Capítulo 24 - "Evidencias"

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¿Qué demonios haces?

Silencio y más silencio.

─¡Habla de una vez! ¿Por qué me traes acá? ─ La pelirroja empezaba a escucharse sulfurada. No sabía que era lo que pretendía el chico llevándola casi a rastras hasta la ducha, sólo esperaba que el juego de hace un rato continuara. ─¿No me digas que nos ducharemos juntos como un par de enamorados?

No...

¿Qué sucede? ─ Preguntó sacada de quicio la mujer, empezando a mostrarse molesta por la situación.  ─¡Entonces suéltame!

No lo voy a hacer. ─ Marcelo no le  quitó en ningún momento la mirada de encima a la pelirroja.

Pero necesitaba retenerla, no podía dejar que se marchase dejándolo así, y mucho menos estando tan jodidamente encendida. Con una mano no podía hacerlo, ella era fuerte, muchísimo, uno sólo de sus golpes y terminaría en el suelo, o una patada en los bajos y lo dejaría sin derecho a una descendencia.

Una vez el chico soltó una de las muñecas de Verónica, para liberar su mano y encender la ducha de agua helada, la mujer forcejeó con él y se sacudió evitando el agarre de su mano.

Lo logrado fue que el joven se frustrara y para obligarla a quedarse, aplastara su cuerpo contra la pared. El agua gélida cayendo encima de ellos, dolió más que cualquier impacto contra el concreto cubierto de azulejos. Era algo sobrenatural lo que estaba aconteciendo, era extraño y a la vez espectacular para él. No podía pensar en la chica del instituto, en la altiva y divertida castaña dorada que lo superaba por seis años, en la que guardaba un libro con recelo y protección.

No, no había espacio para ella. Sólo para la ejecutiva soberbia de pelo vibrante, largo y poderoso, pelo que se escurría por su espalda pegada a la pared, y su pecho pegado al suyo, compartiendo latidos, nervios, y mucha agua.

Y su cuerpo, el que no había visto debajo de aquellas ropas de señora elegante, abrigos caros, o chaquetas de gamuza. Aquel cuerpo de finas proporciones, pero de pechos volubles, piernas torneadas, cintura normal, y brazos medianamente llenos, aquel que con su pálida piel hacía fuerte contraste con el tono de su cabello y la ropa interior que se encontraba empapada.

Quiero salir de aquí...

*

Marcelo recordó sus suspiros, su temblor, lo húmeda que estaba su piel. Quiso caer, caer ante la tentación que por enésima vez lo envolvía como la manzana a Adán, pero se contuvo.

Estaba acostado en el sofá de su casa, agradecía la soledad, el silencio. Pero una persona que se acercaba a él sigilosamente, no pensaba lo mismo, y por el contrario, le temía a la penumbra solitaria.

He aquí una de sus más terribles fobias.

─Ehh.. Hola. ─ Dijo, ya usaba la pijama gris.

El chico volteó hacia donde estaba ella, la miró, y censuró todos los pensamientos lascivos que hace un rato pasaban por su cabeza.

─Hola. ─Respondió Marcelo, pudo notar que algo en ella andaba mal.  ─¿Qué le pasa?

─No quiero estar sola.

─¿Cómo? ─ Pudo ver a la temperamental y brava Verónica, reducida a una mujer retraída.

─Tengo miedo... ─ La voz fuerte había desaparecido completamente, quedando en un susurro desganado. ─Mucho miedo.

Mi jefa, es una mujer peligrosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora