Tras los hechos increíblemente impredecibles ocurridos en la playa, ambos guardaron los cambios de ropa y otras cosas que habían llevado en la sala de cofres para luego dirigirse con pesadez a la habitación que desde hace algunos meses compartían. El ambiente era pesado, demasiado como para ser soportable, y era obvio que, de elegir no hablar, seguiría así hasta que ambos se fueran a la dormir.
—¿Hablaremos de eso o prefieres fingir que nada paso? — cuestionó Rubius con seriedad, renuente a la idea de ignorar el tema, mientras se dejaba caer de espaldas en la cómoda y ancha cama de sábanas violetas.
—Doblas, no hay nada que hablar — respondió con un tono de voz lento y apagado, sentándose en la orilla de la cama para comenzar a quitarse los zapatos.
—Ok, boomer — aceptó con creciente molestia antes de tomar parte de las sabanas para cubrir hasta el último mechón de su cabello. Conocía tan bien a Vegetta que sabía que si él no quería hablar sobre un tema, no lo haría ni obligado, y no importaba que tanto preguntara o insistiera, jamás lograría hacerlo cambiar de opinión.
—Vamos, no te molestes — Llevo una de sus manos hasta la suave tela que ahora le cubría e intento apartarla con fuerza para poder verle, pero no permitió que se moviera ni un centímetro—, por favor, dime algo chiqui...
—Veg, creo que ambos eramos conscientes de que esto algún día iba a ocurrir — Soltó de la nada y con un tono neutral, liberando el aire antes retenido con desagradable nostalgia al recordar el tatuaje que su pareja y otro hombre compartían—. Además, incluso si intentamos seguir juntos, tu nunca dejaras de pensar en él...— Su tono no aseguraba nada, siendo más que nada tristeza lo que adornaba sus palabras, pero lo podía asegurar, porque la sensación que acompañaba al alejamiento la sentía en cada hueso de su cuerpo, aunque aún no era capaz de mencionarlo.
—No estoy pensando en él ahora — afirmó con firmeza y Rubius salió bruscamente de su escondite, tirando las sábanas a un lado para verle con el ceño fruncido y una mueca en los labios.
—Pero lo harás — Su tono de voz adquirió más volumen, indicándole que estaba a punto de llegar al límite y que poco faltaba para que los gritos resonaran contra las paredes, como lo hacían cada vez que algo le alteraba en lo más mínimo.
—Venga tío, ¿tu eres tonto? — Sus palabras parecían ir cubiertas por una gruesa capa de seguridad que no podía romperse con nada, pero la verdad es que ni él mismo era capaz de creer lo que estaba negando desde hace rato—. Te he dicho miles de veces que te amo y eso no va cambiar sólo por lo que ahora sabemos.
—¡Joder macho, que si lo hara! — Se levantó de la cama de un brinco y no dudo ni un segundo en plantarse en frente suya, sin quitarle la mirada de encima—. ¡Él y tu estan destinados a estar juntos, a dormir en la misma cama, tener una familia y todo eso! — exclamó enfadado mientras hacía ademanes exagerados con las manos y respiraba de forma agitada, aprovechando su breve pausa para calmarse. Apretó los puños a sus costados y miro al suelo—. Y no puedes cambiarlo...— añadió en un murmullo casi inaudible, recordando con tristeza la marca en forma de flecha que adornaba su omoplato derecho.
Un constante recordatorio de que ellos no debían estar juntos.
—¿Y qué quieres hacer? — preguntó temeroso por la posible respuesta y basto con ver su expresión desganada para saber que era lo que estaba pasando por su mente.
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Su corazón arremetía sin restricción alguna contra su pecho, sus palmas se llenaban de sudor cada dos por tres, y aún así no detuvo sus fuertes pasos hasta que llegó a casa de su pareja, quien le acompaño en un abrumador silencio durante todo el camino. No le miro ni por el rabillo del ojo mientras avanzaban, manteniéndose alejados por una pequeña distancia, y aún así era muy consciente de que su preocupación iba a perforarle la nuca.
—Deja de mirarme — Habló en cuanto estuvieron dentro de casa, intentando no utilizar un tono de voz demasiado brusco mientras se dirigía a la mediana habitación del castaño para buscar algo de ropa entre los cajones. Solía quedarse más en esa casa que en la suya así que no tuvo problema en encontrar nada.
—Auron, hay que hablar — respondió con perceptible seriedad mientras recargaba su hombro contra el marco de la puerta, cruzando los brazos a su vez.
—No quiero — Tras quitarse el traje de baño oscuro que había comprado especialmente para ese día y luego de ponerse su ropa habitual, se dispuso a salir de la habitación para regresar a casa, sin embargo, el cuerpo de Luzu le negó el paso—. ¡Aparta! — gritó sin trabas, reduciendo el espacio entre sus cejas y, al notar que no se movía, bufó con resignación.
—No te irás hasta que hablemos, Auroncito — A pesar de que se encontraba igual de confundido que el resto de involucrados, incluso un tanto molesto por su actitud renuente, casi nunca dejaba de hablarle con dulzura, temeroso de romperlo pese a su falta de fragilidad, lo cual sólo aumento su frustración.
—¿De qué quieres hablar? — Escupió cada palabra con enojo y se alejó unos cuantos pasos de él para comenzar a ir de un lado a otro por la habitación.
La inquietud dentro de su pecho le impedía estarse quieto, necesitaba moverse aunque fuera un poco o la real amenaza de ser arrastrado por sus confusas emociones iba a llevarlo al final del precipicio.
—Tu sabes de que — Le respondió con neutralidad ante su mirada afilada.
—Pues no me da la gana — Fue tajante, apartó la vista y se contuvo lo suficiente para no soltar algún insulto, pero su paciencia estaba por agotarse.
Necesitaba salir de su momentáneo encierro, tenía que procesar toda la información que acaba de recibir y no le sería posible hacerlo en el lugar donde habían compartido secretos, cama y la mitad de una vida.
—Bien, entonces hablaré yo — Luzu se adentró en la habitación y posó ambas manos sobre sus hombros para forzarle a detener sus pasos—. Sabes que te amo más que a nadie y que jamás me ha importado lo que diga el destino — mencionó sin dejar de mirarlo a los ojos y tomó algo de aire antes de seguir hablando—, pero aunque me cuesta admitirlo, Rubius tiene razón...— Suspiró— una vez que conoces a tu alma gemela, nada vuelve a ser igual.
Una sonrisa cargada de tristeza se formó en sus labios y, antes de que tuviera oportunidad de reprocharle nada, lo acercó con lentitud hasta su pecho y rodeó su cintura con ambos brazos para que no pudiera alejarse. Él no se movio, ni siquiera levantó los brazos para regresarle el gesto, pero nunca planeó apartarse.
—Luzu, mi niño, yo...— La agresividad que antes buscaba enmascarar su profundo temor había cambiado luego de escucharle y ahora sólo deseaba que su pareja no dijera lo que estaba suponiendo, no ahora que no tendría la capacidad de detenerlo.
—Auroncito, no digas nada, ya no hace falta — añadió con la voz ligeramente quebrada antes de que pudiera completar la frase, sabiendo que sus palabras serían falsas y que él caería en todas ellas si lo dejaba decir cualquier cosa—. Ya lo he decidido por ti.
Al musitar su incambiable desición, el silencio que les rodeó no tardo en ser acompañado por sollozos ahogados.
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𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]
ФанфикшнAl darse cuenta de que compartían la misma marca sobre sus cuerpos, los fuertes cimientos que habían creado con el tiempo se vinieron abajo junto al futuro que tenían planeado, forzádolos a empezar de cero mientras tomaban la mano de un compañero qu...
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