Rubius había despertado de su siesta gracias al inoportuno mensaje de su anterior pareja y, aunque no mostró ni la más mínima intención de querer abrir su chat, termino haciéndolo, leyendo repetidas veces lo que estaba escrito para cerciorarse que no era víctima de sus vista cansada y al darse cuenta que era real, comenzó a darle vueltas a la idea de si debía aceptar o rechazar aquella invitación y para su mala suerte, sus dedos fueron más rápidos que su pensar y termino aceptando.
Se levantó de la cama, observando el cielo despejado por sus ventanales y estiró sus largos brazos, simulando querer alcanzar el techo y gimió de satisfacción al escuchar el placentero crujir de sus huesos. Vegetta sabía lo impuntual que podía llegar a ser así que no le pareció mala idea comer algo antes de ir a su casa, puesto que ahora no se sentía con la confianza suficiente como para tomar cualquier cosa de su nevera como solía hacerlo.
Abrió las puertas de la habitación, caminando con pereza hasta las escaleras mientras metía una de sus manos por debajo de su sudadera para rascar su abdomen. Bajo cada escalón de forma lenta hasta que llegó al piso intermedio, frenando sus pasos al sentir un peculiar aroma llegar a sus fosas nasales, aspiro con fuerza varias veces, llenando sus pulmones de aquella esencia y cuando por fin pudo identificarla, apresuró sus pasos, bajando de dos en dos hasta que llegó al último de los escalones.
— ¡¿Pero que haces?! — exclamó incrédulo, llevando ambas manos a la par de su cabeza, jalando ligeramente su cabello mientras mantenía su vista fija sobre el contrario.
No recordaba que Willy fuera malo en la cocina, aunque tampoco es que lo hubiera visto cocinando alguna vez, pero ahí estaba, con un delantal gris manchado casi en su totalidad con una mezcla cremosa que también había sobre la pila de trastos que tendría que limpiar después y sobre algunas partes de su encimera.
— Supongo que...— dudo al ver el mal aspecto que tenían aquellos círculos de tonalidad oscura una vez que los dejó sobre el plato que estaba en la mesa — ¿tortitas?
Rubius redujo el espacio entre sus delgadas cejas, acercándose a la mesa para ver más de cerca lo que el albino acababa de servir, aguantando sin éxito una sonora risa, causada por el lamentable aspecto de aquel intento de tortitas.
— Madre mía Willy — mencionó con sorna, llevando una de sus manos a su estómago al sentir una ligera molestia causada por la risa — es que... nisiquiera son redondos tío — murmuró, acomodandose frente al pequeño plato sin darse cuenta de que el contrario había apartado la silla de la mesa para invitarle a sentarse.
— Tu no lo harías mejor — dijo con un tono juguetón, alejándose de el para buscar entre los cajones que había detrás suya algún tenedor.
— ¿Quieres apostar? — le siguió el juego, olvidándose de con quien estaba tratando y para cuando quiso revertir sus palabras, ya tenía al albino a su espalda, borrando la línea que marcaba su espacio personal e inclinando su cuerpo junto a el para dejar sobre la mesa el utensilio.
Podía escuchar el latir de su corazón en sus oídos, arremetiendo con tanta fuerza contra su pecho que parecía a punto de salirse de su tórax, todo por culpa de algo tan simple como lo era su cercanía. Willy le miro de reojo, sonriendo con superioridad al notar como el azabache tragaba saliva de forma poco sutil, tan poco sutil como el intenso escarlata que relucia en sus mejillas.
— Mientras yo pueda elegir mi premio — relamio sus labios para dejar en claro su doble intención, sabiendo lo directo que tenía que ser con Rubius y volvió a alejarse, esta vez para tomar asiento frente a el.
— Va-vale — susurro cabizbajo, con los nervios haciendo vibrar su voz mientras tomaba el tenedor entre sus dedos para dar el primer bocado, dándose cuenta que estaba ignorando algo importante — espera... ¿qué haces en mi casa? — la molestia volvió a su semblante y paso su mirar por las puertas — y... ¿cómo coño fue que entraste?
— Te lo había dicho ya tío — posó sus codos sobre la mesa, acomodando su barbilla sobre la palma de su mano — voy a cortejarte...— dijo con obviedad — y entre por la puerta, deberías poner más seguridad.
— Así que...— tomó un pedazo de tortita con el tenedor, llevándola con temor hasta su boca para masticar con lentitud, intentando disimular su sorpresa al notar el dulce sabor — ¿esta es tu idea de cortejar? — Willy asintió en respuesta.
— También eso — señaló con su cabeza hacía un lado y Rubius detuvo el movimiento de su brazo, dejando el tenedor frente a el mientras trataba de procesar aquella colorida imagen.
— ¿Cómo es que-
— Las compre en el pueblo — dijo inexpresivo, sin apartar su mirada esmeralda del castaño — no sabía cuáles te gustaban así que traje las que sugirió la mujer del puesto.
Rubius se levantó, bajando el par de escalones que elevaban su cocina y avanzó hasta la mitad del lugar, poniéndose de cuclillas para tomar uno de los ramos que había en el suelo. No era la primera vez que recibía flores, Vegetta le había regalado algunas veces antes de empezar a salir pero siempre lo hacía de frente, jamás las dejaba en el suelo como lo había hecho el y aunque no quisiera compararlos, debía admitir que le encontraba cierto encanto a la forma que tenía de hacer las cosas.
— Gracias — murmuró con una sonrisa que no llegó a ojos del mayor.
— ¿Y bien? — Rubius lo miro inquisitivo, haciéndolo resoplar — ¿cuáles te gustan?
Rubius volvió a reír antes de responder: — ¿Por qué lo quieres saber, eh, rata? — pregunto con una amplia sonrisa.
— ¿No es obvio chaval? — se cruzó de brazos y fruncio el ceño con falsa molestia — sólo quiero saber que responder cuando aquella mujer me vuelva a preguntar cuáles son las flores favoritas de mi pareja — agregó con seriedad, una que rara vez se veía perturbada en el.
Rubius carraspeo, tomando los cuatro ramos entre sus brazos para ir hasta la mesa de nuevo, dejándolas sobre la superficie para poder buscar algún florero o cualquier cosa que pudiera servir como uno, aunque era obvio que no le durarían ni una semana por culpa de su irresponsabilidad...
— Mierda — maldijo, golpeando su frente con una de sus manos. Había olvidado que tenía que ir a casa de Vegetta — Willy, yo...— sabía que no debía darle ninguna explicación pero se sentía mal no hacerlo — debo ir a casa de Veg — el silencio reinó entre ambos mientras simulaba que seguía buscando, a pesar de que ya había encontrado algo perfecto para las flores.
— Vale — el chirrido de la silla le hizo dar un respingo y se mordió el labio inferior antes de girarse para verlo — venga, vamos — añadió.
— ¿Qué? — le miro empezar a moverse en dirección a la salida y sus piernas se movieron detrás de el para seguirle.
— Te acompaño — se detuvo en seco, sintiendo al castaño chocar contra su espalda y se giró para poder tomar su muñeca — anda, que tengo cosas que hacer — fue lo último que dijo antes de reanudar su andar, quitándose de un tirón el sucio delantal.
Rubius no sabía si existían palabras que pudieran hacerlo cambiar de idea pero, si es que lo hacían, le resultaba imposible encontrarlas.
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𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]
FanficAl darse cuenta de que compartían la misma marca sobre sus cuerpos, los fuertes cimientos que habían creado con el tiempo se vinieron abajo junto al futuro que tenían planeado, forzádolos a empezar de cero mientras tomaban la mano de un compañero qu...
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