Capítulo 10 - "Necesidad"

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Habían pasado las horas de forma rápida, y después de un día de trabajo agotador Marcelo se tumbó sobre su cama dando un ruidoso suspiro que denotaba su cansansio, sabía que el siguiente día sería bastante ajetreado y por esa razón no podía quedarse dormido tan tarde. Así que empezó a trabajar en su laptop desde temprano con respecto a la reunión con el ejecutivo de la maderera.

Eran aproximadamente las siete de la noche, los autos y el bullicio de la ciudad se escuchaban lejos de donde estaba él, agradecía el vivir un poco alejado de la central urbana de esta. Mientras trabajaba se detenía por momentos a observar por la ventana de su cuarto el horizonte nocturno colmado de oscuridad que lo hacía sumergirse en pensamientos donde sentía perderse, y ya el trabajo y la empresa pasaban a segundo plano.

Era una sensación inexplicable la que por veces lo asaltaba, era sentir un vacío pero a la vez una plenitud extraña que lograba erizar los vellos de su piel, la brisa fría era plena y su alma se sumergía extasiada en ella, era sentir el corazón llenarse cuando la naturaleza acariciaba sus sentidos de aquella manera tan sublime.

Una de las plantas que estaba sembrada en su modesto jardín golpeó a causa del viento la puerta corrediza de cristal que daba al patio, y aquello lo hizo reaccionar de su trance para recordar que debía seguir trabajando.

De forma esporádica un sentimiento extraño parecía dominarlo, sobretodo por las noches frías, en las que el silencio y la nostalgia reinaban para él.

Al mismo tiempo, pero en otra casa, un hombre con su pijama puesta estaba sentado sobre una cama leyendo una revista muy interesante a su parecer, mientras su esposa se preparaba para entrar a la cama, peinando su melena y aplicándose las cremas faciales de rutina. Al terminar, ella con una bata de seda beige se sentó sobre la cama en silencio, y con una ternura inusual en su persona se acercó un poco más a su marido apoyando luego su cabeza en el pecho de él.

─Mi amor, dime... ─ El hombre acarició la rojiza melena de Verónica con suavidad, mientras una sonrisa se dibujaba en un rostro. ─¿Cómo te fue hoy en el trabajo?

─No muy bien. ─ Respondió ella al instante, algo molesta, recordando que unos imbéciles causaron un problema en los locales, y para colmo su asistonto arruinó irremediablemente su camisa. No había tenido nada de bueno ese día.

─¿Por qué? ─ Él dejó la revista de manera inconsciente justo al lado de la mujer, la cuál se distrajo viendo la portada de esta mientras hablaba.

─Un problema con uno de los puntos de ventas... ─ Dijo omitiendo el asunto con su asistente, muy idiota a su parecer. ─Pero se solucionó rápido.

─Si tú estas ahí, todo se solucionará rápido amor. ─ Luciano sonrió con calidez dejando un beso sobre la frente femenina, se sentía pleno cada vez que tenía la oportunidad de verla serena.

Ella buscó su mirada y sin más, le dio un pequeño beso en los labios, corto pero lleno de ternura.

Luego cerró sus ojos queriendo descansar, el día había sido fuerte, agotador y avasallante, deseó darle descanso a su alma y permitirle pasear por el universo mientras su cuerpo se sumergía en un profundo sueño que estaba esperando desde hace rato, en brazos del hombre que ahora acariciaba su espalda delicadamente como si se tratara de una muñeca de porcelana china en su poder.

La mujer juntó sus ya pesados párpados y sobre el fornido pecho de su marido se quedó dormida.

Luciano la miraba con una sonrisa tierna en sus labios, empezaba a relajarse también, teniendo una hebra de cabello entre sus dedos se dejó dominar por el sueño igualmente. La noche que había permanecido fría se tornaba más cálida junto a ella.

Mi jefa, es una mujer peligrosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora