Capítulo 42 parte 2

17.7K 1.4K 111
                                    


Estoy sentada en el regazo de Darius, ambos observamos a la pareja que está dando un pequeño espectáculo en medio del salón mientras esperamos que su suite sea higienizada. Nunca, bajo ningún motivo, se puede utilizar la habitación dos veces sin antes ser limpiada, son las reglas del club y Diamond es muy estricta con ello.

Así que estamos en medio de una sala llena de personas ansiosas de placer, hemos recibido alrededor de diez propuestas que rechazamos porque esta vez queremos estar solos, nadie más, disfrutar nuestra intimidad sin nadie que se interponga entre nosotros. Es lo que hemos decidido y así lo haremos a partir de ahora, al menos en el tiempo que esté aquí.

Las caricias de Darius en mi pierna y la excesiva actividad hace unas horas, me han dejado molida. Siento como el cuerpo se me adormece poco a poco y voy cayendo en un ligero sueño sobre el pecho de mi griego.

–No te duermas, omorfiá, no voy a cargarte– murmura cerca de mi oído y me río.

–No te burles de mí. Tú y tus caricias son las responsables de que me esté durmiendo– siento como besa la coronilla de mi cabeza y sube sus caricias de mi muslo hasta mi trasero.

–Debería llevarte a casa, volveríamos después.

–No– me yergo y lo miro a los ojos –No me quiero ir, quiero jugar.

Me muerdo el labio inferior ligeramente por lo que Darius lo retira con su dedo pulgar.

–Eres el gran sueño de un hombre.

–Y de una mujer– farfullo y miro disimuladamente la chica que nos observa –Volvamos a la habitación.

Me pongo de pie y tiro de él quien me abraza por la cintura cuando está en todo su tamaño. Nos dirigimos hasta las escaleras para subir a la suite en medio de toqueteos descarados por parte de Darius. Estamos a unos metros de las gradas cuando un cuerpo esbelto y moreno se coloca frente a nosotros, pongo los ojos en blanco reconociendo a Dean.

–Vaya, vaya. Dean Rogers en persona– dice Darius de forma jocosa y el moreno hace una mueca –Si vienes a molestarnos desde ahora te aconsejo que no estamos disponibles.

Evito decir algo, solo me limito a mirar. No quiero cruzar palabras con él, no desde que me hizo pasar tal vergüenza en el Holding.

–Estoy aquí para advertirte. Me rindo pero provisionalmente, si haces un solo movimiento en falso, iré a por ella y al recuperaré.

Darius arquea una ceja y yo sonrío con incredulidad. ¿Está bromeando, verdad? ¿Y qué hay de lo que yo quiero?

–Antes de decir tantas sandeces, asegúrate que de quien hablas esté dispuesta a que la recuperes. Porque si de mí depende, Dean, estás muerto al igual que nuestro hijo.

Paso por su lado sin reparar en lo que acaba de salir de mi boca, subo las escaleras de dos en dos y soy alcanzada por Darius en medio del pasillo. Me toma de la muñeca y me hace girar hacia él, por lo que frunzo el ceño confundida y al igual que yo tiene el entrecejo arrugado.

–¿Muerto al igual que nuestro hijo?– inquiere y quiero golpearme por decir aquello en voz alta pero, cuando se trata de Dean mi coordinación boca-cerebro es nula –¿Algo que me quieras decir, omorfiá?

–Antes de conocerte, aborté un embrión que con Dean fecundamos– intento parecer lo más fría y desinteresada posible –¿Eso presenta algún problema para ti?

–No estés a la defensiva, agápi. Solo es un parte de tu vida que no sabía y me causa curiosidad– se acerca y acaricia mi mejilla con lentitud –No cuestionaré tus decisiones jamás.

–Bien. Hablaremos de esto y todo lo que quieras, luego de que me lleves al cielo y al infierno en un solo viaje.

Con coquetería tiro de su brazo para que camine conmigo hasta su suite. Quiero que me muestre eso de explorar mi placer y quiero que lo haga ahora. Ingresamos a la habitación y Darius cierra con seguro, inmediatamente siento el conocido tirón en mi vientre que anuncia mi excitación.

Camino hacia atrás y mi griego sigue mis pasos con gesto depredador. Es un hombre sensacional, su cuerpo, sus ojos, su boca, todo de él me enloquece. Después de este día tan maravilloso donde fue sincero conmigo y el momento que tuvimos en la tina, estoy segura que no podré jamás sacarlo de mi mente.

Dejo que me alcance pues ya quiero sentir sus manos sobre mí, pero lo único que hace es desnudarme, quietarme la ropa interior y contemplarme. Su mirada se enciende cuando me recorre de arriba abajo, en respuesta mi piel se eriza.

–Eres perfecta– murmura.

Lo veo acercarse al buró donde se guardan todas las herramientas de bondage, extrae unas cuerdas para luego acercarse a mí con ellas. No digo nada, solo observo. Darius vuelve junto a mí, acaricia mi piel con parsimonia y deja pequeños besos en mi clavícula y cuello, arrancándome pequeños sonidos de satisfacción.

» –Sígueme– susurra en mi oído. Hago lo que me pide, así que tomo su mano y me dejo guiar hasta la mesa de la habitación, me hace subir y me ayuda a colocarme de rodillas –Te verás hermosa atada.

Me tenso de pies a cabeza, cuando las cuerdas rozan mi piel me estremezco y los dedos de Darius hacen estragos en mí. Me rodea con la soga, atándome con ella, dejando mis brazos detrás de mi espalda e inmovilizada. Comienzo a humedecerme, pues con cada nudo Darius deja un beso en mi cuerpo. La nuca, a media espalda, en la caseras, mi trasero.

Gimo cuando ajusta bien las ataduras, prohibiéndome la libre movilización. Darius aparece frente a mí, su cara en una expresión de satisfacción inigualable, sonríe de lado y finalmente muerde su labio inferior seductoramente.

–¿Te gusta lo que ves?– pregunto en un jadeo.

–No quería admitirlo, pero sí, me encanta que estés tan dispuesta para mí. Esta noche voy a disfrutarte entera, agápi.

Yes, Sir  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora