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La lentitud con la que se separaron resultaría desesperante en cualquier otro tipo de situación, pero ahora sólo era la indirecta señal de que aquello no era suficiente para ninguno, no después de lo que parecía ser una eternidad separados, y nisiquiera lograron separarse por completo, quedándose tan cerca uno del otro que aún podían sentir sus pechos elevarse.

Se miraron dudosos, avergonzados por lo que querían y no sabían como pedir, por lo que significaría hacerlo ahora.

Vegetta aún lo sostenía fuertemente por la cintura mientras miraba con disimulo los labios de su ahora pareja, deseando probar nuevamente su intoxicante dulzura y suavidad hasta dejarlos brillantes e hinchados, pero aún era temeroso de sus acciones, Auron lo sabía y aunque deseaba ver algo de iniciativa por su parte, sabía que lo mejor era no presionarlo, al menos no de momento.

"De nuevo tendré que ser yo...", pensó cabizbajo, haciendo una mueca que el mayor no pudo notar.

—Vegetta, pued-

Fue interrumpido por la voracidad del pelinegro, quien atacó sus labios con rapidez, arrojando la delicadeza tan lejos como pudo para permitirse devorarlo como un depredador a su presa, clavando y estirando apenas unos centimentros con sus dientes su labio inferior para robarle jadeos mientras provocaba que el carmesí burbujeara en sus bocas, volviendo a juntar sus labios para disfrutarlo.

Y la verdad es que apenas si pudo seguirle el ritmo, sintiéndose como un total inexperto al ser completamente guiado por el contrario. Tarde se dio cuenta de que en su memoria ya no existían más besos que los que ahora estaba recibiendo y mentiría si dijera que eso no le ocasionó una agradable calidez en el estómago.

De pronto, los labios de Vegetta ejercieron más presión sobre los suyos para pedirle entrada y sus manos sosteniendo con fuerza sus mejillas, impidiendole separarse, le decían que no tenía otra opción, así que sólo se dejó llevar y abrió lentamente su boca para dejarle hacer lo que quisiera, sintiendo a los pocos segundos una pequeña sonrisa contra sus labios.

—Que obediente.

Lo escucho murmurar con picardía y estuvo a punto de reclamarle, pero no se lo permitio, borrando la sonrisa para comenzar a explorar su cavidad bucal con habilidad, logrando ser el dominante de la situación sin nada de esfuerzo. La calidez dentro de sus bocas pronto paso a todo su cuerpo como una adictiva ráfaga y de forma inconsciente sus caderas buscaron algo más.

Y lo hubiera tenido ahí mismo, en el suelo o de nuevo en el sofá que estaba junto a ellos, pero la presencia de un peludo amigo merodeando por sus pies les hizo sentirse incómodos, obligándolos a separarse.

—Kira...— nombró el mayor mientras ambos veían a la pequeña gata gris restregarse contra sus piernas.

Auron tenía demasiadas mascotas, de todos tipos y colores, pero si alguna se atrevía a hacerle algo así en uno de sus momentos de calentura, seguro no hubiera sido tan comprensivo como su pareja, quien levanto a la gata del suelo y la sostuvo contra su pecho mientras le daba mimos.

—Mira mi niña — Se giró un poco sobre sí mismo y acercó a la gata a su boca para susurrarle mientras lo miraba con intensidad—, él es tu nuevo papi.

Al escucharlo llevo una de sus manos a su pecho, inclinándose ligeramente hacía adelante como si algo le doliera.

—Ala, creo que he tenido otro infarto — mencionó con exageración antes de enderezarse con una mueca, escuchando la risa que le regaló el contrario.

𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora