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El sonido de la voz de mi madre me sorprendió despertándome.

-¡Feliz cumpleaños! -Ella estaba de pie a mi lado sonriéndome. -Está despierto, pasen.

Vi aturdido como el resto de mi familia desfilaba por mi habitación, cargando una pila de panqueques con una vela en el medio. -Feliz cumpleaños -cantaron.

-Y muchos maaaas -añadió Meg con las manos tocando algo de Jazz.

Puse las manos en mi rostro y me di un estirón. No recuerdo ir a dormir, pero aquí estaba en mi cama esta mañana; despertando de mi sueño-memoria-pesadilla sobre el manicomio.


¿Y sobre los Everglades?


¿Qué paso anoche? ¿Qué paso esa noche? ¿Qué me paso? ¿Qué paso?


¿Qué pasó?

Mi padre me entrega el plato. Una diminuta gota de cera rodó por la vela y quedó temblando como una lágrima solitaria antes de golpear el primer panqueque. No quería que se cayera. Tomé el plato y soplé la vela.

-Son las nueve y media -mi madre dijo. -Suficiente tiempo para que comas algo y te bañes antes de que Yibo te recoja. -Ella colocó un cabello fuera de mi frente. Mis ojos se posaron en Dylan, él me guiñó el ojo. Luego cambié hacia mi padre quien no se veía tan emocionado por este plan. Meg sonrió y agitó sus cejas. No se veía cansada. No parecía tener miedo.

Y mi hombro no me dolía.

¿Lo soñé?

Quería preguntarle a Meg pero no veía como podría estar con ella a solas. Si había pasado, si se la habían llevado, no podía dejar que mi madre supiera, no hasta que hablara con Yibo. Y si no había pasado, mi madre no podía saber. Porque de seguro me hubiese internado.

Y en este punto, sería imposible discutir con ella. Yo me cernía en el borde del sueño y la memoria, incapaz de decir cuál era cual. Cuando acepté los abrazos y el regalo de mi familia. Una cámara digital. Les agradecí. Ellos se fueron. Saqué una pierna fuera de mi cama, luego la otra y puse mis pies en el piso. Un pie luego el otro pie hasta que alcancé el baño. La lluvia azotaba la pequeña ventana y miré fijamente la puerta de la ducha. Oscilando entre el tocador y el inodoro. No podía mirar el espejo.

Recordé esa noche, sólo cuando estaba inconsciente. Y aparentemente sólo fragmentos. Pero estaban tomando la forma de algo enorme y terrorífico. Algo feo. Intenté buscar el resto de la memoria. Estaba Jay, ese idiota, ese cobarde y lo que trato de hacer, y luego nada, oscuridad. La memoria se alejaba. Refugiándose en la inmensidad impenetrable de mi lóbulo frontal. Se burlaba de mí, me molestaba y estaba enfadado para el momento en que Yibo llegó y tocó la puerta del frente para recogerme.

-¿Listo? -preguntó. Sostenía una sombrilla, pero el viento desestabilizaba su brazo. Examiné su rostro, el moretón se había ido. Y sólo había pequeños trazos de laceraciones sobre su ojo.

No podrían haber sanado tanto en una noche.

Lo que significaba que la noche anterior tuvo que haber sido una pesadilla. Todo. El manicomio. Los Everglades.

Tuvo que haber sido.

Me di cuenta que él seguía de pie allí, esperando que yo respondiera, asentí con la cabeza y dejamos eso de lado.

-Así que -dijo una vez llegamos al coche. Se echó hacia atrás el cabello húmedo-... ¿hacia dónde? -su voz era casual.

Eso lo confirmó. Miré más allá de él, a una bolsa de plástico atrapada en la cerca del vecino al otro lado de la calle, siendo golpeada por la lluvia.

-¿Qué está mal? -preguntó, estudiándome.

Estaba actuando como loco, no quería actuar como loco, me tragué la pregunta que quería hacer sobre los Everglades porque no era real.

-Mal sueño -dije con la comisura de mis labios curvada en una leve sonrisa.

Él me miró a través de sus pestañas con gotas de lluvia. -¿Sobre qué?

Sobre qué, de hecho, ¿Sobre Meg? ¿Sobre Jay?

No sabía lo que era real, lo que fue una pesadilla, lo que era un recuerdo.

Así que le dije la verdad: -No lo recuerdo.

Él vio el camino delante de nosotros -¿Querrías saber?

Su pregunta me cogió con la guardia baja.

¿Quiero recordarlo? ¿Tengo otra opción?

Mi mente se desconectó: El sonido de las puertas resonó en mis oídos, escuché el tirón de la cremallera mientras Jay lo bajaba. Luego la voz de Rose sonando en el pasillo, en mi cráneo. Luego se había ido. No la volví a escuchar.

Pero tal vez... tal vez lo hice. Tal vez ella vino por mí sólo que aún no lo recuerdo. Ella me llamó y tal vez vino antes de que el edificio la arrastrara...

Antes de que la aplastara, antes de que aplastara a Jay el cual me aplastó, mi boca se volvió seca. Algún recuerdo fantasma jugó con mi cerebro, anunciando su presencia. Esto era importante, sólo que no sabía por qué.

-¿Zhan? -La voz de Yibo me trajo al presente. Nos habíamos detenido en una luz roja. Y la lluvia golpeaba el parabrisas onduladamente. Las palmeras se balanceaban a la mitad y se inclinaban amenazando con romperse por la presión. Pero no lo hacían, eran lo suficientemente fuertes para tomarlo.

Y también yo.

Me volteé y concentré mis ojos en los de él. -Creo que no saberlo es peor -dije. -Prefiero recordarlo.

Cuando dije esas palabras, me golpeó con gran claridad, todo lo que había pasado -las alucinaciones, la paranoia, las pesadillas- era sólo yo necesitando saber, necesitando saber qué pasó esa noche. Lo que pasó con Rose, lo que me pasó. Recuerdo haberle dicho algo así a la Dra. Miller y ella me sonrió, diciéndome que no podía forzarlo.

Pero tal vez, sólo tal vez. Sí podía.

Tal vez podía escoger.

Así que escogí. -Necesito recordar -le dije con esa intensidad que nos sorprendió a los dos, y luego -¿Puedes ayudarme?

Él se giró -¿Cómo?

Ahora que sabía qué estaba mal, sabía cómo arreglarlo. -Un hipnotista.

-Un hipnotista -repitió lentamente.

-Sí. -Mi madre no creía en eso. Ella creía en terapia, en drogas que llevarían semanas, meses, años. Yo no tenía ese tiempo. Mi vida comenzaba a desintegrarse, mi universo comenzaba a desintegrarse. Y necesitaba saber ahora que pasó. No mañana y no el jueves en mi próxima cita. Ahora. Hoy.

Él no dijo nada, pero buscó en su bolsillo su celular mientras manejaba con una mano. Marcó y escuché el timbrar.

-¿Hola August, puedes conseguirme una cita con un hipnotista para esta tarde?

No comenté sobre August el mayordomo, estaba muy emocionado, muy ansioso.

-Sé que es sábado -dijo Yibo. -Sólo hazme saber lo que averigües. Gracias -Colgó. -Él me enviará un mensaje. Mientras tanto ¿tienes algo que quieras hacer hoy? -me dijo.

Negué con la cabeza.

-Bueno -dijo -Tengo hambre así que, ¿qué hay del almuerzo?

-Lo que tú quieras -dije y él me sonrió, pero era una sonrisa triste.

Cuando giramos en la Calle Ocho, sabía a dónde iríamos. Él se detuvo en el estacionamiento del restaurante Cubano y entramos, el cual estaba terriblemente ocupado a pesar de la épica inundación.

Me sentí lo suficientemente bien como para sonreír al recordar la última vez que comimos aquí, mientras esperábamos cerca del mostrador de postres para sentarnos. Escuché el siseo de las cebollas al encontrarse con el aceite caliente. Mi boca se hizo agua mientras escaneaba la cartelera del mostrador. Anuncios de bienes raíces, anuncios de seminarios...

Me moví más cerca a la cartelera.

"Por favor únase al seminario Botánica Seis: "Desbloqueando los secretos de su mente y su pasado" con Albert Lukini, alto sacerdote. Marzo 13, $30 por persona. Bienvenidos sin cita previa."

Justo en ese momento nuestro mesero apareció. -Síganme por favor.

-Un segundo -dije, aún mirando el volante.

Yibo siguió mis ojos y leyó el texto. -¿Quieres ir? -preguntó.

Desbloqueando secretos. Leí la frase una vez más, mordiendo mi labio mientras miraba el volante ¿por qué no? -¿Sabes qué? Si quiero.

-Incluso si sabes que van a ser de La Nueva Era, tonterías espirituales.

Asentí.

-Aunque tú no creas en esas cosas.

Asentí de nuevo.

Él miró su teléfono. No había señales de August y el seminario empezaba pronto. Miró el volante y luego su celular -Diez minutos.

-¿Así que podemos ir? -pregunté con una sonrisa verdadera en mis labios.

-Podemos ir -dijo y le hizo saber a nuestro mesero que no nos sentaríamos, se volvió al mostrador y ordenó algo para llevar.

-¿Quieres algo? -preguntó. Sentí sus ojos en mí mientras miraba la caja de cristal.

-¿Puedo compartir contigo?

Una silenciosa sonrisa transformó su rostro -Por supuesto.




DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora