Capítulo 20 - "Infierno de mujer"

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En su cálido hogar, Marcelo se dirigía con un vaso de leche y una porción de torta de naranjas, hacia la habitación donde descansaba la ejecutiva.

─Espero que ya... ─ El muchacho al observar el lugar vacío, quedó estupefacto. ─...esté mejor... ¿A donde se fue?

El joven dejó la bandeja sobre el buró, y con cuidado se acercó al baño. Suponía que la mujer estaría ahí, pues antes de caer dormida había visitado el lugar para vomitar.

Pero no encontró a la ejecutiva.

Los nervios se apoderaron de él en una forma inclemente, siendo consciente de que la mujer se había ido por su cuenta, y aún peor, en un estado terrible y de poca lucidez.

─Dios mío... ─ Marcelo apoyó su espalda contra el marco de la puerta del baño. Y sus pensamientos se perdieron en el fresco aire, lleno de incertidumbre al saber a la mujer ebria y a la deriva.

***

Verónica, en su casa, vio varias fotografías caer a sus pies, segundos después de que su marido se las lanzara al rostro. No tardó mucho en dirigir su mirada hacia el suelo, viendo las numerosas imágenes que acabarían con su equilibro emocional.

Fue entonces que varios flashazos llegaron a su mente, uno más terrible que el otro. Uno cada vez más cruel.

El silencio en el sitio fue aterrador, sólo se escuchaban las agitadas respiraciones del hombre histérico que estaba frente a ella, y los latidos de su asustado corazón. No le gustaba experimentar el miedo, era un sentimiento que había arrancado de  ella hace muchísimo, un sentimiento que odiaba sentir, pero que últimamente parecía estar cada vez más presente en su vida.

─¡Responde, maldita sea! ─ Exclamó Luciano viendo a la mujer atónita y sin expresión alguna.

Ella al fin subió su mirada cansada, y observó la rabia que se notaba en el rostro de él. En sus gestos, en sus ojos que antes la miraban con amor, con pasión, con algo diferente al odio. Pero el desconcierto de saber que estaba siendo juzgada cuando ella era la única víctima en todo lo que estaba sucediendo, le ganó a sus ganas de llorar desmesuradamente.

─¿Qué diablos quieres que te diga si no confías en mi? ─ Gritó la mujer mirando al abogado e ignorando las imágenes que estaban a sus pies.

─¿Cómo quieres que confíe en ti si me has engañado miles de veces? ─ Preguntó acercándose a ella en un tono menos áspero, pero más dolido. ─¡Te has burlado de mí! ¡Me has pisoteado! Y la verdad es que te amo, como no se puede amar a nadie...

El hombre depronto se acercó a ella, olvidando su neurosis, o probablemente siendo víctima de su borrachera, estrechó a la mujer entre sus brazos queriendo sentir la calidez con la que ella lo tranquilizaba, su piel que siempre era tibia, sutil, aterciopelada; hoy estaba pálida, fría, y aperlada por el sudor que la mujer emanaba a causa de los nervios del momento.

─Yo te lo he perdonado todo... Y tú, siempre lo haces de nuevo. ─Luciano sujetó el rostro confundido de ella entre sus manos, observó el vendaje sobre su cabeza, vio sus ojos demacrados, apagados, rojos. Y todo lo quiso solucionar con amor.

La pared blanca recibió la espalda de Verónica contra ella, quien aún confundida, no sabía que era lo que estaba sucediendo, y mucho menos el porqué su esposo ya no se notaba enojado. Parecía estar embriagado con el aroma de su piel, con la humedad que perlaba el rostro de Verónica por la lluvia que había caído sobre ella, con el sabor a alcohol que su boca tenía.

Mi jefa, es una mujer peligrosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora