Capítulo 24

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Horrocruxes

     Mientras caminaba lentamente en dirección a la cocina, seguía pensando que Harry había tenido que estar desesperado; utilizar el Feliz Felicis para conseguir el recuerdo de Slughorn era un desperdicio de poción, pero al fin y al cabo era un recuerdo importante.   

     Me metí en la cocina y empecé a comer con los halabos de los elfos. Más de la mitad estaban en sus tareas de limpiar el castillo, pero lo que los pocos que quedaban estaban un poco aburridos. 

     -Os ha quedado delicioso chicos -les comenté.

     Nyx y Peque también degustaban un menú a postas para ellos de los insectos que los elfos cazaban a la hora de limpiar, pero había tiempo que guardaban a los vivos para que mis dos compañeros estuvieran mejor

     -Menos mal que te he encontrado -en la puerta de la cocina, el niño que sobrevivió me miraba aliviado-. Nos vamos a ver al director.

     -¿Ahora? -le pregunté extrañada mientras agarraba a mi lechuza y mi bowtruckle y volvía a desaparecer bajo la capa de Harry.

      -La Señora Gorda ha cambiado la contraseña a media noche por las nuevas reglas de seguridad por parte de Dumbledore -me explicó mientras subíamos las escaleras-. Me ha dicho que si tenía alguna reclamación que fuera a él. 

     -Pero Dumbledore nunca está aquí -pensé en voz alta-. ¿Estás seguro que...?

     -Si, llegó hace media hora -confirmó-. Me lo ha dicho Nick Casi Decapitado, al parecer el Barón Sanguinario lo vio llegar contento, pero un poco cansado. Ha sido suerte que pensara que te encontrara aquí.

      -Bueno normal -rodé los ojos-. Con el Felix Felicis pocas cosas puedes conseguir por casualidades de la vida. 

     -No, en serio -tuvimos que esquivar a Peeves subiendo por unas estrechas escaleras entre el segundo y el tercer piso que conectaba directamente con el baño de las chicas-. Ya se me ha pasado el efecto. Ha sido pura suerte que pensara que estuvieras en las cocinas.

     -Pues si -le di la razón.

      Seguimos caminando hasta llegar a la imponente gárgola de Dumbledore.

     -¡Bombas de tofee! -dijo Harry para que se apartara y dejara que nos montáramos en la escalera de caracol.

     -Adelante -dijo el director cuando Harry llamó a la puerta. 

     Su voz denotaba agotamiento. Harry me dejó pasar primero y los dos entramos al despacho, que estaba igual que siempre, aunque con un cielo negro y salpicado de estrellas detrás de las ventanas.

     -Caramba, Harry, Lily -se sorprendió Dumbledore-. ¿A qué debo el honor de esta tardía visita?

     -¡Lo tengo, señor! Tengo el recuerdo de Slughorn.

     Sacó la botellita de cristal y se la mostró al anciano profesor, que por un instantes quedó atónito, pero enseguida esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

     -¡Qué gran noticia, Harry! ¡Te felicito, muchacho! ¡Sabía que lo lograrías! 

     Y, olvidándose de la hora que era, el director de Hogwarts bordeó su escritorio, cogió la botellita con la mano ilesa y fue derecho hacia el armario donde guardaba el pensadero.

     -Por fin podremos verlo -se regocijó mientras colocaba la vasija de piedra encima de su mesa y vaciaba en ella el contenido de la botella-. Rápido, niños...

Lilianne y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora