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—Entonces, Vegettita, ¿para qué querías verme? — preguntó el castaño en cuanto ambos llegaron a la sala de estar, sentándose con toda confianza en el sofá que estaba frente a la mesita.

Recién había llegado junto con Willy hace un par de minutos y ahora se encontraba a solas con el, intentando disimular que estaba nervioso hasta la coronilla, aunque no hacía falta ser un experto para notar la torpeza en sus movimientos. Vegetta se sentó junto a él, después de llevarle un vaso con agua, y hasta ese momento se dio cuenta que no tenía ni idea de como comenzar a decir lo que llevaba rondando en su cabeza desde hace un par de horas o más.

—Sólo quería...— hizo una breve pausa para suspirar y luego prosiguió con el mismo tono nervioso— hablar contigo, hace tiempo que no te veo y estaba preocupado por ti — confesó, sincero y directo, como rara vez lo estaba siendo últimamente, como solía serlo cada vez que estaba con el.

—Estoy bien — respondió sin trabas, tomando el vaso de vidrio que antes reposaba en la mesita para mantener sus manos ocupadas—, no necesitas preocuparte, bien sabes que puedo cuidarme solo — agregó con una tímida sonrisa, tomando varios tragos de agua antes de escuchar la respuesta por parte del mayor, quien le sonreía con nostalgia, como si sus palabras lo hubieran llevado a un mar de recuerdos del que no quería salir.

—Si, tienes razón — murmuró, permitiendo que su tenso cuerpo se relajara, sintiendo la comodidad de los cojines contra su espalda.

Rubius estaba feliz de que Vegetta, aún después de todo lo que paso en tan poco tiempo, pudiera relajarse a su alrededor, como si la realidad que ahora los rodeaba hubiera dejado de existir, como si el que ahora no fueran una pareja hubiera sido tan sólo una amarga y cruel pesadilla.

—Vegetta, ya dime — insistió al notar el silencio que se estaba creando, uno tan cómodo que poco le faltó para sumergirse en el—, ¿para qué me llamaste en realidad? — preguntó después de carraspear.

Vegetta le miro sorprendido por la seriedad en su voz, pero no dijo nada durante varios segundos, hasta que la mirada insistente del castaño lo forzó a pronunciar palabra.

—Quiero que las cosas sigan igual entre nosotros, no quiero perderte, y desde ese día...— Se volteó hacía otro lado, mirando la chimenea y luego el techo, todo para no mirar al contrario mientras decía cosas vergonzosas— bueno, tengo miedo de que nuestra amistad se vaya por el caño.

—No, no vas a perderme, tan sólo...— Ahora era el quien no encontraba las palabras para expresar lo que sentía, lo que pensaba respecto a todo lo que estaban viviendo— necesito o necesitaba, no lo sé, algo de tiempo para hacerme a la idea de que estas con alguien más — continuó, rascando su nuca y agregando poco después—, y que ese alguien es el calvo tóxico de Auron.

Al escuchar aquel nombre siempre hacía una mueca, un gesto o algo que dejara en claro que él no era de su especial agrado, pero ahora, ahora sonreía como un tonto que estaba soñando despierto, ilusionado con la idea de volverlo a ver, recordando su linda imagen y pensando que la marca que compartían no se vería igual de bien en nadie más.

—Entiendo...— musitó, enderezando su espalda casi por inercia y llevando una de sus manos hasta su boca, como si acabará de darse cuenta de algo que le resultaba sorprendente.

—¿Pasa algo? — preguntó el menor al verlo levantarse de su lugar con una brusquedad que no le caracterizaba.

—No, bueno, tal vez... joder, la verdad no lo sé — Empezó a moverse con nerviosismo de un lado a otro frente al sofá, obligando a Rubius a alzar los pies del suelo para subirlos al sofá y cruzarlos ahí mismo—. Hasta hace unas semanas te amaba con locura, eras mi revelación, quería pasar el resto de mi vida a tu lado y ahora, ¿ahora que? — Se preguntó con una repentina exasperación, frenando sus inquietos pasos frente al castaño para esperar una respuesta que no nunca llegaría, pues Rubius no estaba entendiendo nada— Las cosas están pasando demasiado rápido, yo... me conoces, todos lo hacen, y saben que no me agradan los cambios tan repentinos, tan abruptos — se quejó, pasando sus largos dedos entre sus mechones.

Rubius le miro con curiosidad. Aquel estado era raro de ver en el, tan inquieto que no paraba de ir de un lado a otro, con una imagen que bien podría representar el desorden y, sobretodo, confundido. Pocas veces lo había visto de esa manera, y dos de esas pocas, habían sido por culpa de Auron. Se levantó de su lugar, dejando el vaso nuevamente sobre la mesita y tomó los firmes hombros de su ex pareja para obligarlo a detenerse.

—Hey, mirame — Sus ojos se encontraron al instante—, esto no fue algo abrupto, recuerda que estaba preparado desde el momento en que tu marca fue diferente a la mía — dijo con cierto dolor en el pecho. Aún le costaba decirlo en voz alta—. Se que te cuesta aceptar que las cosas están cambiando, pero así es, venga, tienes que entender que ya nada va a volver a ser igual — finalizó con dureza, aún sin comprender porque a Vegetta le costaba tanto aceptar lo que pasaba, alejándose tajantemente cada vez que pensaba en la posibilidad de querer a Auron como lo quiso a él o incluso más de lo que pudo haberlo amarlo alguna vez—. Además — llamo su atención por segunda vez, sonriendo con sorna antes de decir —, se te nota que Auron ya te gusta — Le dio un ligero apretón en los hombros antes de soltarlo y se volvió a dejar caer en el sofá.

—¿Qué dices? — exclamó, cruzandose de brazos, renuente a escuchar lo que sea que estaba a punto de decir su compañero.

—Si, es decir, cuando dije su nombre, sonreiste con ternura — Su sonrisa se ensancho aún más cuando notó el color que se había plantado en las mejillas del pelinegro—. El triple siete está enamorado, que lindo — Volvió a burlarse y se ocultó con rapidez detrás de sus delgados brazos al ver como un cojín volaba en su contra.

Después de eso, un largo silencio volvió a acompañarlos, hasta que Vegetta se atrevió a romperlo.

—¿Y está bien? — preguntó dubitativo y Rubius inclino su cabeza ligeramente hacía un lado, dando a entender que, de nuevo, no comprendía—, me refiero, ¿está bien que sea el, que sea tan pronto? — Se encargó de que sus palabras fueran más sencillas de entender.

—Claro que si, hombre, no seas un imbécil — mencionó hastiado, a punto de recibir otro golpe con el cojín, de no ser porque sus palabras lo detuvieron—. ¡Espera!, yo se que Auron puede ser un hijo de puta la mayor parte del tiempo pero, ¿quién mejor que tú para lidiar con uno? — Se atrevió a decir, suspirando aliviado cuando vio al cojín descender— Estoy seguro de que si te esfuerzas y dejas de resistirte, serán una gran pareja.

—Supongo que... gracias — Lo unico que pudo hacer fue agradecer en un murmullo, sentándose sobre el borde de la mesita y recargando los codos contra sus muslos para ocultar su rostro entre sus manos. Debía dejar de darle tantas vueltas al asunto. Ya había hecho tantas cosas con Auron, cosas que podían clasificarlos como una pareja y, aún así, el parecía ser el único que seguía escapando.

Sintió un suave agarre sobre sus hombros y miro a través de sus dedos al castaño, quien le sonreía suavemente.

—Son veinte diamantes — dijo de golpe, arruinando el momento. Vegetta apartó su mano de un golpe.

—Vale, fuera de aquí — Señaló la puerta con su dedo índice y espero a que se levantara para seguirle.

—De acuerdo — Alzó sus manos en señal de paz y luego las oculto en los bolsillos de su sudadera, alejándose con pasos vagos mientras hablaba de cosas sin sentido con el mayor, temas irrelevantes que surgían de la nada entre ellos, impidiendo que sus voces dejaran de escucharse hasta que llegaron al último escalón.

Vegetta no le presto atención a la presencia de su amigo en su casa ni a la inusual confianza con la que se acercaba al castaño, de hecho, nadie en ese momento hubiera logrado apartar su mirar del pelinegro, quien no se suponía debía estar ahí, dándole la espalda, sin intenciones de girarse y con una extraña aura rodeandole. No evitó que sus labios se abrieran para pronunciar su nombre, esperando que se girará para ver los grandes ojos negros que había extrañado más de lo que le gustaría admitir.

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𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora