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Luzu había escuchado todo tipo de historias por el pueblo y todas decían, en pocas palabras, que el encontrar a tu alma gemela era un sentimiento inigualable, un breve instante en el que el mundo dejaba de existir y eras capaz de entenderlo todo, te volvías consciente, por primera vez, de que siempre hubo una pieza faltante en tu pecho y te preguntabas cómo es que habías podido vivir tanto tiempo con ello.

Todo era cierto, Luzu lo había sentido todo, pero hubo algo más que eso, un sentimiento puro de renuencia, un rechazo total por la persona que tenía enfrente y una extraña confusión que sólo podía ser expresada de la peor manera.

—¡Te he dicho que me dejes solo, por favor, necesito pensar!

Recuerda sus gritos, la manera en que se había expresado, el embrollo que tenía en la cabeza y que le provocaba un inusual aturdimiento, también las palabras del menor, quien le seguía a casa con insistencia pese a la lluvia.

Y yo sólo quiero hablar, no te haré nada, lo prometo.

Aún podía sentir sus dedos clavarse sobre su propia piel al abrazarse con fuerza, buscando un refugio que no parecía servir de nada, un ápice de control para evitar encarar todo lo que significaba la persona a su espalda, una realidad que hace mucho había dejado de desear.

¡Se lo que dirás y no, lo que acabas de ver no significa nada para mi!

Podía jurar que aún quedaban algunos de los cristales rotos que rasparon su garganta aquella vez y en su memoria quedó grabado el estrepitoso trueno que escucho justo después. Sus ojos aún se llenan de lágrimas al repetir lo que su compañero musitó después y su respuesta a ello.

—¡Luzu, por favor, quiero intentarlo contigo!

Sus pasos se detuvieron, el diluvio que les caía encima dejó de importar, los nudos que comenzaban a crearse en su cabeza quedaron en segundo plano y sólo quedó una emoción, un inexplicable enojo.

¡No, ya te lo he dicho en casa de Vegetta, pero te lo repito ahora si es que lo has olvidado!

Volvió a acercarse a él, su aroma natural sobresaliendo sobre el de la tierra mojada, era embriagante, algo difícil de ignorar. Quedo tan cerca suya que aún podía sentir el calor emanar de su cuerpo y su agitada respiración chocar contra su rostro.

¡No quiero nada contigo, tampoco quiero intentarlo, tengo a Auron y con el soy muy feliz, en cambio tú...

Clavó sin ningún tipo de cuidado su dedo índice en el pecho del contrario, un acto tan simple y cruel que fue el único contacto que tuvieron antes de que él decidiera el final.

¡Sólo eres la maldita orden que el destino me impuso y créeme que nada de lo que pueda surgir entre nosotros, será mínimamente real!

Ver la expresión dolida de Lolito debió ser el freno a sus palabras, pero no se detuvo más que unos segundos para suspirar.

Amo a Auron, así que, por favor, no lo arruines.

Había sido muy cruel, no hacía falta que lo dijera de esa forma y entre más lo pensaba más se reprochaba la manera en que había sucedido todo.

El sutil chirrido de la puerta de abajo siendo abierta y luego cerrada fue el anunciante de que se habían quedado solos. Giró su rostro sobre la almohada y al ver por la ventana que estaba junto a la cama, se dio cuenta de que el día estaba nublado, apenas si se podían ver algunos rayos de sol por entre la densa capa de nubes grises.

𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora