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Hospital de la Ciudad de Chongqing.

Abrí mis ojos. Una persistente máquina pitaba rítmicamente a mi izquierda. Mire a mi derecha. Otra máquina siseaba junto al buró. Mi cabeza dolía y estaba desorientado. Mis ojos lucharon por interpretar las manecillas del reloj al lado de la puerta del baño. Escuche voces afuera de la habitación. Me senté en la cama de hospital, las finas almohadas se arrugaron debajo de mi, mientras me movía para intentar escuchar. Algo me hizo cosquillas en la piel debajo de mi nariz. Un tubo. Trate de mover mis manos para apartarlo pero descubrí agujas encajadas que sobresalían de mi piel. Sentí un tirón mientras movía mis manos y mi estómago cayó hasta mis pies.

–¡Quítenlos! – susurré al aire. Podía ver donde el afilado acero entraba en mis venas. Mi respiración se acortó y un grito subió por mi garganta.

–Quítenlos – dije, más fuerte esta vez.

–¿Qué? – preguntó una voz pequeña, cuyo origen no podía ver.

–¡Quítalos! – grité.

Varios cuerpos llenaron la habitación. Pude ver el rostro de mi padre, frenético y más pálido que de costumbre. –Tranquilízate, Zhan.

Y entonces vi a mi pequeña hermana, Meg, con sus ojos muy abiertos y asustada.

Manchas oscuras borraron las caras de todos, y luego todo lo que pude ver era un bosque de agujas y tubos. Sentí una sensación apretada contra mi piel seca.

No podía pensar. No podía hablar.

Pero todavía podía moverme. Arañe mi brazo con una mano y arranque el primer tubo.

El dolor fue violento.

–Solo respira. Estas bien... Estarás bien.

Pero no estaba bien. Ellos no estaban escuchándome y necesitaba quitarme las agujas.

Trate de decírselos, pero la oscuridad creció, tragándose la habitación.

–¿Zhan?

Parpadee, pero no vi nada. El zumbido y el siseo se habían detenido.

–No luches contra esto, cariño.

Mis parpados revolotearon con el sonido de la voz de mi madre. Ella se inclinó sobre mí, ajustándome una de las almohadas, y un mechón de cabello oscuro cayó sobre su piel blanca. Traté de moverme, pero apenas podía levantar mi cabeza. Vislumbré dos rostros de enfermeras detrás de ella.

–¿Qué esta mal conmigo? – susurré con voz ronca. Mis labios se sentían como papel.

Mi madre apartó un mechón sudoroso de cabello de mi rostro.

–Te dieron algo para relajarte.

Inhalé. El tubo debajo de mi nariz se había ido. Y los de mis manos, también. Fueron reemplazados por vendas blancas envolviendo mi piel. Manchadas de sangre por la hemorragia.

Algo salió de mi pecho y un profundo suspiro estremeció mis labios. La habitación cambió un poco, ahora las agujas se había ido.

Mire hacia mi padre, sentado cerca de la pared más lejana, mirándome impotente.

–¿Qué ocurrió? –pregunté vagamente.

–Tuviste un accidente, cariño –respondió mi madre.

Mi padre me miró a los ojos, pero  no dijo nada. Mamá estaba encargándose del asunto.

Mis pensamientos eran confusos. Un accidente. ¿Cuándo?

DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora