Capítulo 7

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La victoria de Snape

     -No lo encuentro -empezó a ponerse nerviosa Tonks.

     Y allí estábamos, en el andén de Hogsmeade. Lugar en donde el famoso Harry Potter no aparecía. 

     -Estoy segura de que no ha bajado del tren -fruncí el ceño a su dirección.

     -Debemos darnos prisa -me dijo-. El tren está a punto de marcharse.

     -Nyx -la miré de reojo-. ¿Crees poder encontrar a Harry? 

     Asintió, y alzó el vuelo por una de las ventanas.

    -Tu debes irte -me ordenó la chica-. No hace falta que llegueis los dos tarde -entró por la misma ventana-. Suerte en Hogwarts.

     Yo acaté, y a paso rápido, llegué justo a tiempo en que los últimos alumnos cogían un carruaje. Había uno en particular, que se quedaba apartado y parecía no tener demasiada ilusión en llegar a los niños.

     -Buenas noches Tenebrus -sonreí de lado, y el thestral vino en mi busca-. ¿Me acompañas hasta el castillo? 

     Y así fue como la última vez. Yo caminada a paso acelerado a su lado, mientras atravesábamos el caminal de mientras y, de vez en cuando, le daba algún que otro animalillo. Nyx nos alcanzó a los quince minutos.

     Un patronus en forma de lobo me alcanzó, cuando se paró ante mi, era Tonks.

     -Harry estaba paralizado bajo la capa de invisibilidad -informó-. Nada de que preocuparse. Creo que Nyx ha podido encontrarlo por oler la sangre. Draco Malfoy le ha roto la nariz. Avisaré a Hagrid para que venga a buscarnos a la valla, que seguro que cuando lleguemos estará cerrada. Buena suerte.

     -¿Lo has encontrado por el olor a sangre? -le pregunté, y ella asintió-. Buena chica.

     Pero no estábamos solos.

     -Eres muy rara -una voz conocida salió de entre las sombras del bosque-. Los de tu especie pensarán que estás loca.

     Una voz que solamente había podido escuchar en una ocasión pero igualmente era demasiado característica como para olvidarla. Eso, más las palabras que me dedicó, fueron suficientes para reconocer quien me hablaba desde las sombras del bosque sin necesidad de mirar.

     -Buenas noches a ti también -acaricié el lomo del thestral-, Kilian. Y los de tu especie se enfadarán por no quedarte escondido en tus dominios.

     -Yo ya no soy un potro -rugió, y se puso a mi lado-. Este año he dado mi ritual al cambio. 

     -Enhorabuena -dije, supuse que era lo correcto-. Para nosotros, no es un cambio muy importante. Tenemos algo llamado mayoría de edad que se adquiere cuando cumplimos diecisiete años.

     -¿Tu aún no los has alcanzado? -me preguntó.

     -Yo soy de finales de año, en pleno invierno -le expliqué-. Este, será cuando cumpla los dieciséis.

     -Aún eres muy pequeña -se burló-. Yo he alcanzado los diecinueve años en el solsticio de verano. Nosotros no contamos como vosotros. Si nacemos en verano o primavera, cumpliremos en el solsticio de verano, el día más soleado. En invierno u otoño, el solsticio de invierno, la noche más oscura. 

     -Interesante -admití-. Y solamente me llevas tres años -rodé los ojos-. Nunca me dijiste que era un potro cuando aún no habías dado tu ritual de cambio.

Lilianne y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora