Capítulo 9 - "Batalla contra la cordura"

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Sentada en la silla de su escritorio y bebiendo tibio capuchino, Verónica esperaba paciente a su asistente para darle algunos informes financieros de los puntos de venta. Mientras suspiraba profundamente retiró de sus ojos los lentes que usaba para leer en el computador, estos ayudaban a que su vista no se viera tan afectada al estar tanto tiempo expuesta a la luz azul de la pantalla, luego alzó la mirada viendo al hombre que entraba por la puerta.

─Entrega todo esto a los ejecutivos. ─ Dijo sin mirarlo pues ya sabía bien quien era, conocía su loción y sobretodo la energía que invadía el lugar cuando él hacía presencia. Ella aproximó las carpetas hasta el extremo del escritorio, para que su asistente las tomara.

─¿Algo más? ─ Preguntó el muchacho de forma descomplicada.

─No, llévalo rápido. ─ Ordenó la ejecutiva volviendo a poner los lentes sobre sus ojos.

Ella tomó otro poco de café mientras observaba unas cifras en su computador, y el chico desaparecía de su oficina llevando las carpetas a los integrantes de la junta directiva.

Luego de él haber hecho el trabajo, regresó con su jefa y lo que presenció lo dejó boquiabierto, e impactado.

La misma mujer que hace dos minutos estaba sanamente calmada y seria, ahora lucía alterada, nerviosa e histérica hablando por teléfono.

─¿Qué? ... ¡Pero no pueden hacer eso! ... ¡No! ... ¡Comuníqueme con su jefe! ... ¡No importa! ... ¿Qué? ¡No! ... Ya voy para allá. ─ Ella colgó el teléfono desesperada, con las manos temblorosas y el corazón palpitando enloquecido, sin darse cuenta que Marcelo había vuelto, no habiéndose percatado de la presencia de él, sus manos impactaron la mesa con fuerza haciendo estremecer todo lo que había sobre ella.

El chico sólo observaba sin pestañear, asombrado por la furia de la pelirroja.

─¡Maldita sea! ─ Verónica gritó sin darle cabida a la calma, gran parte de trabajo que llevaba haciendo hace meses estaba perdido, y se sentía fatal, solo deseando tener al inepto que echó todo a perder, frente a ella, para ahorcarlo con sus propias manos hasta la agonía.

Se llevó las mismas a su cara para  cubrir las lágrimas de ira que de sus ojos brotaban, una tras otra. No quería que alguien llegara y la viera así.

Pero ella no sabía que ese alguien ya había entrado y justo la miraba sorprendido por su accionar.

¡Qué neurótica!

Deseo tanto darle al menos un abrazo, pero en estos momentos esa mujer parece una loca... Y puedo salir perdiendo.

Marcelo después de debatirse en su mente sobre como debía proceder en este caso, decidió no interferir en el vuelco de emociones que la mujer estaba sufriendo, era un problema de ella y su desquiciada psiquis.

Pero su corazón dio un tirón al verla llorando tan compungida, y derrotada, la ira había cesado un poco y ahora parecía una pequeña niña derramando lágrimas sin consuelo, una muy triste.

...Tal vez, pueda aligerar su locura.

Él esbozó su mejor sonrisa, sincera y cálida, se acercó a ella por detrás ya que la mujer le daba el frente a la ventana de cristal, y con delicadeza  acarició el sedoso cabello de tonalidades cobrizas con su mano derecha, intentaba relajarla sabiendo que podría estar arriesgándose.

Verónica al sentir la gran mano sobre su cabeza moviéndose de forma suave, dejó ver su rostro empapado en lágrimas y miró a aquella persona que la consolaba. La expresión de asombro en su cara fue inigualable, le extrañaba muchísimo el encontrar a Marcelo detrás de ella.

Mi jefa, es una mujer peligrosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora