Eran las 7:15 Pm, la noche estaba un poco más cálida que las anteriores, la pelirroja miraba su reloj de mano dándose cuenta de que pronto tenía que irse para la dichosa e inesperada cita que le había puesto su jefe en un muy elegante sitio, solo iría allí e intentaría actuar con normalidad.
Aquel hombre no le daba buena espina, su mal genio, ego, y actitud posesiva, eran muy notorios con sólo respirar. Era un engreído de mierda, y lo sabía.
─Marcelo necesito irme urgente, tengo una reunión a las ocho... y no puedo faltar. ─ Dijo Verónica con cierto nerviosismo notorio en su voz, pero pasó desapercibido ante el joven.
─Esta bien, yo me encargo. ─ Dijo casi en susurros el joven hombre sin mirar a la ansiosa mujer. Organizaba un par de cosas en el escritorio de ella.
─Si se pasa de la jornada laboral, me avisa mañana... Le pagaré las horas extras. ─ Ella agarró su bolso junto con sus cosas y se dispuso a salir.
─Está bien... No se preocupe.
─Gracias. ─ Verónica sonrió armoniosamente y se quedó mirando al chico durante un momento, algo nostálgica y sentida. Pero luego se retiró al parecer apenada por el suceso.
Eres una persona muy rara Verónica.
Sí, su cabeza le cuestionaba cualquier cosa que ella hiciera, hasta si respiraba de manera incorrecta. La mujer estaba cansada, pero sabía que era una lucha perdida.
Marcelo, que no se había dado cuenta aún de nada, siguió con la vista en los informes sintiendo como los pasos de ella se alejaban por el pasillo, y suspirando con cansancio se acomodó en la silla donde permanecía su jefa la mayor parte del día, para poner en marcha la extenuante jornada que le esperaba.
─Bueno... A trabajar.
Al tiempo, Verónica salía rápido de la empresa caminando apresurada, llamó a su esposo para avisarle que no la recogiera, que tomaría un taxi e iría hasta su casa. Al llegar a la misma, se dio cuenta de que su marido aún no salía del trabajo y continuaba en el bufete, así que la casa permanecía sola y silenciosa; Un remanso de paz.
Estaba demasiado agotada, había tenido un día muy ajetreado y loco, dejándola con la necesidad de quitarse de encima el estrés alucinante que cargaba, o podría no dar una buena impresión ante el Señor Albert.
Cosa que no podía suceder bajo ninguna circunstancia.
Fue por eso que preparó una ducha de agua tibia con sales relajantes mientras se quitaba la ropa poco a poco, para después entrar al baño. Al salir de este, ya reconfortada y más relajada, sacó del armario un bello vestido blanco que le gustaba demasiado, muy discreto y a la vez con un toque sencillo y muy sensual; con cuello bandeja y hombros descubiertos, mangas largas y una longitud siete centímetros por encima de la rodilla, señido a su espectacular cuerpo.
─Este está bastante bonito para la ocasión. ─ Agregó viéndose en ropa interior mientras sostenía a un lado de su cuerpo la fina prenda de vestir.
Sólo no vayas a enloquecer al tipo.
Aplicó un poco de perfume sobre su cuerpo con notas de fragancia floral y mística, tan envolventes y cautivantes como su gatuna mirada, la cual mantenía fija en el espejo observándose a sí misma mientras se arreglaba, llevaba el cabello liso pero voluminoso, hasta su espalda baja, el color rojizo en él lucía muy bien, bastante a decir verdad, resaltaba en su blanca piel y en el vestido que hoy llevaba.
Verónica veía su reflejo en el espejo y admiraba con fervor su belleza, era imposible dejar de apreciarse a ella misma, sus manos delgadas y con puntiagudas uñas color rojo empezaron a tocar su cuerpo con suavidad y delizadeza por encima de la tela, sus dedos se deslizaron por en medio de sus senos, autoreconociéndose, haciendo que se enamorase de su propia persona cada vez más.
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Mi jefa, es una mujer peligrosa.
Misterio / Suspenso¿Qué pasa si te reencuentras con la chica protagonista de tu efímero amorío juvenil? Y ahora, viviendo en la piel de tu jefa. Un joven hombre tendrá que soportar en carne propia la personalidad prepotente, déspota, y orgullosa de aquella mujer que e...