Capítulo 29

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La huida del príncipe 

     Me mantuve inmóvil en el suelo, como si el hechizo aún hiciera efecto en mi. Por mucho que quisiera, no podía flaquear en ese momento. 

     Por desgracia, por mucho me sabía que iba a pasar, uno no puede prepararse al cien por cien para una cosa como esa, y sabía que mi padre sufría más que yo.

     -Fuera de aquí, rápido -ordenó Snape. Agarró a Malfoy por la nuca y lo empujó hacia la puerta.

     -¿Y que hacemos con la chica? -preguntó Greyback.

     -Déjala aquí, no es relevante en estos momentos -ordenó padre.

     -Ni de coña -respondió Amycus acercándose a mi.

     -En la misión no estaba ella implicada -gritó Draco, mirando con horror como Amycus me levantaba.

     Mi padre me miró directamente a los ojos, aplicando Legeremancia. Quité mis barreras y dejé que leyera mi respuesta: "Si"

     -Hay que marcharnos, no tenemos tiempo -negó padre.

     -El señor la quiere -reía la única mujer-. Se pondrá contento.

     -Pero... -intentó impedirlo Draco.

     -Haced lo que queráis -bramó Severus, quien volvió a tirar del rubio. 

     Amycus me llevaba como un saco de patatas, delante de él iban Fenrir y Alecto, por lo que Amycus y yo éramos los penúltimos. 

     -¡Petrificus totalus! -escuché muy flojamente. Harry acababa de liberarse y se había desecho del cuarto mortífago con rasgos brutales.

     Había algo que seguía inquietándome: faltaban mortífagos que no se habían presentado en la torre.

     Llegamos a bajar todas las escaleras, y el caos volvió a desatarse. Cada mortífago se dispuso a luchar contra alguien. Decidí despertar. Saqué poco a poco la varita de mi manga, y apunté a la espalda baja del mortífago que me cargaba.

     -Cruccio -susurré.

     Con un grito de dolor, cayó al suelo llamando la atención a la batalla entera. Vi que había varias personas peleando, pero cuando intenté distinguir quién luchaba contra quién, oí a padre gritar:«¡Ya está, tenemos que irnos!», y vi a Severus y Draco como me miraban varita en alto, apuntando a los mortífagos hasta desaparecer por una esquina al final del pasillo; Malfoy y él se habían abierto paso a través de la pelea y habían salido ilesos. 

     Vi como Harry llegaba, pero alguien se separó de la refriega y se abalanzó sobre él: era Greyback, el hombre lobo. Se le echó encima antes de que pudiera levantar la varita, y Harry cayó hacia atrás sintiendo el mugriento y apelmazado pelo de Greyback en la cara, el hedor a sangre y sudor impregnándole la nariz y la boca, y aquel ávido y cálido aliento en el cuello...

     -¡Petrificus totalus! 

     Greyback se desplomó sobre Harry, que con un esfuerzo enorme lo apartó y lo tiró al suelo al tiempo que un rayo de luz verde salía disparado hacia él; se agachó para esquivarlo y se zambulló en la pelea. 

     A mi derecha, pude ver como Ginny, peleaba con el mortífago chepudo. Amycus se había recuperado de la maldición y le lanzaba un maleficio tras otro y la muchacha los esquivaba como podía. El mortífago no paraba de reír, como si estuviera disfrutando

     -¡Crucio! ¡Crucio! ¡No podrás bailar eternamente, monada! 

     -Aviectum ignis -susurré formando un látigo de fuego que se enroscó en el cuello del mortífago y lo arrastró hacia mi.

Lilianne y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora