Prorrogo

1K 66 1
                                    

Un verano productivo

     No voy a negarlo, podía ser el mejor verano que había tenido desde que empecé Hogwarts. También desde siempre. 

     Todo empezó conmigo desempacando en lo que aún seguía siendo el cuartel general de la Orden del Fénix.

     Una vez mi tío muerto, la casa la heredé como Black que soy, pero como Sirius no tuvo hijos, dejó que parte de su herencia se la dejaba a su ahijado. Ahora los dos eramos los dueños del edificio y de Kreacher, pero su pongo que no cambiaba nada.

     Remus seguía durmiendo allí y a veces tardaba en volver unos cuantos días por si su misión alargaba, mientras tanto, yo me disponía en cambiar siempre a la misma apariencia y viajar al Caldero Chorreante. Al fin y al cabo, el negocio de los gemelos Weasley también era mío.

      Sortilegios Weasley iba viento en popa, de verdad. Con forme pasaban los días, muchas tiendas del Callejón Diagon cerraron, pero el gran edificio del que los Gemelos eran propietarios se mantuvo siempre en pie. 

     Fueron incontables las noches en que cerrábamos la tienda y subíamos al piso de arriba en donde los dos se había mudado y nos quedamos en vela inventando más cosas.

     Tengo que admitir que la imaginación de los gemelos no tenía comparación. Ellos eran los de las ideas extravagantes, y yo mejoraba en pociones. Era increíble lo que se podía aprender con la creación de artículos de broma. 

     Normalmente requería la utilización de la varita para perfeccionar los artículos, por ejemplo: Fred se dio cuenta de que en medio de la elaboración del chocolate rompedientes de que si se usaba un hechizo de unión antes de aplicar en los moldes, se podría conseguir un efecto mucho más duradero. Lo complicado fue encontrar el adecuado.

     Al ser nosotros mismos quien probábamos los prototipos, tuvimos que crear una crema para que desaparecieran los moretones y las hemorragias. Eso curiosamente fue una de las cosas más rápidas que conseguimos realizar. 

    Unos de los avances, por ejemplo, fue descubrir de una vez por todas porque no he habían descubierto cuando Harry había realizado hechizos para salvarnos de los dementores en la casa de sus tíos. El parsel. El truco estaba en hablar parsel. Yo, como Metamorfomaga que era, tenía una anomalía en mi magia y tejidos musculares que dejaba escapar más magia y, al tener contacto con el parsel, revertía el hechizo sobre el rastro que teníamos desde pequeños porque no lo pillaba. 

     Eso no quitaba el hecho de que siguiera siendo ilegal y que si revisaran mi varita me podría meter en problemas. Así que, un día, harta de tener que utilizar la varita de Fred o de George para poder fabricar más chismes que estaba segura que me tocaría a mi confiscar por Hogwarts entrado el año, mi salvación vino en forma de Mundungus.

     -Necesito que me consigas una varita para poder hacer magia, así cuando revisen la mía, no puedan encontrar nada -le dije cuando lo intercepté en una esquina-. Debe ser segura, consíguela y ten por hecho que te pagaré bien.

     Dos días después, contaba con una fea pero útil varita que no se acoplaba para nada conmigo, pero que me ayudaría en lo que necesitaba. Podría ser que tener una varita ilegal para una menor pueda hacer magia en vacaciones, que también era ilegal, no fuera del todo bueno. Pero tampoco es que lo compensara mucho cuando me disfrazaba para ir al callejón Knocturn.

     Ese sitio rebosaba magia negra por donde miraras por donde miraras, y me perdí dos veces el primer día. Luego ya todo fue a mejor. Empecé a frecuentar una librería donde todo estaba impoluto y perfecto, y los libros eran sin lugar a duda de Magia Negra. Como es lógico, no venderían a una menor de edad, y me las apañé para parecer una anciana a la que seguro nadie querría secuestrar. Compré un par.

     Cuando no estaba trabajando con los Weasley hasta el punto de despertar tarde en uno de los sofás y zarandearlos para que se pusieran a trabajar, me iba a mi habitación de Grimmauld Place para practicar.

     Profundicé en oclumancia, las imperdonables, las mezclas prohibidas en pociones, los hechizos peligrosos... Todo lo que podía. 

     Hubo hechizos que no realicé, y otros en los que podría no haber realizado. Esta magia, no era peligrosa hasta cierto punto. Te podría consumir, si, pero no dejaba de ser magia. Lo malo que es que te podía corromper y destrozar el alma, por lo que debía saber en donde me metía. 

     Era curioso como habían un hechizo, la tortura metamorfa para ser más exactos, que podía matar a cualquiera y no dejar rastro del cuerpo, pero no era una imperdonable. 

     Lo bueno de estar en una casa con las barreras que tenía, era que practique las artes oscuras sin que los del ministerio ni nadie que no fuera el mismísimo Albus Dumbledore (que en la simple mirada me decía que no le agradaba lo más mínimo), se enteraría. 

     Desarrollé hechizos propios cuando sin querer fallaba en alguna poción para los sortilegios o en la practica de defensa contra las artes oscuras. Pero he de admitir que también de las artes oscuras. 

     Perfeccioné mi técnica, y más de una vez dejé a Tonks y Lupin a solas en una cena y le indicaba con un movimiento de cabeza a la chica para que fuera por su hombre. Remus era un idiota sin remedio. 

     Un día, un patronus llegó a mi. Era un mensaje de los Weasley que requisaban de mi presencia. Al parecer quería cerrar un contrato y sería necesario lo que ellos llamaron "un toque Slytherinesco"

     No tardé ni media hora en aparecer allí con mi verdadera forma y presentarme delante de un amplio número de Aurores, los cuales me miraron con la ceja alzada. Kingsley, que era el Jefe de lo Aurores desde que su superior se había convertido en Ministro delante la dimisión de Fudge, reprimió una sonrisa.

     -Ella es nuestra socia desde 1993, Lilianne -dijo Fred ante la cara de desconcierto de los hombres y mujeres mayores-. Nos ayudará a explicar mejor los productos. 

     Lo que de verdad querían los gemelos era que embelesara al departamento de aurores. Al parecer teníamos varios artículos que podían servir. Como el polvo de la oscuridad Peruano y los sombreros y protectores creadores de barreras. 

     Al poco tiempo, los hombres y mujeres empezaron a entender que no por ser menor tenían que tratarme como una estúpida, y más de uno salió quemado por algún que otro comentario mordaz. Kingsley se reía y me propuso traerme a los novatos. Decía que quien conseguiría domarme a mi no tendrían problemas contra ningún mortífago. Al parecer a los subordinados se le hacía extraño su comportamiento. 

     Firmamos un buen contrato que nos colmaría de oro. 

     Fue realmente un verano de lo más productivo. 

Lilianne y el Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora