𝑺𝒐𝒖𝒍𝒎𝒂𝒕𝒆𝒔 [Re-escribiendo]

06

Después de terminar la misión, Lolito emprendió su paso hasta su nuevo hogar, el cual estaba en la playa y que tenía una hermosa vista al mar. Irse había sido la mejor desición y no se arrepentía ni un poco de lo lejos que se encontraba del pueblo nisiquiera cuando tenía que caminar con una herida burbujeante en la pierna que iba desde su rodilla hasta la mitad de su pantorrilla.

Sus compañeros no se habían dado cuenta ya que lo había disimulado muy bien pero el dolor ya se estaba volviéndo insoportable. Se alivió al ver su casa del otro lado del mar y se dispuso a cruzar el puente que el mismo había hecho para llegar con más rapidez. Unos cuantos pasos y ya estaba del otro lado.

Su vista cada vez era más borrosa y sentía como poco a poco perdía la fuerza para seguir en pie. Seguro no tardaría en desplomarse.

—¿Lolaito? — Escucho una voz que al instante le hizo levantar la mirada del suelo y lo último que vio antes de caer de golpe al suelo, fue la expresión preocupada del castaño.

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Se removió con pesadez sobre lo que parecía ser su cama y al sentir la suavidad bajo su cuerpo, se pregunto como es que había llegado ahí en primer lugar. Abrió los ojos con lentitud e intento recordar que era lo que había pasado antes de que terminará inconsciente y lo primero que se le vino a la cabeza fue la cara de Luzu mostrando una emoción sincera que el jamás penso o espero recibir, al menos no de el.

—¿Estas mejor? — De nuevo aquella voz, debía estar soñando. Miro a su lado y ahí estaba, sentado en una silla junto a la cama.

—Eso creo — respondió, aún si creerse que todo aquella situación fuera real y se sentó en la orilla de la cama, dándose cuenta de que su herida ya no estaba expuesta y que ahora un blanco vendaje la cubría.

Miro a Luzu, incrédulo.

—¿Qué? — La mirada del pelinaranja le estaba poniendo los nervios de punta.

—Nada — Se levantó, sintiendo aún algo de dolor y dio unos cuantos pasos hasta acostumbrarse. No tendía a quedarse en cama aunque se sintiera enfermo o estuviera herido así que entre más rápido se adaptará al dolor más rápido podría comenzar a hacer algo en su casa.

—Espera, necesitas descansar — Se levantó de la silla para correr hasta el y en cuanto puso su mano sobre el brazo del contrario, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Se alejó al instante—. Lo siento...— se disculpó y junto ambas manos sobre su pecho, intentando ignorar el fuerte golpeteo de su corazón.

—No te preocupes — respondió intentando restarle importancia, aunque la verdad es que estar tan cerca sin poder hacer nada le jodia mucho.

—Perdón por venir a tu casa sin avisar pero...

—No quieres estar en casa — Lo interrumpió sin dirigirle la mirada y cuando ambos bajaron las escaleras, se giró para ver como el castaño negaba apenado—, ya, me lo imaginaba.

—Sólo me quedaré unos días, si me dejas claro, no quiero molestar...— hablo cabizbajo y cuando sintió la presencia del contrario acercarse, los nervios le invadieron.

Lolito tomó con delicadeza su mentón e hizo que lo mirara. Sus fríos e intensos ojos esmeralda siempre le habían parecido hermosos pero jamás se lo diría en voz alta.

—Haz lo que quieras — Soltó su mentón y volvió a alejarse rumbo a la cocina para buscar algo de comer.

—Gracias — Le sonrió lo más sincero que pudo y luego salió de la casa con prisa para, después de unos segundos, volver con un cerdo entre los brazos.

—¡Eh, que no dijiste nada sobre el cerdo! — grito, resaltando su acento. Como odiaba a ese pequeño animal.

—No iba a dejar a Manolo solo — dijo con simpleza y se acomodó en el sofá. Lolito bufó. Se sentía incapaz de decir algo malo o de negarse rotundamente a que el cerdo estuviera con ellos aún cuando estaba en su propia casa.

—Vale... pero mantén a ese animal lejísimos de mi cama — ordenó, recibiendo un asentimiento como respuesta. Seguro no le haría caso pero al menos lo había intentado.

—De nuevo, gracias — Ahí estaba de nuevo, aquella sonrisa y tono amable que rara vez iba dirigido para el— y estoy aquí para cualquier cosa que necesites.

—Tu sabes que necesito — Se cruzó de brazos y cuando el silencio les hizo compañia, suspiro. Presionarlo no serviría de nada— olvidalo, me voy a dormir.

—Esta bien — respondió con rapidez antes de que Lolito desapareciera de su vista y se mordió el labio, nervioso.

—Venga tío, era una broma — Le mostró una ancha sonrisa para convencerlo pero no servía de nada. Luzu era muy bueno para leer a las personas.

—Lolito, lo digo en serio... hay que intentarlo — Se puso en pie y redujo la distancia entre ambos, quedando a pocos centímetros del contrario. Era mucho más alto que el así que tuvo que ponerse de puntas para alcanzarlo.

Tal vez sólo estaba actuando por despecho pero cuando sus labios por fin se juntaron en un dulce baile, se sintió bien. Amaba a Auron, era su niño y tenía una conexión especial con el pero jamás le dijo que antes de estar con el ya sabía quién era su alma gemela. Lolito tomó su cintura con fuerza y lo atrajo a su cuerpo para disfrutar de la sensación electrizante que le recorría de pies a cabeza.

Metió sus manos por debajo de la sudadera negra y sonrió lleno de satisfacción al ver la fina marca con forma de cuchillo que yacía en el costado derecho del mayor, justo sobre las costillas y antes de besarlo de nuevo se quito la camisa. Las mejillas de Luzu fueron adornadas de un lindo tono rosado y dejó escapar un suspiro al sentir el como sus cuerpos hacían fricción.

Esto era lo que Lolito necesitaba, esa dulce satisfacción que le brindaba plenitud y que llevaba sin sentir desde que ambos se dieron cuenta de lo que eran. Tanto tiempo separados fue una tortura silenciosa que los arrastraba lentamente al abismo de la locura y si no fuera por la futura pareja, seguro ya habrían caído en lo más profundo de aquel abismo.

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