Capitulo XXIII

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La tenue luz que se dejaba colar por una de las ventanas de la habitación la invitó a abrir los ojos con algo de pesadez y renuencia. Sintió que no durmió lo suficiente, aunque desconocía la hora que marcaba su reloj. Parpadeó un par de veces esperando que sus ojos se acostumbraran a las sombras formadas por los muebles del lugar e intentó moverse, pero el peso sobre su pecho le detuvo y entonces recordó que no se encontraba sola en la cama.

Lo primero que logró enfocar con su mirada, fueron los cabellos castaños de Josette Saltzman, quien permanecía completamente acurrucada sobre su pecho mientras su brazo derecho le rodeaba la cintura con firmeza, como si no quisiera que se apartara de su lado. Instintivamente sonrió. La calidez del cuerpo de la chica prácticamente sobre el suyo hizo vibrar su corazón de manera agradable.

Con la mano libre comenzó a acariciar los cabellos de la menor, con delicadeza y sutileza, como si fuese un objeto de cristal que pudiese romperse con el tacto de una pluma. Sus ojos ya se habían acostumbrado por completo a la luz del sol apenas perceptible en la habitación y podía sin duda distinguir los rasgos perfectos de la morena.

Sus cejas pobladas, que mostraban la pequeña cicatriz que tenía en una de ellas. Sus ojos ligeramente rasgados con largas pestañas. Su nariz pequeña y respingada. Y sus labios, aquellos labios gruesos y carnosos que desde la primera vez que pudo probarlos ya se sentía adicta a su sabor dulce, a su suavidad y calidez. No supo cómo ni cuándo, pero Josette la tenía hechizada con todo su ser y para Hope, aquello era lo mejor que había podido sentir alguna vez en la vida.

Suspiró.

Apartó la mirada de la chica que permanecía dormida para sonreír con amplitud. Hace mucho tiempo que no se sentía tan alegre y, conocer el motivo de aquella alegría, tenerla entre sus brazos y saberse querida de alguna forma por ella, era satisfactorio. Volvió a mirarla, pero para su sorpresa, los ojos de Josie se encontraban completamente abiertos hacía ella.

-Buenos días – susurró con una sonrisa la mayor.

-Buenos días – la voz ronca y tierna de la menor la hacían parecer una niña pequeña.

- ¿Dormiste bien? – preguntó, en el mismo tono de antes. Josie se acomodó alejando un poco su cuerpo de el de la mayor para poder mirarla mejor.

-Si, aunque la cabeza me duele un poco – respondió cerrando los ojos un par de segundos para luego volver a enfocarlos en Hope - ¿y tú?

-Dormí muy bien – la cobriza ladeó un poco el cuerpo para quedar de frente a Josie. Acercó su mano a la mejilla de la chica y la acarició con suavidad haciéndole cerrar los ojos – probablemente tengas resaca, pero te daré algo para que puedas sentirte mejor luego-.

-Te lo agradezco, en serio. Si no, siento que podría explotarme en cualquier momento – ambas rieron con diversión por un instante, se pusieron serias y fijaron sus miradas una en la otra sin apartarla. Sus ojos mirándose con detallada atención, como si pudiesen comunicarse a través de ellos, como si las palabras sobraran y la conexión entre ambas no necesitara más que aquello que sus orbes expresaban. Probablemente estuvieron un minuto de aquella forma, pero no era incomodo, si no lo contrario.

- ¿Puedo besarte? – preguntó la morena rompiendo el silencio. Nuevamente era una chica tímida y el corazón de Hope dio un respingo en su interior con emoción. Sus labios se curvaron en una sonrisa dulce.

-Cuando quieras, puedes hacerlo – Josie agradeció la poca claridad de la habitación, porque podía jurar que sus mejillas estaban completamente rojas en aquel momento. Además, aquella respuesta le aceleró el corazón emocionándola.

El silencio volvió a reinar, Hope sintiéndose un poco culpable por lo que dijo, probablemente Josie se estaba cohibiendo por su culpa y no era precisamente lo que quería. Aunque en lo absoluto, era eso lo que la morena estaba pensando.

Haunted HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora