Las nubes eran protagonistas en el azul firmamento y las estrellas se mantenían escondidas en la nublada noche, opacadas por la densa oscuridad del cielo nocturno. Un taxi avanzaba por una de las autopistas de la ciudad a toda marcha, llevando dentro de él a dos personas rumbo a sus diferentes hogares.El chico, manteniéndose alerta, sentía durante el trayecto un peso recaer sobre su hombro, una débil respiración acariciando con sutileza su clavícula.
Lo más probable era que la mujer que hace un rato miraba retraída la ciudad a medida que el auto avanzaba, había desisitido de fatigar a su cabeza con preocupaciones y ahora el sueño hacía de las suyas con ella, teniéndola rendida sobre un hombro ajeno. Sus ojos cerrados guardando aquella mirada fiera la hacían ver muy cándida y tranquila, lucía como un ángel incorruptible, quien en esos momentos contara con la oportunidad de apreciarla, sería capaz de imaginar que era la más inocentes de las almas la cual ocupaba su cuerpo, alguien incapaz de dañar a otro ser humano, una persona santa.
Pero lastimosamente la vida le había dado una y mil cachetadas durante toda su existencia, la había tirado al suelo para pisotearla mientras se reía de ella, y había escupido su cara al verla llorar lágrimas de sangre. Ahora pensaba firmemente en que todo el daño hecho sería retribuido, con creces.
Nadie la dañaría, no sin conocer la cara del karma.
Sus ojos se abrieron con debilidad al sentir unos brazos sacudirla con afán, pero cuidado. Era el chico, el mismo que ponía el mundo a sus pies cada vez que podía hacerlo.
─Señora... Verónica, despierte. ─ Dijo con la voz un poco baja, queriendo que la mujer no se sobresaltara.
─¿Qué sucede? ─ Ella observó a Marcelo con los ojos entrecerrados bastante desubicada y confundida. Sus ojos miraban hacia todos lados intentando saber en donde estaba, pero sólo se encontraba en la oscuridad del taxi, con su asistente.
─Se quedó dormida aquí, el señor necesita saber en que casa debe dejarla. ─ Dijo Marcelo haciendo una gesto de obviedad con sus manos para luego señalar hacia afuera del auto.
─Ahh... ─ Soltó tratando de captar lo que él decía. ─Disculpe, es allí. ─ Verónica sonreía con complicidad en un desesperado intento de aligerar el ambiente que ahora sentía más pesado cada vez que al taxi de aproximaba a su casa marcando el inicio de una noche de suplicio.
Después de regresarle la chaqueta a Marcelo y despedirse de él, Verónica observó su casa de pie frente a ella, mientras suspiraba cansada, cansada física y espiritualmente, la mujer angustiada se esforzaba por canalizar buenas energías antes de entrar y atender los interrogantes que seguro su esposo le tenía listos.
─Aquí voy... ─ Dijo abriendo la puerta.
La mujer entró caminando lentamente con su elegancia innata, para luego dejar su cartera sobre el sofá y subir a la segunda planta a saludar a su marido. Escuchó un ruido en las habitaciones de arriba y avanzó hacia estas con el corazón en la mano, sentía una opresión entre el pecho y la espalda que le dificultaba respirar normal.
Sabía que la ansiedad y angustia estaban congeniadas para tenerla en tan mal estado. Mientras caminaba por las escaleras avisando su llegada con cada una de sus pisadas de tacones, recordaba lo que no hace mucho le había pasado, actuó tan débil y estúpida que le dieron ganas de devolver por el asco que sentía al recordar lo que con Albert sucedió.
Al llegar a la habitación principal, se encontró con un Luciano que observaba con detalle la televisión frente a él, restándole atención a la mujer que acaba de llegar y percatándose tarde de su presencia.
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Mi jefa, es una mujer peligrosa.
Misterio / Suspenso¿Qué pasa si te reencuentras con la chica protagonista de tu efímero amorío juvenil? Y ahora, viviendo en la piel de tu jefa. Un joven hombre tendrá que soportar en carne propia la personalidad prepotente, déspota, y orgullosa de aquella mujer que e...