Capítulo 17

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Un recuerdo borroso 

     Una tarde, poco después de Año Nuevo, era hora de regresar a Hogwarts. 

     El ministerio había organizado esa conexión excepcional a la Red Flu para que los estudiantes pudieran volver de manera rápida y segura al colegio. La señora Weasley era la única presente en La Madriguera para despedirnos; su marido, Fred, George, Bill y Fleur ya se habían marchado al trabajo. 

     Se deshizo en lágrimas en el momento de la partida.Hay que decir que últimamente estaba muy sensible; le afloraban las lágrimas con facilidad desde que el día de Navidad Percy saliera precipitadamente de la casa con una chirivía espachurrada en las gafas (de lo cual Fred, George y Ginny se declaraban responsables). 

     -No llores, mamá -la consoló Ginny, y le dio palmaditas en la espalda mientras la señora Weasley sollozaba con la cabeza apoyada en el hombro de su hija-. No pasa nada... 

     -Sí, no te preocupes por nosotros -agregó Ron, y permitió que su madre le plantara un beso en la mejilla-, ni por Percy. Es un imbécil, no se merece que sufras por él. 

     Ella lloró aún con más ganas cuando abrazó a Harry. 

     -Prométeme que tendrás cuidado... y que no te meterás en líos... 

     -Pero si yo nunca me meto en líos, señora Weasley. Usted ya me conoce, me gusta la tranquilidad... 

     La mujer soltó una risita llorosa y se separó del muchacho. 

     -Portaos bien, chicos... 

     Harry se metió en las llamas verde esmeralda y gritó: «¡A Hogwarts!» Nos quedamos La señora Weasley y yo asolas.

     -Se que pido demasiado Lily -me abrazó con fuerza, casi como si no me quisiera soltarme-, pero eres la única que puede mantenerlos a raya. Cuida de ellos.

     -No puede pedirme algo tan difícil -intenté librarme del trabajo.

     -Se que lo harías aunque no te lo pidiera -soltó una lágrima traicionera, pues lo que decía era verdad. Me dio un beso en la mejilla-. Al menos echándoles un ojo, contigo estarán más seguros.

     No contesté. No podía prometer algo tan grande, y ella lo sabía.

     -A Hogwarts -dije claramente.

     Tuve una última y fugaz visión de la cocina y del lloroso rostro de la señora Weasley antes deque las llamas me tragaran. Mientras giraba vertiginosamente sobre mi misma,atisbo imágenes borrosas de otras habitaciones de magos, pero no logré observarlas bien. Luego empecé a reducir la velocidad y finalmente me detuve en seco en la chimenea del despacho del profesor jefe de mi casa. 

     Éste apenas levantó la vista de su trabajo cuando salí de la chimenea. 

     -Buenas noches, Lilianne. Procura no ensuciarme la alfombra de ceniza. 

     -Descuide, profesor. 

     Al parecer había aparecido justamente después de un par de hermanos, que ya estaban en la puerta. Salí tras ellos.

     Mientras recorría los pasillos, miraba por las ventanas; el sol ya se estaba poniendo detrás de los jardines,recubiertos de una capa de nieve aún más gruesa que la del jardín de La Madriguera. A lo lejos vi a Hagrid dando de comer a Buckbeak delante de su cabaña. 

     Me quedé un rato más en la ventana, contemplando el paisaje, y después volví a bajar a mi habitación. Otros alumnos salían del despacho, y gracias a eso, no pasé por tener que preguntarle la nueva contraseña al profesor. 

Lilianne y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora