Un golpe llegó. Luego otro, y otro.El sudor, las lágrimas, y la sangre.
Una furia desatada por alguien que había pasado los límites. Alguien que justo ahora pagaba lenta y dolorosamente cada uno de esos abusos, o al menos así lo creía la persona que se desquitaba de manera histérica.
─¡Maldita sea! ─ Gritó una voz masculina, grave, y madura. ─¿Quién diablos eres?
En efecto, quien lo atacaba violentamente era una persona que desconocía. Tal vez, alguien a quien él mismo había revivido.
Una voz femenina, jadeante y cansada, se escuchó entre los quejidos del hombre, y los sollozos de ella misma, hablando un sin fin de cosas que él no podía descifrar.
─Es lo que has merecido todo el tiempo. Eres... Sucio, demente; mucho más que yo, eres... Maldito. ─ Dijo la voz que el ejecutivo reconocía como la de Verónica, apesar de que su cabeza pesaba como si estuviera llena de piedras, y sus ojos poco podían visualizar a la pelirroja. ─Sí. Lo eres, y creo que debería matarte en este instante, debo... ¡Debo hacerlo! Sí...
Las risas entrecortadas de una mujer histérica sonaban al tiempo que el clock del reloj en la oficina, no había cabida para el arrepentimiento, no cuando inconscientemente se salvaba de un monstruo que la atacaba.
Porque sí, era ella quien estaba sobre el cuerpo de un adolorido Albert, él no era su jefe. En aquellos momentos sólo lucía como un monstruo, y era de la mano de otro monstruo como ahora estaba logrando salvarse.
─Tengo que hacerlo. Tengo que... que... ─ Repetía constantemente mientras tragaba sus lágrimas.
Sus manos que hace poco temblaban de forma muy leve, ahora lo hacían compulsivamente, con unas cuantas manchas de sangre sobre ella, y una que otra raspadura en los nudillos, demostrando que eran las mismas manos que habían estado golpeando sin cesar el rostro del tipo. Y que ahora buscaban desesperadamente unas tijeras sobre el escritorio.
¡Basta!
─¡No! ─ Exclamó abriendo los ojos de manera desorbitada la ejecutiva.
¡No hagas un desastre!
─Yo soy un desastre. ─ Afirmó con la voz baja, sonriendo luego al haber encontrado en la mesa lo que buscaba. Las tijeras. ─Y sólo puedo hacer desastres.
Su sonrisa se hizo amplia e irónica, mientras ambas manos sujetaban con una fuerza desbordada que brotaba de sus venas ahora hinchadas, las tijeras que planeaba enterrar sobre el cuello del hombre.
No lo harás.
A pocos centímetros de su objetivo, la mujer perdió la fuerza que hace un segundo parecía bestial, el dolor en su cabeza se intensificó, volviéndose letal, y su vista se tornó oscura. La debilidad fue aprovechada por el ejecutivo que ya se encontraba desahuciado, para saltar en defensa de su humanidad; Su mano sostuvo fuertemente la muñeca de la pelirroja, doblegando su fuerza.
─Eres una maldita loca, y estoy seguro que arderás en el infierno primero que yo. ─ Dijo apretando los dientes manteniendo la mano de ella lejos de su alcance, luego la empujó fuera de él para poder liberarse de su sometimiento. ─Olvidaré esta rabieta tuya, así como tú olvidarás el favor que quise hacerte hace unos minutos.
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Mi jefa, es una mujer peligrosa.
Mistério / Suspense¿Qué pasa si te reencuentras con la chica protagonista de tu efímero amorío juvenil? Y ahora, viviendo en la piel de tu jefa. Un joven hombre tendrá que soportar en carne propia la personalidad prepotente, déspota, y orgullosa de aquella mujer que e...