estoy mal enterada, la última vez que hablaron descubrí que Harry había roto hasta una mesa del despacho del director.  Sin embargo, éste parecía completamente relajado. 

     -Tened la varita preparada -le advirtió con tranquilidad. 

     -Creía que teníamos prohibido hacer magia fuera del colegio, señor. 

     -Si te atacan, os autorizo a usar cualquier contraembrujo o contramaldición que se os ocurra. Sin embargo, no creo que esta noche deba preocuparte esa eventualidad. 

     -¿Por qué no, señor? 

     -Porque estáis conmigo. Con eso bastará, Harry -al llegar al final de Privet Drive se detuvo en seco-. Todavía no habs aprobado el examen de Aparición, ¿verdad, Harry?.

     -No. Creía que para presentarse a ese examen había que tener diecisiete años. 

     -Así es. De modo que tu también deberás  sujetarte con fuerza a mi brazo. Si no te importa, Harry, coge tu el izquierdo. Como ya has visto, mi brazo derecho está un poco frágil y el toque femenino suele ser más cuidadoso. -Harry se agarró al antebrazo que le ofrecía, y yo decidí que mejor no  agarrarme del antebrazo si no un poco por encima del codo para evitar el mayor daño posible-. Muy bien. Allá vamos. 

     Como siempre que pasaba, noté que el brazo del anciano profesor se alejaba de mi, pero no era cuestión de que yo apretara con más fuerza, solamente que no me soltara. De pronto todo se volvió negro, y el empecé a percibir una fuerte presión procedente de todas direcciones; no podía respirar, como si unas bandas de hierro le ciñeran el pecho; sus globos oculares empujaban hacia el interior del cráneo; los tímpanos se le hundían más y más en la cabeza, y entonces... 

     Todo a la normalidad. Oí a Harry que aspiró a bocanadas el aire nocturno y abrió los llorosos ojos. No lo iba a culpar, aún recordaba mi primera vez. Fue horrible, y por lo menos él no vomitó.

     Dumbledore, Harry y yo estábamos de pie en una plaza de pueblo desierta, en cuyo centro había un viejo monumento a los caídos y unos cuantos bancos. 

     -Te encuentras bien? -preguntó Dumbledore mirándolo con interés-. Lleva tiempo acostumbrarse a esta sensación. 

     -Estoy bien -contestó el chico frotándose las orejas, a las que no parecía haberles agradado dejar Privet Drive-. Pero creo que prefiero las escobas.

     Yo me solté del brazo dañado Dumbledore sonrió, se ciñó un poco más el cuello de la capa de viaje y miró su brazo izquierdo.

     -Estoy seguro de que me saldrá un moratón en el brazo -dijo con una sonrisa, y Harry se puso rojo y parecía aterrorizado.

     -Yo... señor no fue mi intención -dijo lo más rápido que le permitía permanecer entendible.

     -Eso suponía -dijo despreocupado y juguetón-. Ya te dije que los hombres tendemos a ser bruscos, pero tranquilo, no es malo.

     Algo en mi cabeza izo "click" y me quedé mirando al profesor. Este, al notar mi mirada, se giró hacia mi mientras yo levantaba una ceja. Se dio cuenta de lo que dijo, y sonrió avergonzado mientras se le subían los colores. Y no entendí el repentino cambio, es decir: no había nada en que malpens...

Lilianne y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora