04 || Almas chocando

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Hace unos días Merlon les había convocado una reunión en su casa para informarles sobre una nueva misión en las afueras del pueblo. Era algo sencillo, sólo tenían que liquidar a unos cuantos mobs que había por la zona y que estaban atemorizando a algunos de los exploradores. Bastante simple, si no fuera por los constantes gritos de dos de sus compañeros que no hacían más que distraer a los demás.

—¡Aparta, puerco! — Todos dejaron escapar un largo suspiro al escuchar a Auron gritar por quinta vez en tan sólo una hora.

—¡Tu eres el que esta muy cerca, tontito! — respondió con la misma molestia el de orbes amatistas cuando sus espaldas chocaron de nuevo y, luego de matar al mob que tenía justo enfrente, se giró para mirarle. Sus ojos crepitantes se encontraron y la razón se les fue del cuerpo.

—¿A quién le llamas tontito? — El espacio entre sus cejas se había reducido y sus dedos se aferraban tan fuertemente al mango de su espada que estaban perdiendo el tono. Vegetta se acercó peligrosamente hasta su cara, reduciendo la distancia con un par de pasos, para pronunciar lentamente y con un tono amenazante un "a ti" que fue suficiente para colmar el vaso de su paciencia.

Dejó caer su espada al suelo sin pensar en donde se encontraban y se abalanzó contra Vegetta, provocando que ambos cayeran al suelo. Él tenía la ventaja al estar encima, aferrando sus piernas a las caderas del contrario para evitar que diera un giro.

—¡Venga, cerdo, veras como te meto tremenda hostia que no te reconocen ni los dioses! — Tomó entre sus dedos el saco blanco del mayor y, antes de poder seguir con sus gritos, alguien paso sus brazos por debajo de los suyos, alzándolo con facilidad para forzarle a alejarse.

Vegetta soltó un suspiro al igual que los demás antes de levantarse y mirar con seriedad a Auron. Estaba de más decir que su propuesta de iniciar de nuevo no había ido como esperaban, de hecho ahora conocían varios detalles nuevos que les resultaban desagradables del otro.

—Chicos, esto tiene que parar ya, de verdad — pidió Alex con hastío antes de quitarse el casco—. Si van a seguir así lo mejor será que se vayan y nos dejen terminar la misión a nosotros — sugirió y el resto pareció estar de acuerdo.

—No, Alex... esta bien, sigamos — Decidió Vegetta y, antes de continuar, levantó la espada de Auron del suelo para acercarse a él y empujarla con fuerza contra su pecho, obligándole a tomarla si no quería que cayera de nuevo—. Hablaremos de esto cuando volvamos — mencionó en voz baja para después alejarse sin esperar respuesta.

Auron chasqueo la lengua y miro de reojo a Fargan con fastidio. Él había sido quien lo apartó antes de soltar el primer golpe y ahora lo miraba con genuina diversión.

—No me mires así, fue Alex quien me pidió que los separará, yo quería ver — informó con una ancha sonrisa, dándole unas palmadas en el hombro antes de comenzar a correr a toda prisa detrás de su pareja.

Auron los miro fijamente antes de comenzar a caminar, notando lo poco que les afectaba el amargo alrededor al conversar alegremente. Torció los labios e hizo crujir algunas ramas al dar el primer paso. Extrañaba a Luzu. Todo era tan sencillo con él, rara vez discutían y si llegaban a hacerlo, su niño siempre encontraba la manera de resolver el problema con una rica taza de café, sonrisa y un abrazo. En cambio con Vegetta todo era mucho más complejo, siempre estaban discutiendo, hasta por la más mínima cosa, y cuando parecía que al fin estaban consiguiendo tener una conversación decente, alguno hacía un comentario que al otro no terminaba de gustarle y sucedía lo inevitable.

Vegetta sintió en carne propia la nostalgia que repentinamente atacaba a Auron y aunque cada celula de su cuerpo le exigía que se acercará, sabía que lo mejor era darle su espacio o arriesgarse a ser rechazado. Ignoro su necesidad de averiguar si estaba bien y siguió avanzando, manteniendo una distancia prudente en todo momento.

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Una vez terminada la misión, regresaron al pueblo cansados y con alguna que otra pequeña herida en el cuerpo, algunos avisaron que irían al médico para una revisión y otros sólo siguieron su camino a casa, aunque debido a que sus casas estaban casi en la misma dirección, caminaron uno detrás del otro en completo silencio.

—Creí que íbamos a hablar — mencionó Auron con desinterés y no lo pensó mucho antes de detenerse para mirarle de pies a cabeza.

Parecía mucho más agotado que los demás, culpa de su pésima condición física, y tenía dos heridas destacables, una en el brazo y otra en la mejilla, por lo que decidió que ese no era un buen momento para sentarse a conversar sobre sus errores.

—Lo mejor será hacerlo después — Suspiró con pesadez, masajeando su nuca del mismo modo antes de continuar—, por ahora sólo vete a descansar, anda.

—Maldito triple siete...— Le escucho susurrar con molestia, manteniendo su vista fija en el suelo y sus dedos aferrados a la mezclilla de su pantalón.

Le escucho con toda claridad y aunque Auron no conocía sus razones para dejar su platica para otro día, se molestó.

—Joder, estoy intentando ser amable contigo por una vez, ¿y así es como respondes? — reprochó, estresado y claramente frustrado por aquella actitud.

No obtuvo respuesta verbal, pero la forma en que se le acerco con los puños cerrados, ojos chispeantes por enfado y entrecejo fruncido, fue suficiente para entender que acababa de añadir otro error a su lista.

—No me jodas con tu falsa amabilidad, porque es obvio que sólo estas intentando escapar — Golpeó con brusquedad y en repetidas ocasiones el pecho de Vegetta con su dedo índice y sólo se detuvo cuando sintió como su muñeca era apretada. Claro que estaba intentando huir, no quería estar de nuevo a solas con él y volver a pelear. Estaba agotado y prefería simplemente fingir que nada había pasado, como siempre—. Si realmente quieres ser amable, ven a mi casa y ayudame a curar mis jodidas heridas mientras hablamos, justo como lo hacías con Rubius — reclamó sin pensar y se arrepintió cuando aquel nombre salió de su boca.

—Esta bien — Le respondió sin ánimos y sostuvo su muñeca con fuerza al retomar su paso ahora rumbo a la casa del menor mientras lo forzaba a caminar junto a él.

—Puedo caminar solo... ¡suelta, puerco! — Se quejó, intento zafarse y le maldijo mil veces más, aunque todo lo que salía de sus labios eran tan falso como los movimientos débiles de su muñeca, porque en el fondo su alma se encontraba danzando de alegría por el contacto.

Era como un analgésico natural para el dolor pese a su poco cuidado y el ardor de su marca era el constante recordatorio de que algo mucho más fuerte que ellos les unía.

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𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora